La cultura rosa I
¿Quién recuerda (o fue capaz de olvidar) a la Pantera Rosa? Ese fantástico personaje de la famosa serie animada que lleva el mismo nombre, y cuyo icónico tema musical seguramente usted está tarareando en este momento: The Pink Panther Theme, compuesta por Henry Mancini.
El personaje rosa, su color favorito: el rosa, y su mundo color rosa son difíciles de olvidar.
Si a usted, estimado lector, no le interesa leer sobre la Pantera Rosa, pero sí conocer nuestra forma-de-hacer-las-cosas como sociedad y cómo nuestras tecnologías de conversación tienen que ver con ello, este texto es para usted. Así que sigamos leyendo y tarareando The Pink Panther Theme.
¿Por qué cultura rosa?
Primero, debemos aclarar que el título de este texto nada tiene que ver con la percepción del color rosa exclusivamente asociado a lo femenino.
El psicólogo Gianluca Francia (2021) señala que “en Occidente, el significado del color rosa evoca un sentido de tranquilidad y optimismo”, y que “en la simbología cristiana indica alegría y felicidad”.
De esta forma, entendemos la cultura rosa como aquella que se muestra optimista en los medios, a pesar del contexto de guerras y caos en el cual vive; que favorece los mensajes positivos; que construye en sus instrumentos de conversación una identidad que le provoque tranquilidad consigo misma y que le haga sentirse más optimista, basada en la representación que hace de sí en las redes sociales, tal cual espejo de Narciso.
Es una sociedad que se pasea brevemente por la realidad fragmentada en vídeos de 30 segundos o de un minuto, máximo, y que prefiere distraerse de su entorno a través del scrolling infinito, desplazando el dedo en la pantalla para leer, escuchar o visualizar el siguiente contenido, deambulando sin rumbo en la abundancia de las redes —Facebook, Instagram, Twitter, Tik Tok, Pinterest…— hasta encontrar algo que sí llame su atención.
¿Cómo se manifiesta esta cultura rosa en nuestros instrumentos de conversación? Más que manifestarse en ellos, la cultura rosa y sus tecnologías de conversación están estrechamente unidos. En principio, al definir la cultura rosa, hemos planteado algunos aspectos que la caracterizan; así que en este texto precisaremos parte de ellos.
La pantalla ¿rosa?: el espejo de Narciso
Las pantallas invaden a la sociedad de la cultura rosa. Están ahí al comenzar y al terminar el día.
En una sociedad hiperconectada, donde se desdibuja el límite entre lo virtual y lo real, entre lo privado y lo público, con las pantallas al alcance de la mano, el mundo se vuelve más complejo.
En el espejo público de las redes sociales, la civilización de la cultura rosa ha aprendido a crear su otro yo. Uno que, más que tomar en cuenta su yo real, construye lo que quiere que otros vean. Y, aunque el yo siempre se construye a partir de la otredad, “el otro” se superpone al yo en las redes sociales digitales. ¿La intención? La aprobación de quienes comparten este espejo público y que hacen lo mismo con sus propias identidades.
Entonces la identidad se desdobla, y el sujeto de la cultura rosa se aleja de lo que es en la realidad off line, porque incluso ahora quiere parecerse más lo que ha construido en lo virtual.
Se trata de una realidad trasfigurada para ganar likes y comentarios, una imagen ilusoria hecha con filtros y espacios instagrameables, creados para generar fotografías perfectas con un juego de luces y sombras que potencian la belleza de la escena.
La dualidad del sujeto que posa para la fotografía forma parte de la cultura rosa. Se trata de un doble yo que construye una nueva realidad —distinta a su realidad íntima y verdadera— en las redes sociales.
La dictadura rosa: bajo el gobierno del like
La cultura rosa vive bajo la dictadura del like o del me gusta. Lola Morón (2018), psiquiatra y articulista del diario El País (España), asegura que “a todos nos gusta gustar. Pero con las redes sociales, esta pulsión puede magnificarse hasta convertirse en obsesión. La necesidad de recibir estímulos positivos engancha”.
Nuestros contenidos en las redes sociales están hechos no solo para gustar, sino para gustar cada vez a más personas. Por tanto, se necesita de seguidores.
