Carlos Ñáñez: Caos eléctrico e incompatibilidad con la vida, el signo de estos tiempos electorales

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Tan lejos como podamos discernir, el único propósito de la existencia humana es el de encender una luz en la oscuridad del ser. Carl Jung.

Estos casi seis meses del 2024, un año marcado por el horror en tiempos electorales, han transcurrido bajo las formas de un verdadero colapso en materia de restricciones al gasto público. Los salarios del sector de la administración gubernamental siguen siendo ridículamente bajos, sumamos dos años sin ajustes salariales.

Pero el signo más evidente de este descalabro multifactorial lo constituyen la provisión del servicio eléctrico, la cual puede calificarse de trágica al suponer la incertidumbre total ante los continuos cortes eléctricos que se realizan sin cronograma alguno, impidiendo que cualquier solución paliativa mitigue el impacto en términos del bienestar individual de los ciudadanos, el efecto regresivo en las productividades individuales, el normal desempeño de la vida y la inextricable relación entre estos eventos con el sostenimiento de cualquier amago de recuperación.

La energía eléctrica y la corporación que la presta en nuestro es país, son un monopolio natural. Cualquier actividad complementaria que inventemos los ciudadanos no deja de ser paliativa, insostenible. En resumidas cuentas, costosa e inútil, los costos de transacción para pagar por un pésimo servicio son elevadísimos. Una planta eléctrica de muy baja potencia para mantener una nevera encendida, un ventilador y un televisor, ronda entre los 1500 a 1800 dólares, es decir 65.58 veces el salario de un venezolano.

En términos del avieso y engañoso término de ingreso mínimo, representaría 14 veces este ingreso. A ello hay que sumar el coste del combustible, que es escaso y se encuentra en los mercados grises que abundan en esta economía del autoengaño, la mentira y el dolo. La economía de las burbujas, de las elites en el poder y sus groseros privilegios, “la élite que nos gobierna o se colude con los poderosos gozan de altos estándares de vida”.

Sí seguimos buscando cómo escapar de este tormento de la energía eléctrica, podríamos pensar en un inversor, un prodigioso invento que no requiere de combustible es inoloro e insonoro y hasta estéticamente agradable con este país de posverdades. El costo de este aparato con baterías de gel de 2.800 dólares, impensable para la mayoría de venezolanos, supondría 848,5 veces el salario mínimo y en términos del confuso ingreso 22 veces este concepto, además el tiempo de autonomía es de cinco horas y hablamos que los cortes promedian un total de seis horas.

Las salidas alternas no nos brindan tranquilidad, las pérdidas en términos de daños a los electrodomésticos y las líneas eléctricas de los hogares son incalculables.Insisto, el mecanismo para pagar por este pésimo servicio es también complejo, una plataforma que hace llegar códigos a los dispositivos de comunicación, para lograr liquidar el monto de la factura, que es en sí misma un oxímoron.

Las colas de ancianos en las ineficientes agencias de Corpoelec dan cuenta de la “hipnosis del alma, ese daño antropológico que nos afecta en miedo e indiferencia”. Las colas en estas sedes para pagar se hacen sin energía eléctrica, mientras las oficinas se alimentan de improvisadas plantas eléctricas. Un vaho a humo resume el fracaso de este país, en materia de servicios públicos, el latrocinio de más de 1.000 millones de dólares y el abandono del Sistema eléctrico nacional ( SEN).

Los horrores se profundizan, el uso de la Ven App, un mecanismo de control y burla:
Sí luego de cumplir la dosis de incomodidad que nos propina la Patria, vuelve el servicio, mientras una población extraviada e ignorante aplaude y da gracias a Dios, puede producirse un evento normal en un sistema abandonado al garete, la temida explosión de un transformador.

Esto se convierte en una verdadera oda a los costos de transacción, propios de Coase y de Pigou, este evento supone que las cuadrillas de la Corporación sin ninguna protección, equipos o herramientas, le recomienden ingresar a una aplicación de internet, la Ven App, en la cual usted coloca la solicitud y el lapso de espera puede oscilar entre 35 días a 90 días sin el servicio o a media fase, en un Estado cuyas temperaturas superan los 30 grados centígrados.

El arbitraje se vuelve norma y los habitantes acuden a las cooperaciones pecuniarias, obviamente en divisas, para comprar un repuesto que requiere saberes técnicos para su adquisición, aquellos quienes no pueden deben esperar.

Nunca se sabe sí es racionamiento, falla o un colapso general. Las soluciones se reducen a economizar el servicio, la culpa de esto es ahora de las granjas de criptomonedas en el estado, la mayoría levantadas bajo la protección del gobierno. Pero siempre hay un enemigo externo, nunca jamás asumirán el robo que han realizado sobre los dineros que debieron invertirse en un sector estratégico y se desviaron a los botines de los jerarcas de esta revolución.

La productividad del escaso sector privado comercial y de los pequeños empresarios, se afecta por la crisis del ingreso, el empobrecimiento de la población, aunado a un terrible suministro eléctrico

¿No incide en los rendimientos de una empresa esta situación? La respuesta es una aplastante afirmación a cualquier intento por morigerar esta innominada situación. La calidad de vida minada por la pobreza del ingreso, se presenta cuál ulcera sangrante al no poder realizar las labores mínimas cotidianas, dictar una clase a distancia, enviar un correo, hacer una asignación escolar o laboral sin una odisea.

¿Entonces de cual bienestar hablamos? El bienestar se mide en la dimensión de los servicios públicos y el asunto de la energía eléctrica se les escapó de las manos desde 2010 a esta caquistrocracia instalada en el poder desde hace 26 años. Son mas de dos décadas de horror, los italianos soportaron 600 días de horror en la república de Saló, nosotros hemos envejecido bajo este yugo y vemos perderse nuestras vidas en la oscuridad fáctica y simbólica.

En nuestro país se acostumbra a decir, ¡ Se fue la luz! Y esta frase tiene una connotación que va más allá de la simple semántica. Nos quedamos a oscuras desde 1998, todavía hay quienes se revuelcan en el lodo pastoso de esta oscuridad, para gozar las bondades del horror.

Finalmente, esperamos vuelva la luz de la libertad, la decencia, el honor y la libertad, para que descansemos de estos mustios años y el alma de Bolívar pueda bajar al sepulcro, aunque bajo la oscuridad y al amparo de esta hasta sus restos fueron revueltos. Esperemos regrese pronto la luz, esa que se nos fue cuando votaron por la ira y la venganza.

@carlosnaezr – IG @nanezc

 

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