Paul Krugman: Los Estados Unidos sigue sufriendo una ‘vibracesión’

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Si Donald Trump gana las elecciones, la razón principal será seguramente que la mayoría de los votantes cree que la economía de Estados Unidos va mal. Y por mucho que se tema un segundo Gobierno de Trump, la derrota electoral de un presidente en ejercicio que se considera que preside una mala economía es, al menos en un sentido, lo normal en política. Sin embargo, según los indicadores normales, la economía estadounidense no va mal. De hecho, va bastante bien, mejor que la de casi todas las economías mundiales. Da igual lo que digan las estadísticas oficiales, pensarán ustedes; si la gente cree que le va mal, cuando se trata de la economía, el cliente siempre tiene razón.

Pero aquí está el truco: cuando se les pregunta, la mayoría de los estadounidenses no dicen que les vaya mal. Al contrario, un sondeo tras otro revela que la mayoría de los votantes se sienten optimistas respecto a su situación económica personal, aunque insistan en que la economía en general va fatal. Algunas encuestas también hacen una pregunta intermedia: ¿en qué estado está la economía local? Y los entrevistados suelen mostrarse mucho más optimistas respecto al estado de su economía que respecto al del país en su conjunto. Permítanme ser franco: no quería volver a escribir sobre este tema. Llevo más de dos años insistiendo en él y ustedes me han aguantado. Pero, en conciencia, creo que debo decir algo sobre dos nuevas encuestas que parecen hacer aún más palmaria la paradoja de las mala percepciones económicas.

Antes de pasar a esas encuestas, déjenme que les diga que, en cierto modo, el debate sobre las causas del pesimismo económico ha evolucionado sustancialmente con el tiempo. Cuando escribí por primera vez que existía una desconexión entre las percepciones y la realidad económica, creo que mucha gente rechazó el argumento. Sin embargo, en el transcurso de 2023, a medida que la inflación caía rápidamente mientras la economía desafiaba las predicciones de recesión, parecía que cada vez había menos analistas económicos insistiendo en que las cosas iban realmente mal, y más reconociendo que algo extraño estaba ocurriendo: una vibracesión.

Sin embargo, fuera del mundillo de los comentaristas económicos, a menudo tengo la sensación de estar dándome cabezazos contra la pared. Los diálogos suelen transcurrir más o menos así:

Yo: “La gente afirma que la economía es terrible, pero que su situación financiera personal es buena. Es un poco extraño”.

Detractor: “Está diciendo que la gente debería sentirse bien porque las estadísticas oficiales son buenas, ignorando su experiencia vivida. Buena suerte con eso”.

Yo: “No, eso no es para nada lo que estoy diciendo. Olvídese de las estadísticas oficiales. La cuestión es que si se pregunta a la gente sobre su propia situación —es decir, por su experiencia vivida—, se muestra bastante optimista. Pero sigue afirmando que la economía, en general, va mal”.

Detractor: “O sea, que lo que le está diciendo a la gente es que las estadísticas técnicas importan más que su experiencia vivida”.

Suspiro.

Sobre esas encuestas recientes: el patrón oro para evaluar las percepciones económicas es la encuesta anual de la Reserva Federal sobre el bienestar económico de los hogares estadounidenses. Los resultados de la última, llevada a cabo en octubre, acaban de publicarse y, aunque hay mucha información en el documento —en particular, las familias con hijos parecen haberse visto muy afectadas por el fin de las ayudas financieras de la época de la pandemia—, la principal conclusión no ha cambiado mucho. La mayoría de los estadounidenses siguen afirmando que les va bien económicamente, pero creen que la economía nacional va mal, al tiempo que se muestran considerablemente más optimistas respecto a la economía local.

¿Acaso no ha sido siempre así? No. Como señala el informe, “la brecha entre las percepciones de las personas sobre su bienestar económico y su percepción de la economía nacional casi se ha duplicado desde 2019″. Y estos resultados coinciden con lo que nos dicen los entrevistadores. Por ejemplo, según el último sondeo de la Universidad de Quinnipiac llevado a cabo en Wisconsin, el 65% de los votantes registrados allí afirman que la economía nacional no va muy bien o va mal, mientras que el mismo porcentaje responde que su situación económica personal es buena o excelente.

Y luego está la nueva encuesta de Harris Poll realizada para The Guardian. El titular es que el 56% de los estadounidenses creen que nuestra economía —que crea cientos de miles de puestos de trabajo cada mes— está en recesión. Pero es posible que “recesión” no signifique lo mismo para la mayoría de la gente que para los economistas. Lo que es más difícil de racionalizar es que aproximadamente la mitad de los entrevistados crea que el desempleo, que sigue estando cerca de su nivel más bajo en 50 años, está en su nivel más alto en 50 años o, lo que resulta todavía más sorprendente, que los precios de las acciones —que han batido récords— han estado cayendo. Seguramente esperarán de mí una explicación de lo que está ocurriendo y una estrategia para que los demócratas den la vuelta a la situación. Sin embargo, en estos momentos, resulta increíblemente difícil precisar de dónde proceden las opiniones negativas sobre la economía. Y me guardaré los consejos políticos para otra columna.

Por ahora, limitémonos a decir que, aunque las percepciones negativas sobre la economía son un problema importante para el presidente Biden, es un tipo de problema muy peculiar. En realidad, la economía no va mal; de hecho, va extraordinariamente bien. Es más, la mayoría de los estadounidenses (aunque, por supuesto, no todos) se sienten bastante satisfechos con sus finanzas personales. Pero, por alguna razón, la sensación generalizada es que la economía va mal, y esa sensación —no la realidad económica, ni siquiera la experiencia personal— es lo que está perjudicando a la campaña de Biden.

 

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