El bum de la deuda fantasma de los servicios de aplazamiento de pago.
Digamos que te gustaría comprarte las zapatillas más de moda— las Adidas Samba —pero cuestan alrededor de 120 euros y no cobras hasta finales del mes. ¿Por qué no pagar en cuatro cómodos plazos de 30 euros? Así es el mercado de los préstamos al consumo de compra ahora, paga después (BNPL, por sus siglas en inglés, buy now pay later), un método de pago que ha enganchado a los millenials y a la Generación Z desde principios de la crisis sanitaria. El atractivo de estos aplazamientos es la sencillez y la informalidad: la mayoría de las firmas del sector no informan de sus actividades a las entidades regulatorias, ni a las listas de acreedores, y por ello, no tienen impacto sobre el historial crediticio del cliente.
Además, estas entidades — que operan como bancos pero no están sujetas a la misma regulación— no cobran intereses por sus préstamos, que duran en gran medida hasta seis semanas, y dan la apariencia al cliente de disfrutar de un poder adquisitivo superior al real. Tim Quinlan, economista jefe de Wells Fargo, ha sido el primero en señalar que estas fintechs están creando una tormenta perfecta de deuda fantasma, es decir, préstamos que no aparecen en el historial crediticio. “Los clientes de compra ahora, paga después son, de media, más propensos a estar endeudados y rotar sus tarjetas de crédito”, ha apuntado Quinlan en una nota a clientes. Por su parte, el Banco de España ha alertado que estos servicios pueden “provocar una falsa sensación inmediata de ahorro, y, por tanto, puede generar un riesgo auténtico de sobreendeudamiento si se financian varias compras con este sistema”.
Más personas compran ahora, y pagan luego
En España, estos préstamos a corto plazo —que dejan de lado al sistema financiero tradicional— son el método de pago con mayor crecimiento, y se prevé que aumenten a una tasa anual compuesta del 39% en los próximos cinco años, según la consultora WorldPay. No se trata de un fenómeno pequeño: el mercado de la financiación en punto de venta alcanzará, según esta misma consultora, los 700.000 millones de dólares en 2028. Una multitud de estas operadoras, como Klarna, Aplazame, SeQura y Affirm, han surgido al calor del bum de las compras por internet durante la crisis sanitaria.
Samantha Corpi, una estudiante de Ciudad de México se mudó a España en 2023 y empezó a usar Klarna para cubrir algunos de sus gastos iniciales. “Cuando llegué tenía que comprar una aspiradora, cafetera, una batidora, y otro tipo de cosas para casa”, cuenta a este periódico. Corpi ahora realiza compras habitualmente en Zara, Mango y Nike. “Creo que es una buena opción para jóvenes, es más cómodo pagar a meses”. El caso es parecido para Luis Beltrán, de Monterrey (México), que financió un vuelo en Iberia de Madrid a Ciudad de México en 12 pagos automáticos con Aplazame. La firma madrileña, a cambio de otros prestamistas de este carácter, realiza una evaluación de riesgo y no concede préstamos a clientes incluidos en alguno de los ficheros de morosos. Beltrán ha apuntado a este periódico que hasta ahora su experiencia con estas proveedores ha sido “mejor que con las tarjetas de crédito”.
Los millenials y la Generación Z se encuentran entre los grupos de edad con mayor porcentaje de deuda en tarjetas de crédito: casi el 60% de los millenials encuestados por la consultora PYMNTS afirman tener pagos pendientes en sus tarjetas de crédito, seguidos por la Generación Z, con un 45%.
Auge de operadoras
Esta tendencia mundial ha captado sobre todo la atención de jóvenes que tienen una percepción negativa de las tarjetas de crédito y los intereses que cobran. Klarna, un fintech con sede en Estocolmo con más de 2,5 millones de usuarios en España, es un claro ejemplo de esta tendencia: no cobra intereses por aplazar los pagos, pero sí por pagos morosos. La empresa sueca cerró 2023 con más de 7 millones de euros en préstamos impagados por clientes, un aumento del 16% con respecto al año pasado, según sus cuentas anuales. A diferencia de sus competidores, es una de las únicas operadores que sí informan a los reguladores de sus préstamos, y por tanto sí se reflejan en el historial crediticio del cliente. Además, la firma está inscrita en el registro de entidades de crédito del Banco de España, bajo su matriz, Klarna Bank.
Representantes de Klarna han confirmado a este periódico que ahora informan a los acreedores españoles, y que solo prestan a personas que puedan devolverles el dinero. “Utilizar Klarna no está garantizado, y no proporcionamos una línea de crédito abierta como las tarjetas predadoras”, explican fuentes de Klarna a CincoDías. “Somos un banco regulado con fuertes procesos de suscripción en todo nuestro negocio y porque asumimos todo el riesgo de impago. Antes de tomar una nueva decisión de préstamo, analizamos una serie de fuentes de datos diferentes, que incluyen el uso previo de nuestros productos, información de agencias de crédito y, en algunos casos, datos bancarios abiertos”, explican.
Entonces, si estas empresas no cobran intereses, ¿cómo generan dinero? Klarna, como la mayoría de estas firmas, ganan dinero cobrando a los comercios que ofrecen estas opciones de pagos a sus clientes, un coste similar a los que pagano los comercios por procesar transacciones con tarjeta de crédito, según ha confirmado la empresa. Además, otra parte de sus ingresos procede también de las comisiones de demora que cobran a los clientes que no tienen fondos suficientes en su cuenta bancaria.
El País de España