Juan Arias: Ángeles y demonios en la tragedia climática de Brasil

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La tragedia de las lluvias que ha producido cientos de víctimas mortales y más de un millón de desamparados en la rica región de Río Grande do Sul y en la emblemática capital de Porto Alegre, que se ha convertido en un triste escenario de horror, empieza a ser analizada bajo dos aspectos que podríamos clasificar de ángeles y demonios.

Y es que en el clásico caleidoscopio de estas tragedias naturales, se mezcla lo mejor y lo peor de la gente. Se hacen más visibles que nunca los ángeles humanos que arriesgan su vida para salvar las de los demás. Son los que reparten lo poco que les ha quedado con quienes lo han perdido todo, hasta la casa. Las escenas descritas por los enviados especiales de los medios de comunicación han apellidado a esos voluntarios de “ángeles humanos” que exponen su vida para salvar a personas que se están ahogando en las aguas o dividen el último pedazo de pan que les queda con quien lleva días sin comer.

Eso es lo que ha llevado a Lula, que alimenta una simpatía especial por los premios Nobel, a afirmar que hoy el pueblo de Brasil “merece el Nobel de la solidaridad”.

Pero junto con ese río de solidaridad llevado a cabo por esos “ángeles de la solidaridad”, existe según Lula una “minoría perversa” a la que ha definido de “cuadrillas de malhechores”. Se refería a las críticas y a las fake news diseminadas en las redes sociales para, según él, desacreditar la intensa labor del Gobierno en la ayuda extraordinaria que está ofreciendo a la región que menos le vota, la cuna del bolsonarismo, de las entidades más de derechas y de extrema derecha y enemiga declarada de la izquierda. Es la religión donde domina la riqueza de la agricultura y revela su fuerza el movimiento evangélico al que Lula no consigue conquistar ni colmándolos de prebendas.

Es verdad que como en todas las tragedias naturales y en las guerras, junto a los ángeles humanos que sacrifican su propia vida para salvar las de desconocidos, siempre aparecen los chacales que se aprovechan del río revuelto, de la desgracia ajena para hacer su agosto. Pero como en otros casos semejantes dentro y fuera de Brasil, existen también y la gente no deja de constatarlo, los chacales políticos. Los que se aprovechan de las tragedias naturales no solo para enriquecerse sino para promocionarse con miras al futuro.

En este caso sintomático de Brasil es cierto que el Gobierno de Lula ha actuado con mayor celeridad y competencia, con abultadas ayudas económicas y con sus varias visitas al lugar de la tragedia, al revés que en gobiernos pasados, donde las ciudades quedaban abandonadas a su suerte a los simples caciques locales muchos de los cuales acabaron condenados por haberse enriquecido con la desgracia ajena.

Esta vez es indudable que Lula ha actuado con rapidez en la ayuda del Gobierno y por primera vez ha creado un ministro extraordinario para encargarse del grave problema de la reconstrucción de la región destruida. El único problema es que en vez de escoger a alguien del lugar ha escogido a su ya ministro izquierdista, Paulo Pimenta, del PT, a quien Lula piensa lanzar como posible candidato a gobernador para el 2026 para este Estado de Río Grande do Sul, que como ha escrito el sociólogo catedrático de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ): “Esa decisión levanta sospechas sobre los reales intereses tras la creación del ministerio extraordinario colocando en duda la eficacia de acciones que serán tomadas sobre su gestión en vistas a su posible candidatura a dicho gobierno”.

Hay quien ha ironizado recordando que si en la tragedia que vive Brasil son indiscutibles y merecen todos los premios Nobel las legiones de ángeles que se están hasta arriesgando su vida por salvar a los demás sin preguntarles si son de derechas o de izquierdas, también siguen, como en tragedias anteriores, vivos y coleando los demonios de la política que resbala en la ponderación de colocar sus intereses partidarios frente al dolor de los que lo pierden todo, hasta la vida. Triste más documentado desde siempre.

 

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