Como el cantar en el polo margariteño, la Unidad tiene sentido, entendimiento y razón.
La política es oficio naturalmente competitivo. El poder que es medio aunque muchos lo ven como fin en sí mismo, está entre las poderosas corrientes de la lucha por conquistarlo o preservarlo y el orden al cual naturalmente aspiran las personas y las sociedades porque lo necesitan para vivir y progresar. Por más de veintitrés siglos, pues lo dijo Aristóteles en la Grecia antigua, la cuestión de la política está en lo equilibrios, siempre exigentes y con frecuencia difíciles de lograr. Si se la ve como conflicto, el fin de la política es vencer. Pero si uno se da cuenta de que se refiere a problemas, entonces se trata de buscar soluciones.
La política muchas veces es controversia que siempre debe llevarse en el campo de la civilidad y también puede ser acuerdo, entendimiento por motivos superiores. Convenio que puede ser de reglas del juego a respetar, pero que puede ir más allá, a la coalición entre líderes y partidos normalmente rivales que se unen en pos de un objetivo.
El sentido de la unidad es el logro de un objetivo compartido que nos señala el por qué, el para qué del entendimiento y también el hasta dónde. A veces el objetivo es ganar y la unidad se acaba al obtenerse ese resultado en una elección, por ejemplo. Pero como siempre hay lunes, porque el mundo no se acaba los domingos, ganar no basta pues hay que gobernar. La cuestión tiene importancia porque abundan en la historia ejemplos de quienes supieron ganar pero no estaban listos para gobernar y la pusieron. Y si se quiere gobernar para promover cambios mayores, las exigencias de la unidad lograda serán, proporcionalmente, mayores.
Establecer juntos unas prioridades es imprescindible, así como acordar, mientras más temprano mejor, las reglas de toma de decisiones que son sus modos de solucionar los conflictos que previsiblemente se presentarán.
En la política, sobre todo en la política unitaria hay que tener amplitud y mucha, muchísima paciencia. Vencer la desconfianza y el modo mejor de anticipar sus emboscadas es la palabra. El cuidado y buen uso en la palabra pronunciada y el respeto absoluto a la palabra empeñada.
Conoce la historia muchas experiencias de pactos, antes de ejercer el poder o durante su ejercicio, para gobernar o para producir gobernabilidad. La Concertación chilena, los de La Moncloa en España, el de Sitges que produjo el Frente Nacional en Colombia y Punto fijo aquí. Otros duraron menos o fueron menos productivos en resultados para sus pueblos.