De esta forma, ser influencer es uno de los sueños de los miembros de la cultura rosa. Es ahora tan válido como querer ser médico, ingeniero, astronauta, etc. Para ello, quienes persiguen ese propósito —bloggers, youtubers, instagramers, tiktokers— generan contenidos que puedan ser compartidos, guardables y, sobre todo, que obtengan likes, muchos likes.
La realidad fragmentada rosa
En nuestro texto anterior, titulado “Nuestros instrumentos de conversación: El sentido de la presencia”, hablamos de lo que Scolari llama la “Cultura Snack”, donde abundan los contenidos breves, fragmentados, que se imponen sobre la información completa y extensa.
La inmediatez, la gran cantidad de información y los formatos de las redes sociales a los que estamos expuestos privilegian más el entretenimiento que estar realmente informados. Lo que se nos proporciona son pequeños bocadillos de contenido, con los cuales quedamos completamente saciados. Y con ellos, todos pensamos que sabemos de todo.
Redes sociales y emociones rosa
Una investigación de Pew Research, cuyos resultados se detallan en Laboratorio de Periodismo (2022), evidencia las razones por las cuales los jóvenes de la cultura rosa prefieren las redes sociales a los medios tradicionales:
*Se sienten más conectados con las vidas de sus amigos.
*Las consideran un espacio para hablar de su familia, mostrar sus logros, y expresar sus emociones y sentimientos.
*Con ellas sienten diferentes emociones y viven diversas experiencias, momentos saludables y felices.
María Solano Altaba, decana de la Facultad de Humanidades y Comunicación de la Universidad CEU San Pablo, e Ignacio Blanco-Alfonso, catedrático de Periodismo de la misma Universidad (España), subrayan que la apelación a las emociones es un recurso para captar la atención del público. “No es necesariamente nociva, excepto si se utiliza de manera excesiva y provoca que no se preste atención a lo relevante”.
Entonces, ¿cuál es el riesgo para la cultura rosa? En medio de contenidos que apelan a las emociones de manera exagerada, los miembros de la cultura rosa están expuestos a lo “anecdótico y lo frívolo de un acontecimiento”. Y aquí vamos con otra de las características de la cultura rosa: como aumenta el gusto por el entretenimiento, disminuye el sentido crítico y se pierde lo esencial de los hechos.
La cultura rosa II
La viralización de los contenidos de la prensa rosa
Lo que venimos haciendo desde el texto anterior, titulado “La cultura rosa”, es una reflexión sobre la forma-de-hacer-las-cosas en esta época de redes sociales, donde vivimos —bajo la dictadura del like o del “me gusta”— una realidad fragmentada en textos cortos y videos breves que apelan a las emociones y cumplen, más que con la función de informar, con la de entretener.
Para el sociólogo estadounidense Neil Postman (2002), el problema de la cultura del entretenimiento es precisamente que produce tal cantidad de información, sin proporcionar ningún contexto, que no favorece el estar informado.
¿Acaso es esta una sociedad condenada a “divertirse hasta morir”? Nos preguntamos, apelando al título del libro de Postman: Divertirse hasta morir: El discurso público en la era del Show Business.
Cultura rosa: Interactividad y viralización
Una de las mayores contribuciones de Internet es que todos somos potenciales productores, al mismo tiempo que consumidores. Carlos Scolari (2023) señala que “se va desdibujando el paradigma según el cual unas pocas personas producen contenidos para muchas otras”. Se impone el modelo según el cual la información va de muchos a muchos.
Ello tiene que ver con la interactividad de los produsuarios (productores y usuarios) o prosumidores (productores y consumidores), y la posibilidad no solo de consumir, sino también de mezclar, recrear, producir, compartir y viralizar contenidos (Scolari, 2023). Es decir, estos factores son clave en la reproducción de la cultura rosa.
Pero ¿qué es la viralización?
El Diccionario panhispánico del español jurídico señala que viralizar tiene que ver con el conocimiento masivo en el proceso informático de difusión de información. Y agrega: “Es viralizada aquella difusión a través de redes sociales o medios electrónicos de algún hecho o evento que causa conmoción social”.
