Los Hechos:
Una nota informativa publicada en el portal especializado en economía, Descifrado, destaca que la venta de productos cárnicos durante el mes de abril del año 2024 ha presentado “sus bajas”.
El portal señala que lo más vendido en materia de proteína cárnica en la zona de Catia La Mar son las patas de pollo. Un comerciante consultado en la zona afirmaría que “las personas buscan siempre lo más barato para poder rendir un poco más el dinero y así comprar otras cosas”.
La nota finaliza puntualizando que existen comercios que venden tanto el pollo entero como en piezas a distintos precios, existiendo un local que ofrece los precios más competitivos de la zona.
Explicación y Tragedia:
Primero habría que precisar que el pollo es un producto que puede venderse completo o por piezas. La lógica detrás sería que por un lado existiría una demanda con consumidores que pudieran tener la capacidad de pago, así como el patrón de consumo suficiente como para adquirir el pollo enteró. Estos terminarán comprándolo entero o despiezado pero completo (podríamos denominarlos consumidores del Primer Tipo). Por el otro lado, tendríamos personas cuya capacidad de pago, preferencias o gustos por pieza, ocasión de uso -recetas- e intensidad de consumo que explicarían un consumo de piezas específicas (podríamos denominarlos consumidores del Segundo Tipo). Lo anterior aplica a un periodo de tiempo específico, pudiendo tener a un mismo consumidor desempeñando el rol del primer tipo y del segundo tipo (no tiene por qué resultar excluyente).
Segundo, el pollo y sus respectivas piezas constituyen un producto cuya eventual oferta resulta de proporciones fijas. Un pollo posee dos muslos, dos patas de pollo, dos alitas, etc.
Lo anterior implica un desafío porque por más que concibamos a las demandas por pieza como separadas, la oferta -cuando menos la primaria- constituye una “oferta única o conjunta” –Joint-Supply-.
Aun cuando podríamos suponer que la pérdida de poder de compra de los venezolanos ha implicado una reducción de la demanda en general; puede ocurrir en lo particular que las piezas como la pechuga haya visto caer su demanda en favor de un aumento de la demanda por las patas de pollo (traslado o canibalización de las demandas de una pieza a otra).
Lo anterior constituye una situación desafiante porque un criterio de fijación de precios basado en un Umbral Bajo referido al costo unitario; asomaría que las piezas de mayor valor -por ejemplo, la pechuga- puede “cargar” con los costos conjuntos o comunes y la oferta y el precio del resto de piezas estar basado exclusivamente en el valor de estas en el mercado sin preocupación sobre el costo de la oferta primaria del proveedor aguas arriba.
El problema se presenta cuando la demanda por la pechuga ha caído y la demanda por las patas de pollo ha aumentado. Es de suponer que el precio de reserva de las patas de pollo para el consumidor es menor que el de la pechuga, enfrentándonos a un problema de traslado de los costos unitarios y/o conjuntos del animal hacia la demanda efectiva.
Así las cosas, la expansión de la demanda atendida o el nivel de oferta de patas de pollo dependerá en el peor de los casos del nivel de demanda por piezas de alto valor y la valoración por las patas de pollo, considerando el hecho que estamos frente a una oferta conjunta o de proporciones fijas. Se presenta entonces una primera restricción a la oferta o a la expansión de la oferta de las patas de pollo.
Una segunda restricción referida a la cantidad que oferta cada establecimiento se explica por el hecho que ningún oferente cuenta con una capacidad instalada infinita. Los argumentos pueden venir por el lado del nivel de inversión en la cava para mantener inventarios pasando por razones estratégicas complejas que no podemos explicar en el presente artículo (Ver el trabajo realizado por Scheinkman y Kreps, 1983).
De esta manera, puede que exista una empresa líder que ofrece gran volumen a menores precios apalancándose en economías de escala, pero aun así dicho comercio no posee inventarios ilimitados.
Por otro lado, los consumidores pueden poseer costos de búsqueda y transaccionales -ej: costos asociados a colas y a la espera- y manifestar variadas ocasiones de consumo -ej: consumo de cercanía- que explica una demanda para oferentes distintos al líder en costo.
Dada las restricciones en capacidad que cada oferente y competidor enfrenta, las empresas maximizan sobre su demanda residual, lo que aunado a una demanda diferenciada -demanda de abastecimiento versus de cercanía- explicaría la dispersión de precios en la zona.
La nota informativa publicada por Descrifrado reseña la respuesta de un comerciante entrevistado que asegura respecto a las patas de pollo: “Yo las tengo a 50, pero otros, por la demanda, incrementan el precio, además de eso también se vende mucha molleja e hígado, que tienen un precio de 80. Quienes pueden compran el pollo entero, que cuesta 125, muslos 140 y pechuga 145”.
La nota informativa termina asomando que un local muy popular, “El Ofertón, en Catia la Mar, ofrece carne de res de primera y segunda en 211, lomito de res en 299, mientras que pollo entero está en 99.61, muslo 102.38, pechuga 164.10, alas de pollo en 126, milanesa en 210 y el picadillo 122. Ofrecen combos de charcutería entre los 584 hasta 730 y cárnicos en 985.50 bs.”
Economista UCV.