Oscar Fuenmayor: Reunión secreta a 100 metros bajo tierra

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Testimonio directo de un infiltrado en una dramática reunión secreta (realizada en un bunker secreto a 100 metros bajo tierra), quien tuvo que arriesgar su propia vida burlando anillos de seguridad nacionales y extranjeros, además de furiosos colectivos armados hasta los dientes.

El informante prefirió mantener en secreto su identidad; más o menos como sigue describió el desarrollo de la urgente reunión:

«Camaradas y camarados…» saludó muy circunspecto el Emperador.

Como cosa rara no bailó con su primera dama como era la costumbre antes de iniciar una reunión, como solía hacer para mostrar que aun eran un gobierno feliz a pesar del cambio que venían anunciando los tiempos.

Una calma tensa flotaba en el ambiente; oscuras inquietudes encogían el corazón de los cooptados; más de uno palpó su billetera instintivamente, como en un gesto de confirmación de que todo estaba bien y que todavía estaban en el poder.

Habló el Emperador, amo y señor de todos los poderes.

«Según nos dicen los astros y las encuestas, … y la gente en la calle, la cosa se está poniendo pelúa, … y oscura …, porque descuidamos el sistema eléctrico, porque matamos la gallina de los huevos de oro, porque los votos no tienen agua ni luz, ni transporte público, ni medicinas ni salud y porque están muriendo de hambre en la oscuridad por falta de salario…  está escrito en los tiempos, estamos perdiendo el poder»

La voz del mandatario sonaba hueca y quebrada, presagiando graves augurios; el sobresalto fue unánime; se oyeron algunos lamentos.

─ ¡Ave María Purísima!

─ ¡Esto se lo llevó quien lo trajo!, dijo uno.

─ ¡Sálvese quien pueda! Yo me voy a Turquía, masculló otro.

Y continuó hablando el Emperador:

«Por las señales que se están viendo el pueblo ahora quiere votar … y castigar … esto es muy malo para nosotros, …»

Fue interrumpido de nuevo por súplicas nerviosas.

─ ¡El pueblo nos va a castigar! y no he terminado de pagar una de mis cinco camionetas 4×4,

─ ¡Que Baltasar Porras nos agarre confesados!

─ ¡Por Dios Emperador!, ¡Invente algo… ¡

«Casualmente, camaradas y camarados, ya hemos inventado bastante pero parece que nada nos sale bien; … inventamos las inhabilitaciones y cerramos el camino a los maestros, a los universitarios, a la izquierda trasnochada, a los trabajadores y a los pensionados y jubilados para que se abstuvieran al no tener por quién votar. … pero ahora se nos metió por los palos un señor…, quien a veces, ni siquiera viene él mismo a hacer campaña sino que lo traen en un afiche … así y todo la gente lo quiere y lo apoya… es una amenaza inusual y extraordinaria para nuestra seguridad… no hemos podido torcerle el brazo, no lo podemos parar ni con la ley del odio ni con la ley antifascismo …»

«Protéjanos Emperador …. no nos deje caer fuera del poder y líbrenos del mal» se oyó gemir a alguien.

El Emperador siguió hablando, lentamente, parecía arrastrar las palabras.

Acariciándose los bigotes dijo algo como:

«Pero vamos a tener que hacer más cosas feas,… por ahí mandamos a cerrar un negocio porque le vendieron 45 empanadas al enemigo, las iban a compartir en un desayuno; eso no podemos permitirlo, es una conspiración…  »

«Tenemos que hacer como sea, pero no podemos entregar» interrumpió uno que parecía militar.

«Es verdad, tenemos que hacer como sea» prosiguió el dueño y señor de todos los poderes y del Arco Minero. “Por eso le retiramos el permiso a la Unión Europea que quería husmear en nuestros asuntos por si acaso aquello de que el que no gana arrebata … Pero además de cerrar negocios populares que venden empanadas, estamos cerrando calles y avenidas para evitar que se desplace ese señor que con su carita de yo no fui nos puede quitar del poder …  también hemos aplicado medidas coercitivas unilaterales a hoteles por donde ha pasado el señor en persona o en afiche, … tenemos que enfrentar como sea esa amenaza inusual y extraordinaria, nos estamos jugando a Rosalinda …»

Ante esas arrebatadoras palabras hubo reacciones de euforia.

─ ¡Así! ¡Así! ¡Así es que se gobierna!

─ ¡Larga vida al Rey! ─bramó una voz.

─ ¡Te queremos Benemérito!

─ ¡Viva el Emperador!  Gritó alguien desde algún rincón de aquel bunker bajo tierra.

─ ¡Sí, que viva!, hasta el 2050 y más allá.

─ ¡Abajo la Constitución!  …

« Ahora sí, vamos a bailar» fueron las últimas palabras de su retórica, quizá para infundir el ánimo perdido ante lo que se ve en el horizonte cercano.

 

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