La reciente visita del presidente ruso Vladimir Putin a China –su primer viaje al extranjero desde que fue “reelegido”– pone de relieve un cambio en curso en el orden mundial. Ha surgido una nueva alianza en el continente más grande del mundo, que comprende a China y Rusia, así como a Corea del Norte. Este nuevo bloque autoritario, resultado directo de la guerra de agresión de Rusia contra un vecino más pequeño, representa un importante desarrollo geopolítico que tendrá consecuencias de gran alcance.
El Kremlin tiene como objetivo extinguir a Ucrania como país independiente y, eventualmente, anexionarla. Occidente ha respondido con fuertes sanciones y restricciones comerciales contra Rusia, lo que ha llevado a un colapso casi completo de las relaciones comerciales y de las exportaciones energéticas rusas a Europa. Eso creó una oportunidad para que China llenara el vacío en el comercio exterior de Rusia. Debido a que el Kremlin necesitaba urgentemente mantener sus ingresos por exportaciones de energía para financiar la guerra, China (así como India) aprovechó la oportunidad para importar hidrocarburos con un gran descuento.
Pero China se cuidó de no provocar sanciones adicionales. Se abstuvo de realizar entregas directas de armas y tecnología sensible, para no socavar aún más sus ya tensas relaciones comerciales con Estados Unidos. China sigue dependiendo en gran medida de Occidente, y especialmente de Estados Unidos, para la tecnología de punta, y sus líderes no quieren poner en peligro las ventas de las empresas chinas en los mercados occidentales. Así, ha respondido a la crisis de Ucrania con una tenue política de vaivenes: aumentar su alineamiento con Rusia manteniendo al mismo tiempo la neutralidad formal en la guerra y respetando las líneas rojas de Occidente.
Tras el fracaso del ejército ruso en su intento de apoderarse de Kiev o de lograr la mayoría de sus otros objetivos en 2022, la guerra se ha prolongado, poniendo al Kremlin en una confrontación cada vez más intensa con los gobiernos occidentales. Estos últimos ven el ataque a Ucrania como simplemente el comienzo de un esfuerzo más amplio para desafiar la hegemonía occidental, mientras que Putin lo ve como una forma de revisar el resultado de la Guerra Fría y recuperar el estatus de Rusia como potencia mundial.
Pero las élites rusas que rodean a Putin se engañan a sí mismas si piensan que un conflicto con Estados Unidos y sus aliados restaurará la gloria nacional. Rusia no tiene ni el potencial económico ni el tecnológico para sostener una confrontación de este tipo. Ha sufrido años de estancamiento económico y sigue lastrado por un enorme déficit de modernización. Putin no ha hecho absolutamente nada por el país, aparte de convertirlo en un socio menor dependiente de la nueva superpotencia china.
Si bien los delirios de grandeza de Putin obviamente contrastan con la política más cuidadosa de China, su reciente visita a Beijing sugiere que la relación chino-rusa se está fortaleciendo. Con el surgimiento de un bloque autoritario que abarque el norte de Asia, la crisis en Ucrania podría convertirse en una confrontación global a gran escala.
Pero incluso si se evita una confrontación abierta, los contornos de una nueva bifurcación global ya son visibles. Grandes partes del Sur Global tenderán a ponerse del lado del bloque autoritario del norte de Asia, en parte debido a los propios errores pasados de Occidente y a su ignorancia de larga data sobre estos países. Dentro de este amplio grupo, Irán desempeñará un papel particularmente importante, dada su centralidad en el “Eje de la Resistencia” en Oriente Medio y su búsqueda de la hegemonía regional.
Dado que estos cambios se producen a expensas de Estados Unidos, desafiarán el papel de Estados Unidos como la principal superpotencia mundial y lo obligarán a intensificar su participación en los dos teatros de guerra actuales: Ucrania y Oriente Medio. En el caso de Oriente Medio, ya hay indicios de que Estados Unidos podría entrar en un pacto de seguridad más estrecho con Arabia Saudí, una perspectiva que había rechazado anteriormente.
En conjunto, la invasión de Ucrania en 2022, la formación de un bloque autoritario en el norte de Asia y el ataque de Hamas a Israel el otoño pasado parecen haber puesto fin al período de retirada estadounidense que comenzó después de su desventura en Irak.
Los estrategas y los responsables políticos en Washington se han dado cuenta de que el reordenamiento en curso del mundo tiene que ver principalmente con el papel de Estados Unidos -y su futuro estatus- como la principal superpotencia. Con la nueva carrera por lograr el dominio de la inteligencia artificial y otras tecnologías del futuro, este proceso tiene que ver tanto con la innovación, la economía, la inmigración y la educación como con la geopolítica. Una nueva rivalidad entre dos sistemas fundamentalmente diferentes impregna ahora todos los niveles de los asuntos internacionales.