Hasta ahora nos hemos venido manejando en un mundo donde existen organismos internacionales, los acuerdos continentales, los Estados-nación y lo local. Todo ello está bajo cuestionamiento. Lo están los organismos como las Naciones Unidas, hasta ahora incapaz de pasar a los hechos ante el continuo reclamo de transformación; lo están los Estados-nación, la organización interna de cada nación y, como hemos dicho, todo el sistema interestatal internacional.
El cuestionamiento va más allá, porque al romperse el viejo orden quedan bajo la lupa todos sus componentes, llámense dirigentes, prácticas hasta ahora aceptadas, reglas, derecho internacional, organizaciones, doctrinas políticas y hasta hábitos de lo político.
El proceso que el mundo lleva indica que el Estado-nación deja de ser la referencia básica que ha sido desde su constitución. Está en un proceso interno de desconfiguración para pasar a ser no más que una forma política y administrativa con funciones de mediación entre los supraregional (léase Europa o región Asia-Pacífico) y lo local. Los autores comienzan a llamarlo Estado posnacional. Si bien este es el proceso del Estado, la nación, por su parte, emprende un proceso de reconstitución desde lo local. Ya comienza a hablarse con una inversión de términos en un intento por definir una provisionalidad de tránsito: Nación-estado. Esto es, lo que viene es un dominio de lo que hasta ahora se ha denominado sociedad civil, y que yo prefiero llamar poscivil, sobre lo que anteriormente era el Estado. El Estado suele, o solía, ser impermeable a los requerimientos de la ciudadanía, lo que implica un reacomodo total del concepto de democracia y de participación. Es lo que algunos llaman “demopública” en sustitución de república, como es el caso de David Held en La democracia y el orden global.
El resurgimiento de lo local implica un planteamiento de multiculturalidad y de multinacionalidad. Las naciones podrán reconstituirse sobre estas bases, o tal vez implosionar. Las localidades, a su vez, podrán conectarse directamente con los sistemas regionales supranacionales, como en el caso de la Unión Europea, donde existe la “Comisión Asesora de las Corporaciones Territoriales regionales y locales”, que permite el ejercicio de una influencia directa de lo local sobre la entidad supranacional.
Como hemos visto, la nueva organización planetaria presenta dinámicas políticas horizontales y verticales. Hasta el punto que Habermas la llama una “democracia deliberativa”.
@tlopezmelendez