Confundido con el propio Estado, el oficialismo no ha escatimado esfuerzos para estereotipar a sectores de la oposición de acuerdo a sus conveniencias. En todos lados, se levantan las enormes vallas del infundio, señalando malvadamente a algunas individualidades con todo el peso de sus recursos materiales y simbólicos.
Porque son excesivamente obvios, pasa inadvertida semejante hazaña del escarnio a través de los enormes carteles. Solamente los más ingenuos, pudieran creer en tamaña versión de las cosas, aunque propios y extraños saben muy bien que las sanciones internacionales no produjeron la crisis humanitaria compleja que no cesa y las personas directamente señaladas, como en cualquier instante pueden ser otras, no han tenido oportunidad alguna de ejercer el más elemental derecho a la defensa.
Toda una experiencia universal, el más vulgar estalinismo se alza de nuevo y puebla las calles de la Venezuela que los padece, pretendiendo el linchamiento moral de todo disidente, adversario y opositor. Esto perfectamente lo saben los empleados públicos que deben aguantarse a sus superiores que, al menor tropiezo, parecidamente los estereotipan, persiguen, les niegan las bolsas de comida y hasta los botan caprichosamente. No obstante, por muy sabido que sea, siempre es necesario y urgente documentar la realidad.
Una realidad tan perversa que más tarde, al superarla, pocos creerán en su existencia al pasar los años. Una empresa estatizada y nada rentable de vallas en un mercado municipal que intenta sobrevivirle a las gigantescas y privilegiadas cadenas de supermercados, cual paredón, parte de un supuesto: todos los venezolanos somos estúpidos.
Vuelven a emponzoñarnos con el vil señalamiento, porque los estudios de opinión advierten la monumental derrota del oficialismo en los venideros comicios, y, convengamos, despunta el interés de anclar a determinadas figuras de la oposición en detrimento de las otras incontables que emergen actualizando el liderazgo. Siendo muy así, no tardarán en intensificar el esfuerzo de descalificación de Edmundo González Urrutia: ocurre que les ha sido casi imposible inventarle el desprestigio que, sencillamente, no logran encasquetarle.