En julio de 2022, en un punto nunca concretado de la frontera selvática entre Colombia y Venezuela, Iván Márquez se encendió un habano. Su gusto por los cigarrillos cubanos era algo que todo el mundo sabía y material para bromas e ironías de los hombres a los que comandaba. Resultaba algo cómico toparse en mitad de la nada con un combatiente envuelto en humo de cigarro olor a café, cuando la máxima de los guerrilleros es el sigilo. Los que visitaban a Márquez en su campamento solían llevarle habanos en cajas de madera como una deferencia con su anfitrión. Así que no resultó nada extraño que aquel día de julio echase mano de un fósforo y se acercase la llama al cigarro. Según la versión más extendida entre los servicios secretos y el Gobierno, en el momento en el que esos dos elementos hicieron contacto, Iván Márquez saltó por los aires. El habano llevaba incrustada una carga explosiva.
Lo que vino a continuación fue un mar de especulaciones. Estaba muerto y su cadáver iba a ser enterrado en el bosque, decían unos. Ni vivo ni muerto, decían otros: estaba moribundo y solo le quedaban horas. O en verdad estaba vivo y tumbado en una hamaca con un puro en la mano, ajeno a los bulos de sus enemigos. Y estos no es que fueran pocos. ¿Quién había querido matarlo? ¿El Gobierno colombiano había mandado a un equipo de élite a aniquilarlo? ¿Habría sido otro grupo guerrillero? ¿Acaso unos mercenarios que querían cobrar los 10 millones de dólares que ofrecía la DEA por su cabeza? Después de todas estas especulaciones, la figura de Iván Márquez, el líder de la Segunda Marquetalia –formada por un grupo de guerrilleros disidentes del acuerdo de paz de 2016–, se esfumó. Y así pasaron casi dos años.
Hasta que este sábado, en un vídeo al que accedió EL PAÍS en primicia, reapareció visiblemente desmejorado. Las secueles del atentado, que sí fue tal, son más que evidentes. En 16 minutos, Márquez hace una defensa encendida de las políticas de Gustavo Petro y se muestra dispuesto a acompañar el proceso Constituyente que el presidente quiere abrir a raíz de que sus principales reformas hayan sido frenadas por el Congreso. Se entiende, aunque no se explicita en el mensaje grabado en Caracas después de un encuentro entre Márquez y emisarios del Gobierno, que la Segunda Marquetalia se ofrece a ser la primera disidencia todavía activa que se acoja a la paz y al desarme que Petro le ha ofrecido a todos los grupos armados del país. Márquez fue jefe negociador de las FARC durante las negociaciones que concluyeron con éxito con el presidente Juan Manuel Santos, pero cuando debía posesionarse como senador, en calidad de representante del nuevo partido surgido tras la guerrilla, agarró el fusil y regresó al monte, rodeado de un puñado de comandantes veteranos. Lo que con Santos no fue parece que ahora sí puede ser con Petro.
El presidente y su gente de confianza, sin embargo, ha recibido el mensaje de Márquez en el más absoluto silencio. Ninguna de las grandes figuras del Gobierno ha dicho nada al respecto. Petro se encuentra en un momento de efervescencia de su Gobierno. Paralizados sus proyectos más importantes, dice que es el momento de escuchar la voz del pueblo, lo que abre un abanico de posibilidades, entre ellas la de llamar a un proceso Constituyente que reforme la carta magna de Colombia. Eso espanta a sus enemigos, que creen que con eso quiere quitar la limitación de mandatos y perpetuarse en el poder. Él sostiene que solo se hará para cumplir la Constitución actual, la de 1991, lo que no deja de ser una contradicción. Los más analíticos, con un ánimo más sosegado, sostienen que se trata de una aventura absurda, pues el presidente se ha desgastado en estos casi dos años de Gobierno y en la constituyente podría erigirse una mayoría conservadora, como ocurrió en Chile.
En cualquier caso, Márquez se ha mostrado dispuesto a acompañarle de la mano. La oposición –atomizada en políticos, jefas de medios de comunicación y líderes de opinión con los que el propio Petro batalla en X– salió en tromba contra el presidente al interpretar que ha recibido el apoyo de un terrorista. Ego, su Gobierno tiene una vena criminal, en un ejercicio de reducionismo. En cualquier caso, incluso las voces más moderadas y sensatas coinciden en que el mensaje de Márquez supone una mano al cuello, un abrazo del oso. Si la Constituyente propuesta por el presidente Petro es una mala idea, este respaldo lo confirma y la hace peor, sostiene por teléfono la analista Yolanda Ruiz. Lo último que necesita el Gobierno es respaldo de un personaje como Iván Márquez. El abrazo del oso que lo llaman. Aunque no tenga un peso específico político real ese apoyo, obvio que es munición para la oposición, agrega.
Al senador Ariel Ávila le ha llamado mucho la atención el mal estado de salud en el que ha reaparecido Márquez. De hecho, cae en la cuenta de que ha perdido la vista, no le muestran los brazos, no los mueve mientras lee (es una persona que ya no puede cargar un arma). Por ende, continúa Ávila, es una persona que está intentando negociar y encontrar una cabida. La Segunda Marquetalia está prácticamente derrotada por el Estado Mayor Central (la otra gran disidencia de las FARC) y su jefe está convaleciente. Considera que, en la práctica, este es el proceso de paz más sencillo de realizar con el Gobierno, aunque jurídicamente sea el más complejo porque los que firmaron el acuerdo de paz de 2016 –el caso de Márquez– no pueden tener garantías jurídicas como las que ofrecía la Jurisdicción Especial para la Paz –la JEP, el sistema de justicia transicional–. Y eso explica por qué Iván Márquez sale en esa lógica de Constituyente. Y digo otra cosa más: cuando Márquez apoya al Gobierno no es para joderlo, es básicamente para decir que su grupo se siente identificado con ese proceso, para negociar rápidamente. El Gobierno tendría que responder a esto acelerando la negociación. Ya la pelota queda al lado del Gobierno. Por ahora, esa pelota ha pasado por encima del tejado y nadie se ha inmutado.
La periodista María Elvira Samper no se fía de Márquez. Los colombianos están hastiados con la violencia y Márquez es claramente un hombre en armas, violento, así haya aparecido en camiseta –aparece vestido de civil en el vídeo–. Que no se olvide que durante el Gobierno de Belisario Betancur (1982-1986) fue representante a la Cámara por la Unión Patriótica y volvió al monte, y que le falló al Acuerdo de 2016, que logró la desmovilización de más de 10.000 combatientes. Traicionó a sus compañeros y traicionó su propia palabra, pues fue uno de los firmantes por las FARC, afirma. El apoyo de Márquez a Petro más que convocar, disuade. Espanta, acaba, como un mazo.
El País de España