Aclaro: con el título de este artículo de opinión, en ningún caso me referiré a familia alguna en particular. Solo expreso lo que comentan y observo por estas calles de Dios. Porque, como mentaba mi abuela Candelaria de la Concepción González, “…lo que ocurre en el mundo no es cuento chino”. Es decir, ya en muchísimos lugares de este planeta que yo denomino la “Zaranda” que nos atormenta, muchos padres arremeten contra sus seres más queridos, como son sus hijos. Y, lo más triste, viceversa.
A ninguno les importa un comino si padeces alguna enfermedad, pues les da igual si mueres de mengua, quedas paralítico, te coge un ACV, estás pasando hambre, frío o cualquier calamidad. ¿Qué eres profesional? ¿Qué les inculcaste valores morales? ¿Qué te sacrificaste por ellos cuando los pariste? ¿Qué primero tú como madre y después tu hijo o hija? Nada de esa “vaina” importa. Lo que importa es que muchos ya han hecho su vida y crecen dentro de la miseria, el odio y el rencor. Para muchos, el perdón no existe. No hay corazón que sienta el amor de padres e hijos. No. Vemos como madres lanzan a un contenedor de basura a su vástago. (Disculpen las expresiones tan duras que aquí utilizo). Pero indigna. La sangre hierve como la lava de un volcán en erupción.
Igualmente, observamos a hijos asesinando, de la manera más vil, a su progenitora o progenitor para quitarle, por ejemplo, la herencia, el coche, la casa o cualquier otro bien mueble que le satisfaga para el resto de sus años. Craso error. Porque, como actúes en lo terrenal, las malas acciones se revierten. Y lo que considero mucho más delicado, es que muchas de las personas que actúan de manera compulsiva, lo hacen por mandato de un segundo o tercera persona. Se ciegan ante los demás. Y no es poca cosa, me comentaba un amigo que abordábamos el titular de una noticia: “Tragedia familiar: Hombre asesina a su hijo en presencia de su nieta de 2 años, en Cercado, Lima…” (Fuente: www.infobae.com/peru/2024/05/10/tragedia-familiar), pareciera que la locura está encerrada en la mente de cada ser humano.
Ahora bien, estas y otras acciones que nos acechan como seres malignos en la oscuridad, tiene como fin último, abrir nuestra capacidad mental para que la cordura, la concordia y nuestra nobleza (me incluyo) nos conduzcan a ser irracionales. Pero lejos están, quienes actúan de manera vil a la luz de nuestros semejantes, no hay espacio para hombres y mujeres de buena voluntad. A menos que haya una verdadera reflexión del daño que le causan a sus seres queridos y modifiquen su conducta. Sin embargo, cuesta un tanto, puesto que la segunda o tercera persona ya tiene por costumbre embaucar e inducir blasfemias, mentiras, odio, rencor, hasta maldiciones contra todo aquel que ose decirle las verdades. Hasta se enferman por la maldad que profesan. Porque sabemos que las mentiras tienen patas cortas. Aunque, quien está acostumbrado hacer mal, no le importa un carajo que digan sus defectos. Son felices por haber obtenido un triunfo mal habido. Esa es la gran verdad. No obstante, contamos con excepciones.
Es más, y ya casi para concluir, por lo general, los individuos de mente maligna que inducen a las personas nobles a “pecar”, lo hacen por el “cochino” dinero. Son ambiciosos, egoístas, zalameros, tramposos, viven de lo que le quitan indebidamente a los demás. En fin, algunos individuos solo vienen al mundo con la expresa intención de hacer daño. Merecen una patada por el culo. No les importa si tienen familiares que tal vez puedan seguir sus pasos dejando una huella indeleble con consecuencias nefastas. Dios quiera que no veamos más “locuras” en las familias. Es hora de una profunda reflexión. Se abre el debate.
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