Javier García: La fuerza tempestuosa de las calles

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El odio nunca ha sido una fuerza de trascendencia, a pesar de que en determinado momento, alguno, atrapado por este sentimiento, empujado por tan pobres motivaciones, haya alcanzado algún propósito usufructuándolo temporalmente.

El fin no justifica los medios, y hoy hasta Nicolás Maquiavelo pelea con la historia desdiciendo haber sido el autor de esta frase tan desdichada que ha atravesado los tiempos, con la cual muchos han pretendido justificar sus prácticas alejadas de la ética, la moral y las virtudes humanas. El fin y los medios se funden en un mismo todo.

La política, la búsqueda y ejercicio del poder político solo puede tener un sentido que trascienda, y esto solo puede ser al servicio de la evolución humana, de los seres humanos. Es un poder útil al ciudadano, a la sociedad y sus diferentes sectores, porque les pertenece.

El ejercicio depravado de la política y del poder político, para corromper, oprimir, para implantar un régimen de terror, de corrupción, de bacanales, para lucrarse, para encumbrarse en el control, cimentando su permanencia en el mismo sobre mecanismos criminales, puede muy bien abanderar esa frase repudiada por el gentilicio de los pueblos del mundo, con la que los representantes de la desnaturalizacón de la política intentan justicar sus oscuras prácticas.

¿ Qué puede esperarse de quienes detentan el poder político a la fuerza, opuestos a la mayoritaria soberanía de los pueblos, utilizando los métodos más desvergonzados, inescrupulosos y ruines?

Que el fin justifica los medios, obviamente si, para ellos. Es un poder innoble que no genera frutos. Nada que pueda apreciarse; por su propia naturaleza criminal niega toda obra benévola que merezca recordarse.

El poder político, el ejercicio de la política, ha de ser como la genuina democracia; o está al servicio del pueblo, por el pueblo y para el pueblo como diría Abraham Lincoln, o no es democracia. Para este propósito, para este proceso benévolo, de existencial trascendencia el fin y los medios se funden en uno solo. Es el concepto en el cual creemos. Abrazamos lo que ha dicho Marco Tulio Cicerón el cual asocia la política a los métodos de la nobleza humana. No puede ser un concepto frío, lleno solo de cálculo, sino que no tiene ni tendría sentido sino está motivado por una forma de amor extraordinaria; el amor por el pueblo, por la patria, por el país, por la nación, por Venezuela, es un amor desprendido, elevado a las alturas de las virtudes humanas. El resto es el estudio, el análisis, la compresión de las realidades, de las formas, de las fuerzas que interactuan en el escenario. Significa metodizar esa lucha sin que se pierdan los principios y valores que nos mueven, nos llenan, por los cuales no podemos poner chivos en lugar de caballos y adicionalmente detrás y no delante de las carretas. Ni hipotecar el superior propósito que buscamos.

La política solo obedece a objetivos nobles

Hoy estamos conscientes de la lucha que enfrentamos, con certezas del país que deseamos.

Percibimos y celebramos que la nación sabe que esta batalla va más allá de una fecha. Que el 28 de julio puede ser la antesala de una nueva etapa, que debe encontrarnos en posición de alerta.

No podemos perder de vista ningún detalle, no hay razones para guardarnos nada; ningún aporte sobra. Y como la realidad está a la vista. Solo nos queda llevar hasta el final lo que todo el mundo percibe.

Todas las voces a una sola. Por encima de cualquier nota desafinada. Estar atentos, reagruparnos. La agenda pendiente manda. Sabemos lo que queremos, y lo que está ocurriendo. Apenas debemos resolver esos detalles para cerrar la tonada.

Alguien podría colorear un mapa con los colores que quiera, pero la voluntad de cambio del pueblo está sellada; es la que se siente en todas las calles de Venezuela.

La voluntad de cambio del país es firme, férrea y su fuerza tempestuosa se siente en las calles.

 

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