La casualidad ha querido que en un mismo día coincidieran la muerte en accidente de helicóptero del Presidente iraní y de su Ministro de asuntos exteriores y la solicitud del fiscal de la Corte Penal Internacional para que se extiendan ordenes de detención contra el Jefe del gobierno israelí y tres dirigentes de Hamas por supuestos crímenes de guerra.
Hay pocas dudas sobre la causa de la muerte de los dos altos cargos iraníes. Ni en los despachos oficiales de Teherán, ni en los servicios de inteligencia extranjeros se ha deslizado siquiera hipotéticamente esa posibilidad. Algunos iraníes no terminan de entender que no se cuidara mejor la seguridad del Presidente, pero hay una explicación creíble para aceptar la tesis del accidente: el mantenimiento del material militar es muy deficiente en Irán, en gran parte debido a las sanciones internacionales, que han reducido la posibilidad de tener bien abastecido el stock de recambios, como señalaba en la BBC la veterana corresponsal Lizz Doucet.
Por otro lado, también se ha mencionado estos días la alta siniestralidad en Irán, una de las más altas del mundo (la carretera, por ejemplo, mata a 17.000 ciudadanos cada año, récord mundial). De nuevo, las sanciones explican parcialmente la catástrofe; a lo que se suma la incompetencia, la dejadez, el malestar y una crisis sistémica general.
Especulaciones poco creíbles
No obstante, el periodista irano-norteamericano Jason Rezaian, condenado por espía cuando trabajaba en Teherán como corresponsal del Washington Post, asegura que el ciudadano de la calle no deja de entregarse a todo tipo de conjeturas (1).
La autoría israelí ha sido la tesis conspiratoria preferida: no en vano, Israel ha matado a destacadas personalidades iraníes en los últimos años (científicos adscritos al programa nuclear y oficiales de la unidad de élite de la Guardia Revolucionaria, encargada de armas, adiestrar y apoyar a las milicias chiíes en los países árabes aliados o cooperadores). No parece que, tras el intercambio limitado de ataques mutuos del pasado mes de abril, en Israel hubiera mucho apetito de escalada. Salvo que se quisiera enviar un mensaje al Guía Supremo para recordarle la gran longitud del brazo ejecutor israelí. Demasiado forzado.
Otra hipótesis está relacionada con la oscura lucha por el poder en Irán. Raisi iba ser reelegido, de eso no cabía duda. Eso si Jamenei no moría antes y él hubiera sido el elegido, como se rumoreaba, para convertirse en el nuevo Guía Supremo. Había otros candidatos, desde luego, entre ellos el propio hijo de Jamenei, Mojtaba. Pero esta opción era arriesgada: una sucesión dinástica convertiría al régimen islámico en una réplica de la Monarquía persa que la revolución abolió en 1979. Estéticamente horrible (2).
En realidad, la República Islámica hace tiempo que dejó de ser un régimen republicano, si lo fue, en puridad, alguna vez. Que una facción contraria a Raisi hubiera tenido siquiera la posibilidad de orquestar su muerte resulta verdaderamente retorcida. Tampoco es plausible girar el dedo hacia Jamenei, en el supuesto caso de que éste no estuviera contento con su gestión o prefiriera quitárselo de en medio para facilitar el camino a su hijo.
Por encima de este ramillete de especulaciones febriles, lo más lógico y probable es que, en esta ocasión, el régimen haya dicho la verdad y estas muertes se hayan debido a un simple accidente.
Escasas consecuencias
Más allá de esto, los análisis en Occidente se han centrado en considerar los efectos de lo ocurrido. Raisi tenía un historial represivo abrumador desde sus primeras tareas oficiales como fiscal en la década de los ochenta. Pero era una figura gris. En Irán, la Jefatura del Estado es subsidiaria de las decisiones del Guía Supremo. Es el Ayatollah Jameini quien fija la política interior y exterior del país. Raisi era una suerte de mano derecha, de ejecutor en jefe. El Vicepresidente Mokhber ha asumido el cargo de manera interina, pero habrá elecciones el 28 junio (50 días después de producida la vacante, como fija la Ley). El Consejo de Guardianes, una institución clave que selecciona a los candidatos, establecerá quienes son los elegibles. No hay duda de que será de nuevo un ultraconservador como Raisi. Los moderados −y qué decir de los reformistas− han sido completamente expulsados del juego político. Las disputas, de haberlas, serán de nombres, no de políticas (3).
En cuanto a la diplomacia, a Abdollahian le ha sucedido Alí Bagheri, a la espera de que se forme el nuevo gobierno, tras la elección presidencial. Bagheri fue el jefe del equipo que negoció el día a día del acuerdo nuclear con Estados Unidos (cuando el asunto tomaba altura política, el entonces Ministro de Exteriores, Mohamad Javad Zarif, asumía el mando).
