Rafael Gallegos: Cúcuta, terremoto y petróleo (y II)*

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La Petrolia del Táchira, empresa de barineses emigrados.

Al Dr. González Bona no le costó mucho convencer al también barinés Manuel Antonio Pulido y Pulido,  propietario de la hacienda La Alquitrana, para asociarse y conformar una empresa petrolera. Manuel Antonio Pulido y Pulido, descendiente de familia de próceres y espantado de barinas por la Guerra Federal, había comprado La Alquitrana. Era un hombre de inquietudes intelectuales cuya firma de articulista reposaba en innumerables  periódicos de la zona.

También se convirtió en accionista el general José Antonio Baldó, escritor y empresario, igualmente espantado de Barinas por la Guerra Federal, como los otros socios Manuel Maldonado, J. R Villafañe y Pedro Rafael Rincones.

En 1878, el gobierno de Linares Alcántara les otorgó el derecho para explotar “un gran globo de terreno mineralógico”. La concesión denominada “Cien Minas de Asfalto”, de 100 hectáreas y por 50 años. Fundaron la “Compañía Minera Petrolia del Táchira”.

El primer ingeniero petrolero venezolano

Los nuevos empresarios comisionaron al socio Pedro Rafael Rincones, joven de  25 años, para que se trasladara a las zonas de operación petrolera en los Estados Unidos a estudiar las novedosas técnicas petroleras y las características del negocio, para luego incorporar esos conocimientos a la Petrolia.

Rincones había cursado primaria en Táchira y bachillerato en Bogotá. Después realizó estudios financieros y comerciales en Hamburgo. Su viaje incluyó varias ciudades petroleras de los estados Pensilvania, Ohio y New York  como Oil Creek y Titusville. Todas esas zonas estaban atosigadas de taladros de madera que horadaban el suelo en busca de pingües fortunas. Nada más en Titusville perforaron 75 pozos en quince meses. Y seguramente había más bares y prostíbulos en la zona, que taladros. Todos con  aguardiente y  prostitutas en abundancia. Se trataba de un campamento  minero donde el dinero y la vida valían poco.

El joven Rincones, muy educado, estudioso y lleno de curiosidad, fijó su atención en el incipiente negocio petrolero. Preguntaba y repreguntaba hasta el hastío de los rudos hombres con los que convivía por las operaciones en los pozos, en el procesamiento y en el transporte.

– ¿Y por qué escogieron este sitio para perforar?

– ¿Y por qué meten ese barro cuando perforan?

– ¿Y de qué está compuesto el barro?

– ¿Cuál es el volumen de los barriles?

– ¿Cuánto cuesta perforar un pozo?

–  ¿Cuánto dura la perforación?

– ¿Cuánto tiempo tardan en procesar el keroseno?

Preguntó y repreguntó. Observó los taladros, su perenne y repetitivo golpear a la roca, y la paciencia de los operadores esperando el hallazgo del crudo. Estudio la inyección del lodo en el hueco durante la perforación, que se hacía para evitar recalentamiento y derrumbes en el pozo. Se esmeró en grabarse las rutinas de los obreros. También estudió a fondo el llenado de los barriles de güisqui con petróleo. Su traslado hasta los trenes de destilación donde se transformaba al petróleo en kerosén, que luego se vertía en los barriles que se montaban de a dos, uno a cada lado de las  mulas; o en carretas para trasladarlos a los sitios de venta. Todo lo observó y todo lo anotó. Los múltiples accidentes que ocurrían en las operaciones le hicieron reflexionar acerca de la necesidad de enseñar a los obreros a hacer bien su trabajo.

Cuando regresó a Venezuela tenía un buen conocimiento de las técnicas que soportaban el novedoso negocio. Llegó al Estado Zulia apertrechado con un taladro de madera desarmado, una bomba de lodo y un tren destilador para elaborar querosén.

