Simón García: El renacimiento de una nación

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No he estudiado en detalle las transiciones en otros países. Al analizarlas seguro aparecerán patrones de éxito que debemos tomar en cuenta. Pero no hay que convertir en línea férrea lo que puede ser útil como una referencia y no como el recetario. La copia al carbón suele quemar lo esencial del original.

Tenemos un candidato presidencial con los atributos que son necesarios en quienes deben conducir una transición. En su desempeño sereno resaltan cualidades básicas para aplicar una política transicional eficaz: respetar las diferencias, manejar equipos, saber oír para construir soluciones y tener determinación para mantener el propósito de cambio como meta de país.

Es un acierto presentarlo como candidato de todos. Es decir, es incongruente pretender mostrarlo como el candidato de una parcialidad o de un liderazgo en particular. El aprovechamiento reductivo es contradictorio con la necesidad de ampliar apoyos y agregar nuevas alianzas más allá de María Corina, de la Plataforma Unitaria y de organizaciones que apoyan al candidato sin forman parte de ésta.

Edmundo no ambiciona ser un líder único. Tiene conciencia de las consecuencias negativas que terminan ocasionando los personajes concentradores de control y poder. Apreciar en la visión de Edmundo la disposición plural es ver una fortaleza que se despliega en tres sentidos: desconcentrar, descentralizar y transferir poder a los ciudadanos y a las instituciones que deben generar relaciones democráticas en recta aplicación de la Constitución.

La campaña marcha bien, pero debe ir mejor. El tándem Edmundo/María Corina funciona y es evidente que la parte importante del respaldo a la candidatura de todos Provino de la transferencia de apoyos desde la líder fundamental de la oposición a un candidato seleccionado hace apenas unos cuarenta días.

Los dos han proyectado una imagen de unidad y desempeño concertado de roles como ocurrió en Chile entre Lagos, líder principal de la oposición y Aylwin candidato presidencial victorioso.

La fortaleza de nuestro candidato es su credibilidad y su voluntad de integrar aportes diferentes, incluidos los que están situados en el campo actualmente dominante. A Edmundo no hay que pedirle deslindes sino inclusiones.

Sin ninguna concesión al triunfalismo bobo, las tendencias indican un resquebrajamiento entre la élite que ejerce el poder como un privilegio indigno y las bases populares, chavistas y no alineadas, que desean participación y reclaman satisfacción a necesidades existenciales que son las mismas que señala la oposición: trabajo estable, salario real acorde con la canasta básica, prestaciones sociales y pensiones decentes, servicio de luz y de agua satisfactorios, convivencia, derechos, libertad y la universal aspiración a vivir mejor. Queremos dejar atrás la pugna y la destrucción para ser conciudadanos de este siglo.

El debate actual está centrado en ¿por cuántos cuerpos de ventaja debe ganar Edmundo Gonzales Urrutia?

Eso supone tener claro los pasos que hay que dar para aumentar esa ventaja y en qué dirección se debe acelerar la marcha. El sustancial  e imprescindible endoso de la influencia de María Corina se produjo. Esa fuente de crecimiento ya dió lo que debía dar.

Ahora hay que identificar donde están los espacios de crecimiento y cómo atraerlos desde una acción y un discurso que provenga directamente del candidato y de una plataforma de acompañamiento más social que partidista.

Mirar hacia adelante exige que Edmundo González Urrutia continúe dibujando ese país posible para todo el mundo. Tejer sus redes de sustentación desde ya. Especialmente mediante contratos de convivencia que hay que sellar desde los distintos integrantes de las mesas de votación hasta los miembros de poderes públicos que tienen que unirse al trabajo por el renacimiento de nuestra nación.

Anticipar lo que vendrá después del 28 de julio también exige la seguridad que el presidente electo lo será para todos.

Abrir una nueva época política y comenzar a resolver la diferencia más trascendente: salir del país pobre e incivil que hemos sido para comenzar a ser una sociedad de trabajo, prosperidad y solidaridad.

Mientras tanto, todas las otras diferencias hay que relativizarlas para que cada uno deje de ser el enemigo del otro.

 

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