Rusia ha resaltado en la historia, la primera ante Napoleón y la segunda ante Hitler. Las características del territorio ruso ayudaron a la derrota de estos invasores. Y al igual que ante Napoleón y Hitler, los campesinos quemaron sus cosechas cuando Lenin ordenó su confiscación. Maravillado por el tren que unía el este con el oeste en Norteamérica, el zar Nicolás II ordenó construir el tren transiberiano, el más largo del mundo. El incalculable costo en vidas humanas, no tuvo la menor importancia.
Las primeras dinastías imperiales rusas fueron la rural de los Boyardo y luego la más europea de los Romanoff. El hecho que la cristiana Bizancio y su influencia en Rusia, con su iglesia ortodoxa y su águila bicéfala, volvieran a sustituir al escudo de la hoz y el martillo comunista, lo demuestra todo. Nunca ha sido influencia realmente la ideología socialista.
Esta doctrina de los círculos europeos, llegó por el azar en medio de la profunda crisis de la sociedad rusa de comienzos del siglo 20 y en circunstancias favorables. Y a pesar de la actual incursión capitalista post soviética, dominada por los ex-miembros de la milicia y del partido, la sociedad rusa sigue siendo un país tradicionalista, religioso, con profundas contradicciones y resentimientos con Europa.
El ancestral conflicto de las tradiciones rusas con las de la modernidad de su vecina Europa, es la que ha marcado el camino de su historia. Un grupo aboga por la unión con Europa y otro que quiere permanecer fiel a sus tradiciones. Esto ocurre desde los tiempos de Iván “el terrible”, Mijaíl I, el primer Romanoff, y el de Pedro I “el cruel” que sentó las bases de la nueva Rusia, al introducir los adelantos de Europa en su región, llegando hasta prohibir los atuendos y hábitos originarios de sus habitantes.
Catalina la grande de Rusia, de origen alemán, introdujo la cultura y el arte. Intentó remodelar a Rusia tal como el imperio romano y creó el “Hermitage” un gigantesco museo inédito para su época, al que no acudía nadie. El último Zar, Nicolás II, asesinado por la revolución, también sacrificó millones de sus ciudadanos con las mismas ansias de expansión territorial.
La continuidad en esa idiosincrasia rusa, lo confirma el hecho del comunismo expansionista soviético cuando invadió, saqueó y maltrato a Polonia, Checoeslovaquia, Rumania, Bulgaria, Albania, países que sufrieron su yugo. En esos países, el odio hacia los rusos es inmenso. Daniel Ortega le colocó una ofrenda a Stalin, símbolo del liderazgo revolucionario latino, como reflejo de sus propias miserias intelectuales.
En su intento de expansión del imperio en el pacifico, Rusia choca con los intereses del Japón quien los derrotó militarmente de una manera humillante en 1905. Este fracaso hace que una sociedad descontenta por la monarquía y los estragos de la guerra, se manifieste en Moscú. Esto será capitalizado por la agitación de los comunistas. Luego de ser derrotados en la primera guerra mundial y fusilar al zar Nicolás II, se impone el comunismo soviético, una nueva era de autocracia, igual de cruel e indiferente.
El imperio de los zares duró 3 siglos y el comunismo solo 80 años, y así como en 1917 se destruyeron todos los símbolos de los zares, en 1991 se destruyeron todos los símbolos del comunismo, con el agravante que, con este último se desmembró el imperio ruso por primera vez en su historia. Tarea que el neurótico de Putin, intenta retomar para devolverle a Rusia sus glorias pasadas. Rusia, nunca ha sido una sociedad democrática, siempre ha estado sometida al poder centralizado de sus gobernantes, sean estos Zares, dictadores comunistas o presidentes autocráticos.
La última reelección por 4to período consecutivo de Putin, solo refleja la verdadera naturaleza de la idiosincrasia política de los rusos. Rusia mantiene vivo su ancestral resentimiento de no poder influir en Europa, ahora ni en Asia, porque allí mandan los chinos. Su actual cinismo político y su vínculo con gobiernos forajidos, a cambio de protección y la venta de armas, son las consecuencias de su tradicional anhelo de expansionismo. La invasión a Ucrania así lo demuestra.
El zar Alejandro llegó a las puertas de Berlín… yo deseo ir más allá.… Stalin 1945.