Desde el Puerto de Encontrados en el Lago de Maracaibo, trasladó los equipos en mulas por las enrevesadas y resbalosas montañas de los Andes. El taladro se cayó en el camino y se le rompió la barrena. Posteriormente fue reparado en la zona.

De la relación de negocios le nació a Pedro Rafael Rincones un parentesco con el Dr. González Bona. Ya cercano a los cincuenta años, éste se enamoró de Soledad,  hermana menor de Pedro Rafael, y contrajeron nupcias.  Procrearon tres hijos. Dos de ellos médicos, Pedro y Rafael González Rincones. Con el tiempo Pedro sería unos de los directores de la famosa CVP de Gómez, tan cuestionada por su actividad de distribuir entre los acólitos al dictador concesiones que inmediatamente eran vendidas a las transnacionales. El menor de los hijos, nacido a los sesenta años del Dr. González Bona, Salustio González Rincones, destacó como dramaturgo y poeta, y sería integrante del famoso grupo literario “La Alborada” junto a Rómulo Gallegos, Enrique Soublette, Julio Planchart y Julio Rosales entre otros.

El doctor González Bona fungió como presidente de la empresa Petrolia del Táchira. Pedro Rafael Rincones dirigió las operaciones por unos  cinco años. Fue un gerente de avanzada. Aplicó con éxito su conocimiento del negocio y además, se ocupó de entrenar a su personal en las  técnicas y conceptos empresariales en boga.

Igualmente fundó un periódico institucional denominado “The Petrolia Star”, el cual dicen que él redactaba casi completamente utilizando el sinónimo de “Mr. Corner”. El periódico trataba fundamentalmente temas técnicos y gerenciales.

Todo un ejecutivo petrolero de alto vuelo. Pedro Rafael Rincones merece ser reconocido como el primer ingeniero petrolero venezolano.

La actividad de la Petrolia

Luego del fallido primer pozo denominado Salvador, que filtró agua cuando iban a 53 ms. de profundidad y fue abandonado, tuvieron éxito con el pozo  Eureka. Encontraron petróleo a 83 ms de profundidad. Produjo unos 2 barriles diarios. La Petrolia del Táchira llegó a tener 14 pozos productores. El negocio  procesó una media de unos 15 barriles de keroseno por día en una rústica refinería. Su máximo procesamiento fue de 60 barriles en 1912. Otro derivado del petróleo era la gasolina. Olorosa, inflamable y casi  inútil. Dicen los deslenguados que se botaba a escondidas en los ríos. La Petrolia llegó a competir con las gigantescas Shell y Standard Oil, para surtir la región fronteriza tanto en Venezuela, como en Colombia.

La Petrolia tuvo su sentido comercial,  aunque mucho más histórico que comercial. Gracias a esta experiencia, en Venezuela el negocio petrolero data del siglo XIX. Se trató del primer intento criollo de explotación  integrada del  negocio petrolero, el primer acercamiento a la formación de técnicos petroleros,  los primeros pozos productores, la primera refinería. Pero las precarias reservas de la zona, impidieron incrementar el negocio de manera sustancial. A pesar de ello, se mantuvieron produciendo hasta 1934. Luego, la concesión fue otorgada a Shell, que buscó crudo, sin resultados satisfactorios.

Es muy importante preguntarse cómo hubiera sido el destino de la industria petrolera venezolana de haber tenido muchas reservas de petróleo el subsuelo de La Alquitrana. ¿Hubiéramos competido los venezolanos con las transnacionales en el negocio petrolero? ¿O tal vez habríamos establecido tipos de asociación que nos permitieran participar desde más temprano en las decisiones del negocio? Muchas interrogantes, muchos “ieras”; pero el destino no quiso que con el terremoto de Cúcuta las rocas parieran crudo en el Zulia y que por allí pasara otro visionario venezolano y emprendedor como González Bona.

*Selección de párrafos del libro “Venezuela impregnada”, de quien suscribe, actualmente en revisión y a la búsqueda de editor.

 

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