Jorge Majfud: El líder

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Uno de los 16 fósiles neuronales que nos acompañan desde las sabanas africanas y las cavernas indoeuropeas que analizamos en Moscas en la telaraña (2023) se refiere a “El líder”. El líder es el depositario de lo que en economía se conoce como “ignorancia racional”: no podemos investigar o saberlo todo, por lo cual tomamos medidas desinformadas sabiendo que los beneficios de una mayor información son menores que los costos de una decisión desinformada. Para ello debemos delegar nuestro poder de decisión a alguien que sepa algo del tema. El problema es que en los grandes temas sociales los costos de una decisión desinformada superan siempre los costos de un mayor esfuerzo de investigación.

En política, en la formación de opinión pública o colectiva, los individuos suelen delegar su poder de decisión a un líder. En las religiones funciona como depositario de todos los posible errores: si no sabemos qué es lo mejor, hagámoslo como dice el líder o el profeta, quien nunca se equivoca. Por algo es Dios o un enviado de Dios.

En política no es diferente. Dejar nuestro poder de decisión en manos de un Líder X nos descarga de un esfuerzo moral e intelectual, pero el precio consiste en apoyarlo y defenderlo, ayudar al líder a que nos ayude, sin importar si él o nosotros estamos equivocados.

Cuando en 1971 la inflación en Estados Unidos se aproximaba al siete por ciento, el presidente Richard Nixon decidió ir contra el dogma conservador-mercantilista de su propio partido y de sus fieles votantes y dispuso un control de precios. Encuestas de Gallup y de la Universidad de Columbia en Nueva York mostraron que el anuncio de control de precios no tuvo ningún impacto en los votantes del Partido Demócrata que mucho antes habían estado a favor de esta medida, pero en los seguidores republicanos quienes apoyaban el control de precios subió del 37 por ciento al 82 por ciento en pocas horas.

Esta debilidad constitucional aparece destilada en los cuentos de hadas, donde el pobre campesino, el artesano humilde sueña con alcanzar un día o con la imaginación todos los días la bendición de la realeza. La Cenicienta que finalmente se casa con el príncipe, la oficinista que lee revistas de ricos y famosos. En el último siglo fue explotada por el realismo político, por gobiernos de Estados Unidos como el de Ronald Reagan, y por casi todas las marionetas plantadas por Washington y las transnacionales privadas en las repúblicas al sur del Río Bravo desde el siglo XIX.

 

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