Javier García Fernández: ¿Por qué cierta izquierda apoya la agresión de Rusia contra Ucrania?

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Pocos meses después de iniciarse la agresión rusa contra Ucrania tuve ocasión de señalar en esta sección la paradoja de una izquierda que se alineaba con los agresores sin importarle los daños a la población civil, la destrucción de todo un país y los rasgos claramente autoritarios del régimen político ruso (Javier García Fernández: “¿No a la guerra? ¡No a la agresión!”, Sistema Digital, 9 de marzo de 2022). Esa izquierda no sólo se sitúa en un campo ético reprobable, sino que ni siquiera tiene valor de confesarse pro-rusa, sino que adopta una posición de equidistancia expresada en una consigna aparentemente humanitaria, pero falaz, pues falaz es el “No a la guerra” cuando con esta consigna se pretende que el país agredido no se defienda frente al agresor. Porque la consigna, lanzada en marzo de 2022 por cierta izquierda española y europea, ha de entenderse como el permiso a Rusia para que acabe de invadir y sojuzgar Ucrania. No a la guerra de defensa de Ucrania, en definitiva.

Motivan esta reflexión dos hechos que se han producido esta semana. Por una parte, Podemos ha repartido ya su propaganda electoral, con la candidatura que presenta a las elecciones del Parlamento europeo y con una hoja con formato de comic. En ese comic, que claramente es anticapitalista, Podemos deja deslizar dos mensajes (en dos viñetas) contra la guerra, el más rotundo de los cuales es: “Otra vez camino hacia la guerra”, en una viñeta donde aparecen Ursula von der Layen y el candidato socialdemócrata Nicolas Schmitt. Hay que tener poca ética para lanzar ese mensaje contra la guerra, mensaje que equipara al agresor y al agredido.

El segundo hecho que merece comentarse es la reacción de cierta izquierda ante el acuerdo del Consejo de Ministros para proporcionar material militar a Ucrania. Esa izquierda no se ha atrevido a criticar el Consejo de Ministros de manera abierta (no tiene valor para hacerlo), pero sí de manera indirecta al pedir que el asunto se lleve a debate al Congreso de los Diputados. ¿Para qué debatirlo en las Cortes? ¿Para que se perciba una división dentro del Gobierno? ¿Queremos exteriorizar esa división?

Por eso hace falta reflexionar sobre la consistencia ética de una izquierda que, anclada en un pasado que nunca existió, desconoce que Rusia es un régimen autoritario, reaccionario y proeclesiástico. Apoyar a Rusia frente a Ucrania es legitimar uno de los regímenes más sanguinarios del mundo, que mata a los opositores en las cárceles y en el exilio. Apoyar a Rusia frente a Ucrania es, además, defender la vulneración más flagrante del Derecho internacional en beneficio además de una oligarquía imperialista y extremadamente corrupta, que quiere revertir la ruptura de la Unión Soviética sin consultar a los pueblos que se separaron en 1991. En fin, apoyar a Rusia frente a Ucrania es estar de acuerdo con los miles de civiles muertos, heridos y mutilados, con la destrucción de ciudades enteras y con la destrucción y saqueo del Patrimonio Histórico ucraniano.

Además, este apoyo de cierta izquierda al imperialismo agresivo de Putin tiene una derivada que nadie confiesa, pero que se palpa en cuanto se habla con estos defensores de Rusia: el deseo que en las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos vuelva a ganar Trump para que corte la ayuda estadounidense a Ucrania. Hasta esa aberración ha llegado la izquierda prorusa.

Confieso que no acabo de entender la psicología del izquierdista proruso. Porque Rusia no es (no lo ha sido nunca) el paraíso del proletariado. Es un Estado autoritario y con tendencias homicidas. El bienestar del pueblo ruso no alcanza al de los ciudadanos de Europa occidental y es difícil que lo alcance dado el reparto de excedentes en beneficio de una oligarquía (vinculada al antiguo KGB), que en pocas décadas ha acumulado patrimonios muy superiores a los de sus homólogos de Occidente. Y ni siquiera proporciona cierto bienestar como la oligarquía comunista china que está elevando los estándares de vida de sus ciudadanos. Al final, creo que se trata de pereza mental, de adoptar unos estereotipos ideológicos que no se desea abandonar, aunque ya no reflejen ninguna realidad.

Mientras tanto, ante la agresión rusa no caben las equidistancias falaces. Se está con el agresor o con el agredido.

 

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