El fallecido Abdollahian tenía un perfil más militante, muy vinculado a la Guardia Revolucionaria y, por tanto, supervisor del llamado “eje de la resistencia”, la coalición de Estados y milicias proiraníes en la región.
En cambio, el sustituto carece de ese bagaje. Sus antecedentes diplomáticos no deben inducir a pensar, según los analistas occidentales, que Jamenei se esté planteando recuperar las negociaciones nucleares, ahora que Irán está a punto de alcanzar el umbral del arma atómica (5). Pero su entendimiento razonable con el equipo de Kerry en 2015 podría indicar que el Guía no quiere tensiones adicionales con esta administración demócrata, a la espera de lo que ocurra en noviembre en Estados Unidos.
El régimen seguirá cerrado sobre sí mismo, enredado en las maniobras habituales de los distintos sectores del poder por mejorar posiciones. En el exterior, se supone que seguirá y abierto a sus nuevos socios condicionales en el exterior (Rusia y China), conciliador con Arabia, Turquía y la India y hostil pero comedido frente a Israel. (6)
Netanyahu, señalado
La decisión del Fiscal de la Corte Penal Internacional de solicitar al Tribunal que extienda orden de arresto contra Netanyahu y tres dirigentes de Hamas por supuestos crímenes de guerra ha causado un enorme furor mediático en Israel y en Estados Unidos, como era de esperar. La reacción israelí ha sido de desprecio hacia un Tribunal que nunca ha reconocido. Tampoco EE.UU.
Biden, por su parte, ha vuelto a demostrar que, cuando aprietan las cosas, se olvida de sus regañinas electoralistas y se alinea férreamente con Israel. Al calificar de “escandalosa” la petición del fiscal no hace más que recuperar su política de apoyo prácticamente incondicional a Israel. En Europa, ha habido reacciones distintas, como también es de rigor. Berlín se ha colocado en la misma onda que Washington y París se ha mostrado respetuoso con la CPI.
Por tanto, la noticia ha sido más mediática que política o diplomática. Aún en el caso de que los jueces decidieran aceptar la solicitud del fiscal, Netanyahu no debe preocuparse mucho por su suerte. Más amenazante debe parecerle el peso de la justicia israelí: los tres procesos que se siguen contra él por corrupción, tráfico de influencia y abuso de poder están pendientes de resolución. La cuenta atrás volverá a activarse cuando deje de ser Primer Ministro, algo que puede estar más cerca de lo que a él le gustaría.
Netanyahu está cogido en una pinza formada por sus aliados coyunturales. De un lado, los generales en activo o en la reserva, ahora con responsabilidades en el Gobierno de unidad, que le piden un cambio en la estrategia presente y futura para Gaza (7); de otro, los religiosos fanáticos sionistas que exigen continuar con la campaña militar sin contemplaciones y rechazan cualquier acuerdo con árabes y palestinos para la administración de la Franja concluida la guerra.
Netanyahu es un experto en situaciones límite. Ha pasado por muchas de ellas y se le ha dado por muerto políticamente en no pocas ocasiones. Pero su margen de maniobra ya se ha reducido muchísimo. La carnicería de Gaza le ha colocado en la galería de los criminales de guerra incluso en aquellos lugares donde se le podía criticar, pero no descalificar hasta ese punto. Que Biden se vea obligado a reprenderle cuando se empeña en no escucharlo es la menor de sus preocupaciones. No haber sido capaz de recuperar a los rehenes lo coloca en posición abierta de debilidad ante el electorado israelí, que puede querer mano dura pero prefiere otros ejecutantes: esos generales que sólo pueden ser considerados como moderados si les compara con el actual Primer Ministro. Gaza fue en su momento una oportunidad para el enésimo retorno del Fénix. Pero ahora puede ser la causa de su caída definitiva.
Notas:
(1) “What killed President Ebrahim Raisi? Iranian have theories”. JASON REZAIAN. THE WASHINGTON POST, 20 de mayo.
(2) “La mort du président iranien Ebrahim Raisi ne devrait pas bousculer les équilibres de ‘l’ axe de la résistance’”. HÉLÈNE SALLON. LE MONDE, 21 de mayo.
(3) “The death of Iran’s President will spark a high-stakes power struggle”. THE ECONOMIST, 19 de mayo.
(4) “Aggression or caution: The choice facing Iran’s next leaders”. DAVID SANGER. THE NEW YORK TIMES, 20 de mayo.K
(5) “The day after Iran gets the bomb”. STEPHEN M. WALT. FOREIGN POLICY, 14 de mayo.
(6) “What Raisi’s death means for Iran’s future”. JASCK DETSCH. FOREIGN POLICY, 20 de mayo.
(7) “Israël: l’ armée et Benyamin Netanyahou en profond désaccord sur la guerre à Gaza”. LOUIS IMBERT (Corresponsal en Jerusalén). LE MONDE, 17 de mayo; “The revolt against Binyamin Netanyahu”. THE ECONOMIST, 19 de mayo.