Julio César Hernández: Nacionalismo y patriotismo

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En nuestro país, desde mucho antes de los años 1811 y 1830, existió un profundo sentimiento nacionalista, primero, para darnos independencia y por ende libertad, segundo para constituir una Nación independiente, con las características propias de un Estado que, se autodeterminaba con base a dos elementos: por su propio ordenamiento jurídico y por las autoridades militares mayormente, que conducían a la nueva República, con la excepción de algunos civiles que también pudieron ejercer la Presidencia, aunque sometidos a enormes presiones, provenientes de los primeros. En aquel entonces, ese nacionalismo no era tan exacerbado como el de la actualidad, que se manifiesta, cada vez que el gobierno habla de que ellos vencen a otros gobiernos, y que a Venezuela nadie la relega. En términos generales, el nacionalismo como fenómeno político y cultural, fue consustancial a la formación del Estado venezolano. Episodios como la defensa del Puerto de La Guaira ante la agresión de potencias extranjeras, a comienzos del siglo XX, durante el gobierno de Cipriano Castro, constituyó un hecho simultáneo de nacionalismo y patriotismo, frente a la violación de aguas marítimas venezolanas; otros nacionalismos exacerbados en el mundo, como el nazismo, el fascismo o el falangismo, crearon grandes conflictos internacionales o nacionales, pues las Naciones que practicaron estas ideologías, se consideraban superiores a las demás, y así lo pregonaban, aunque después fueron derrotados en el campo militar.

Sobre este tema, en la obra por “amor a la patria” el profesor italiano Maurizio Viroli, señala que, el “nacionalismo vuelve a estar de moda, envuelto en una aureola de victimismo, mitos históricos y revanchismo”.  Esto último, parece ser el caso del nacionalismo socialista actual, que se presenta siempre como víctima de Naciones a las que agrede verbalmente por su forma de gobierno o modelo político, acusándolas de ser las responsables de los padecimientos que sufren los ciudadanos de este país, lo cual, desde el año 2006, ha sido una constante irresponsable del gobierno, que ha arremetido además contra la propia historia del país, buscando revancha contra esos procesos, a pesar del paso del tiempo. Para los practicantes de un intenso nacionalismo banal, los ciudadanos, le pertenecen al Estado, vale decir, quedan adheridos en relación a sus políticas diplomáticas o militares, respecto de otros Estados, con los cuales tenga diferencias, de cualquier índole, no obstante padecer esos ciudadanos de un régimen opresor, que no garantiza calidad de vida, ni menos derechos y libertades civiles y políticas; los cuales no son tomados en cuenta por los promotores de ese nacionalismo irracional, que según Viroli es excluyente, egoísta, narcisista e insolidario. Desconfía de todas las Naciones que, no son receptivas a sus mensajes, como los de reivindicar al indigenismo o la justicia frente a adversarios ideológicos en lo económico y político.

Ahondando de manera particular sobre este tema, cabe decir que, este gobierno ha hecho de esta clase de nacionalismo, una bandera de permanente invocación, agregándolo a su mixtura de ideologías que simultáneamente aplica, para buscar con estas posturas retrogradas, atraer el apoyo incondicional de las masas, a las cuales, en el caso venezolano, el inefable abogado Escarrá Malavé, tildó de turbas, en la ocasión de cerrar filas en la oposición. A las mismas, una y otra vez, se les dice que, Venezuela va a ser víctima de supuestas amenazas contra su seguridad interna, por parte principalmente de los Estados Unidos, las cuales siempre no han dejado de ser especulaciones, para exacerbar el nacionalismo. Basta recordar en tal sentido, en la época del anterior Presidente de la República, el nacionalismo pendenciero que se inoculó contra el gobierno de la República de Colombia o de algunos sectores políticos o económicos de ese país, por el simple hecho de ser, adversarios ideológicos; muchos adherentes al oficialismo en ejercicio de ese falso nacionalismo, totalmente alienados, decían que estaban dispuestos a apoyar una guerra contra el vecino país, sin detenerse siquiera a respetar el recuerdo del Libertador Simón Bolívar, o la integración parental que existe entre las dos Naciones, sobre todo en sus bordes fronterizos. Para este régimen gubernativo, si usted, no es antiimperialista en la forma que ellos lo conciben, es mirado con malos ojos, y hasta le imputan hechos o acciones contra la Nación, pues no ser militante de esa identidad nacionalista, lo puede hacer responsable de traición a patria, espionaje o subversión, dado que, lo se busca es una homogeneidad política y cultural, de ahí su intolerancia u obsesión por la uniformidad, con el fin de someter a los que discrepan, llegándose inclusive a apresar ciudadanos de países adversados, para luego canjearlos por presos incondicionales al gobierno en otros países, como ocurrió con el ciudadano Alex Saab, que al ser liberado en USA, se liberaron aquí 12 presos, de ese nacionalismo.

