La situación política electoral por la que están atravesando los venezolanos es digna de ser analizada en el contexto que se evidencia en las calles. Es un clamor popular, la exigencia de cambio de sistema de gobierno. Las promesas incumplidas hacen mella en la aceptación o el rechazo que muestran los números de las encuestadoras serias del país y el extranjero, en cuanto a los candidatos que se encuentran corriendo por la silla presidencial. Ese pódium parece escapársele a unos y estar más cerca de otros. La distancia de los dos mil metros de la carrera, cada vez que está más cerca del final, arroja números que marcan una distancia considerable entre quienes ostentan el primero y segundo lugar y el resto de los competidores.
Pero las estrategias no cesan y hay quienes muestran números de empresas (las conocen ellos) para intentar cambiar la opinión de los electores, en el entendido que la elección es el 28 de julio, y todavía quedan unos cuantos metros por recorrer. Quienes vienen corriendo desde la parte de atrás no pierden su entusiasmo e intentan que los ciudadanos les volteen a mirar. Tal vez apuestan a que alguno de los jinetes que se encuentran liderando se caiga del caballo, y así ellos puedan entrar en el cuadro de los favoritos. En un terreno fangoso cualquier cosa puede suceder, las apuestas están sobre la mesa, y de darse el proceso electoral según lo establecido en el cronograma y respetando la normativa legal, el que va de primero parece va a ganar de punta a punta, sin dificultad, y por muchos cuerpos de ventaja. Aquí el triunfalismo sería el error que espera el jinete que se mantiene en segundo lugar.
La carrera presidencial se polarizó desde el momento que la elección primaria se realizó y la opinión pública conoció de los resultados. Allí fallaron las estrategias de los jinetes que no se sumaron a esa elección, o a quienes les negaron la participación (eso es tema de ayer, página que los ciudadanos pasaron). Desde ese momento muchos han sido los movimientos que se han ejecutado en los tableros. Los estrategas juegan duro. Han preparado a sus caballos para resistir todo tipo de tempestad. El jinete que corre en segundo lugar se quedó abismado al recibir respuesta que no esperaba de quien avanza de primero, proporcionándole un duro golpe a su estandarte. El piso se le movió. Desde entonces corre detrás y se ve cansado. Eso lo obliga a amenazar, gruñir, gritar, mostrar tomas de los actos que convocan con cámaras cerradas, colocar todo tipo de obstáculos en la pista para impedir la movilización del jinete que avanza de primero. Eso ha generado rechazo en el público que se encuentra en las gradas. El juego limpio está siendo dejado a un lado.
Lo que en las carreras anteriores había sido un éxito para el jinete que corre de segundo hoy, al apostar a la polarización para ganar fácil, con contrincantes que no recibían el apoyo de las mayorías, y con el voto dividido de los seguidores que apostaban por la participación, no les dio resultado en la carrera de los dos mil metros, y faltando doscientos metros para terminar la misma, ahora les asusta y se espantan. Esa estrategia fracasó.
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