En este sentido, la interactividad y la capacidad de compartir que ofrece Internet contribuyen a viralizar la información.
Viralización de los contenidos de la prensa rosa
Cuando hablamos de prensa rosa, nos referimos al periodismo que “se dedica a relatar y a publicitar la vida privada de los famosos y especialmente sus relaciones sentimentales” (Roy-Orenes, 2011). Roy-Orenes señala que nació en España a inicios de los años 40 del siglo XX.
Sin embargo, podemos encontrar un interés tradicional por estos contenidos. Por ejemplo, el periodista y profesor Lorenzo Gomis, en su libro Teoría del Periodismo (2001), explica que la conversación de los vecinos tejió “un mundo diario de novedades comentables” de la realidad en la cual vivían. “Ese mundo de la conversación engendró ya hace siglos los primeros y rudimentarios medios de comunicación modernos, cuando los cortesanos que no tenían acceso al rey y los funcionarios y sus esposas querían hablar de lo que el rey hacía, de las grandes cuestiones del reino”.
De esta forma, podemos decir que la vida íntima de los personajes populares siempre ha sido de interés social, y se ha convertido en un negocio jugoso. La cantidad de programas de radio y televisión, revistas, cuentas de redes sociales, etc., dedicadas a contar historias de los famosos demuestra el éxito de la prensa rosa, que se aceleró con la llegada de la televisión y luego de internet. Podemos decir, además, que se revolucionó con la aparición de las redes sociales digitales.
La cultura rosa: perdón que te sal-pique
El año pasado fuimos testigos de la viralización de la canción de Shakira y Bizarrap: Bzrp Music Sessions, Vol. 53.
La canción no solo fue un éxito, sino que puso a todo el mundo de las redes sociales a hablar del mismo tema: la infidelidad del jugador en su relación con Shakira.
Tal como señala la editora digital del diario ABC, Inés Romero (2024, 19 de abril): “La Music Sessions #53 se convirtió en uno de los bombazos musicales de 2023. La cantante y el productor la estrenaron en enero de ese año y, desde entonces, no ha parado de batir todos los récords. Tan solo en YouTube suma un total de 712 millones de reproducciones”.
A partir de este ejemplo, ¿qué podemos destacar sobre la cultura rosa y la viralización de los contenidos de la prensa rosa?
Primero, la interacción del público. Uno de los elementos de la cultura rosa es que sus miembros se muestran tan interesados en los contenidos sobre celebridades que participan activamente, ya sea comentando o compartiendo la información.
Segundo, los contenidos están hechos para vender. En la cultura rosa, la información y el entretenimiento están ligados estrechamente a generar más likes, comentarios, seguidores y dinero. Así que la información en la cultura rosa es altamente lucrativa.
Si tenemos dudas acerca de esto, veamos el ejemplo de Shakira: Por su sesión #53 “estaría cobrando en torno a 0,0029 euros y 0,0005 euros por reproducción en Spotify y YouTube, según la revista Forbes (Romero, 2024, 19 de abril). De acuerdo a las cuentas de la propia Romero, si el éxito musical “cuenta con 712 millones de visualizaciones en la plataforma de vídeo, esta cantidad asciende hasta los 356.000 euros. Sumando este y otros canales, la colombiana ya alcanzó los 2 millones de euros en 2023”.
Tercero: La información está sensacionalizada para atraer la atención de cada vez más cantidad de personas. ¿Nos entretiene la exageración? La cultura rosa está atrapada por el entretenimiento.
Por último: Todo lo que se viraliza en las redes sociales tiene un impacto en las tendencias de moda, en las conversaciones, en los estilos de vida y en las relaciones con el otro; en fin, tiene influencia en la vida real. En la cultura rosa la vida misma se convierte en espectáculo: es la cultura del show business, el reality show y de aplicaciones para el entretenimiento como Tik Tok, Instagram Reels y Youtube Shorts. Volviendo a Postman, la cultura rosa está condenada a divertirse, divertirse hasta morir.
Doctora en Ciencias Humanas. Directora de la Escuela de Comunicación Social, ULA Táchira.