Continua Viroli en su obra afirmando que, el exacerbado nacionalismo, dificulta la convivencia, ya que exige una lealtad, una adhesión incondicional. Es un obstáculo infranqueable para la búsqueda del bien común, y así vemos como, durante los 25 años de dominación que tiene este Gobierno se obsesionó por cambiar la descendencia peninsular de Simón Bolívar, para convertirlo en una persona de rasgos indígenas, solo con la intención de respaldar sus argumentos revisionistas de que en Venezuela, se distorsionó la obra del Libertador, solo por intereses poco nacionalistas, llegando incluso a considerar a esta figura histórica, como socialista, negado por los calificados como apátridas y cipayos. Ha tratado el régimen gobernante con base a ese nacionalismo desmedido, apropiarse o desvirtuar nociones como la de Nación o Patria, dividiendo o polarizando al país, olvidando que nuestra historia, cultura, raza, costumbres, religión y creencias entre otras, tienen una larga tradición de unión nacional. De otra parte, al señalar de apátridas a muchos ciudadanos venezolanos, el propio gobierno manifestó una y otra vez, su deseo de quitar la ciudadanía a los ciudadanos que lo adversaban y adversan, pues en esa actitud excluyente y segregacionista que lo caracteriza, ellos sí pueden negociar o establecer acuerdos con otros países y hasta izar banderas extranjeras, menos sus enemigos o adversarios.

De otra parte, al Gobierno le ha faltado entereza para decirle a la Nación venezolana, que está incurso en la geopolítica mundial, que tiene como consejeros de primer orden a Cuba y Rusia, pero ellos no son cipayos de esos países, los otros si lo son de EEUU, pues ellos mismos, no reconocen sus errores o excesos y, además siempre son víctimas de las circunstancias; todo lo cual les da derecho a obrar como sus intereses grupales se lo señalen, así ocurrió en semanas pasadas cuando alegando ese chauvinismo nacionalista, decidió no invitar a la UE para que observe el proceso electoral presidencial, por haber ofendido tan delicado nacionalismo, que no admite que se le levanten sanciones a unos pocos. Según el Gobierno, la patria también es de ellos, lo cual no es cierto, pues se acepta en la doctrina política que la patria es una expresión que tiene ante todo un “sentimiento anímico”, en cada uno de los hijos de este país; en el sentimiento de patria se conjugan una serie de factores, como la familia, el pueblo, la crianza, la bandera, el himno nacional y el escudo, los cuales se consideran merecedores de sumo respeto, todo expresado en ese sentimiento de patriotismo, que no es otra cosa que honrarla mediante el patriotismo. Por esas razones, aquí nadie es más patriota que otro, ya que todos exaltamos a la patria de manera respetuosa y con veneración.

Por más que, el oficialismo pretenda encapsular el término patria a sus intereses ideológicos, este encuentra su fundamento en una historia compartida, que aunque no les guste, es la que tuvimos y tenemos, ella nos hace participes de un proyecto de Nación libre, aspiración que no es exclusiva, ni original de ellos, aunque lo repitan una y otra vez; en nuestra alforja histórica tenemos valores republicanos, que nos han distinguido como país civilizado y respetuoso del Derecho Internacional Público, que practicaba la diplomacia con decencia, por ser la misma reflejo de nuestra cultura y educación,  que también nos vincula con un sentimiento de pertenencia a esta gran casa que es Venezuela, que a pesar de los intentos segregacionistas del régimen gobernantes, rechaza actitudes de xenofobia o excluyentes, hacia otros países, solo por razones ideológicas o hacia los mismos ciudadanos venezolanos.

 

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