La ciudad levítica rebosaba de gozo. En aquella tierra fértil para el nacimiento de seres excepcionales aparecía como preludiando al crepúsculo María Corina Machado. Carora irradiaba una felicidad pocas veces vista en la visita de un dirigente político. Las calles se fueron llenando de pueblo desde las primeras horas de la calurosa tarde. Cada persona fue haciendo sus diligencias temprano para no tener compromisos que les impidieran asistir a la más grande manifestación popular que se recuerde en los anales del municipio Torres. Las calles apretujadas de gente en una suerte de abrazo colectivo. En las afueras de la ciudad la aguardaba una muchedumbre que cubría la entrada hasta proyectarse más allá en donde acompañaba la vista. Eran como un ejército de hormigas cagando sus esperanzas en una suerte de afán manifiesto en la idea de liberar al país secuestrado por una legión de bandidos. Es el tiempo para lograr el objetivo. Esta valerosa mujer logró encontrar la llave que abre las puertas de la libertad.
El murmullo se hizo general. El día se atavió con los ropajes propios de la nocturnidad. Miles de motocicletas vienen pulverizando los kilómetros que se entretejen con el aroma que acompaña a quien simboliza el cambio político. Son innumerables que sorprende tanto respaldo popular. A lo lejos son las luces que iluminan el radiante rostro de María Corina. Se multiplican los gestos de alegría. La generosa tierra del general Juan Jacinto Lara le abrió sus brazos desprendidos para arrullar su lealtad y compromiso.
Entrar a Carora fue grandioso. Una gigantesca multitud la recibía entre vítores y aplausos. Jamás estas tierras habían protagonizado una expresión de adhesión tan increíble. Las calles y avenidas colmadas hasta la bandera. De las casas surgían familias enteras emocionadas. Una felicidad guardada por décadas se exteriorizaba en aquellos rostros excitados. María Corina Machado saludaba a miles de individuos al paso de su vehículo. Llegar hasta el sitio de concentración se hizo harto difícil. Eran ríos de personas que desembocaban en más personas. Parecía una crecida del río Morere, pero esta vez trayendo consigo la luz al final del lóbrego túnel en donde nos condujo a esta aberración de la patraña llamada socialismo del siglo XXI. Algo sencillamente conmovedor que nos indicaba que la avalancha popular arrastró hasta los cujíes y tunas. La ciudad, impregnada con la prosapia de su lúcida historia, se iluminaba con cada ser humano que protagonizaba una gesta que rompía todos los cánones preestablecidos.
La gente hizo una cruz humana en el lugar destinado para las palabras de María Corina Machado. Era la única manera de poder acomodarse tanta gente. Por cualquiera de las puntas, era muchedumbre, lo que había no tenía parangón. Una jornada tan parecida a la transformación necesaria. Una entidad con deseos fervientes de cambio se asomaba al balcón de las pupilas de la líder extraordinaria. Se le notaba una emoción que la unía con la grandeza del torrense.
Su discurso fue maravilloso. Nos habló de la Venezuela que conquistaremos con el voto haciendo a Edmundo González presidente de la nación. Un hombre honesto y altamente calificado para ejercer la primera magistratura con mucha eficacia. Una gestión que sirva para lograr el encuentro entre todos aquellos que tienen principios y valores. Instó a organizarnos en la defensa del sufragio de cada uno. Con su aguda inteligencia nos pintó el cuadro de la nación que queremos. En los corazones de esos miles se agitaba la esperanza de ver a Edmundo González cruzado con la banda presidencial.
Carora en el éxtasis de un acto inolvidable. El pueblo no quería marcharse. Quería quedarse allí entre la alegría y la certeza de toda una entidad. La noche no pudo clausurar la luminosidad de las ideas reverberantes. Estamos construyendo entre todos la más hermosa de las victorias. Esta tierra olorosa a episodios cumbres de nuestra venezolanidad no podía quedar ajena al devenir de los acontecimientos. La libertad encontró acá alimento ciudadano para sus útiles huesos.
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