Zoilo Abel Rodríguez: La gran mayoría de los venezolanos apuesta por un cambio radical en la relación de poder

Compartir

 

A pocos días de la Elección Presidencial en Venezuela, si hay algo que se manifiesta como determinante y revelador respecto a tan importante evento es que la gran mayoría de los ciudadanos con derecho al sufragio, no solo están enormemente motivados, sino que expresan, abierta e inequívocamente, su preferencia por Edmundo González Urrutia, candidato de la Oposición Democrática, con el objeto de inducir por la vía del voto un cambio radical en la relación de poder.

En efecto, gracias sobre todo a la Dignidad, la firmeza y la valentía, lo mismo que a la tenacidad y a la lucidez conceptual y discursiva, de María Corina Machado, la líder no solo política, sino emocional, moral y espiritual de la causa, lo que a partir de la Elección Primaria arrancó como un ensayo unitario, o al menos como una alianza perfecta en función de la Elección Presidencial, se ha convertido en un verdadero fenómeno político-electoral, el cual, por lo que ha llegado a significar y por su repercusión en la gente, ha terminado siendo también un muy interesante fenómeno psicosociológico.

No menos influyente en cuanto factor de motivación es la imagen de seriedad, la sensatez, la claridad y el mensaje sereno, pero firme, como corresponde a un estadista, del doctor Edmundo González Urrutia, quien en muy poco tiempo ha logrado ganarse la confianza y la voluntad no solo del pueblo democrático venezolano, sino también de una enorme cantidad de compatriotas hasta no hace mucho chavistas y gobierneros. Estos, desencantados del fracaso de la otrora llamada “revolución bonita”, de la incapacidad, la índole destructiva y la corrupción de los jefes políticos revolucionarios, de sus secuaces y de los “enchufados”, y cansados de la gravísima crisis, rayana en tragedia, en la que el castro-chavismo y su farsa socialistoide han sumido al país, hoy tienen puestas todas sus expectativas en quien, sin lugar a dudas, será el próximo Presidente de la República.

Hoy por hoy ya pareciera no haber un solo lugar del territorio nacional en el que no haya prendido la llama de la Esperanza, y en el que no se aliente la convicción de una Victoria contundente, que pudiera ser legendaria, contra la oprobiosa dictadura neocomunista. Son muy pocos ya los ciudadanos que en esta coyuntura nacional no quieran ser protagonistas del glorioso acontecimiento histórico que le devolverá la Libertad y la Democracia a Venezuela, para sentar las bases de la restauración del Estado y así emprender el rumbo hacia el progreso económico y social que garantice el pleno bienestar de todos los venezolanos, sin distingos de ninguna índole. Y todo ese cúmulo de ilusiones, por qué no reconocerlo, se le debería agradecer (vaya paradoja) al propio régimen… por el desastre que ha sido y que sigue siendo.

A este punto, y así las cosas, acaso también tendríamos que agradecerles a Maduro y a su combo de “estrategas” que, al dejarle “ver el hueso” a todo lo que traman, aparte de ponernos sobre aviso, nos den “furtivamente” cuenta puntual y pormenorizada de cómo van las cosas en el comando electoral revolucionario. El mismo, como consecuencia de la reactiva cuanto fallida y penosa campaña, sobre todo por los lamentables discursos y las malévolas “puestas en escena” del teniente Diosdado Cabello y de los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez (siempre alocadamente detrás y a la sombra de los multitudinarios actos de María Corina Machado a lo largo y ancho del país, algo que no puede ser sino masoquismo deliberado), en el que campean ostensiblemente la angustia y el desespero, ya está poco menos que al borde de la debacle.

Efectivamente, los datos fidedignos y las señales inequívocas que llegan desde el laberinto irrespirable que debe ser el campamento “rojo rojito”, los cuales, además de dar el “parte de la derrota anticipada”, explican cómo las siniestras estrategias y las maniobras de juego sucio urdidas en el laboratorio de la maldad se les han vuelto en contra. Como infeliz consecuencia, la campaña del chavismo, determinada por la obsesión del continuismo a ultranza y por el terror a perder el poder, no es que parezca estancada, sino que va cada vez más “para atrás como el cangrejo”, todo lo cual, por supuesto, favorece de manera indirecta proporcional a la nuestra y, por tanto, al propósito de cambio, que es el norte de la oposición democrática venezolana.

Los muchos y reiterados dislates de los capos y capitostes chavistas, quienes con sus desquiciados comportamientos, sus destempladas arengas y sus ramplonerías recurrentes (verbigracia el grotesco espectáculo montado recientemente en Miraflores, en el que un grupo de genuflexos pastores protestantes recrearon una parafernalia de contrición, con el objeto de que el presidente y candidato presidencial continuista expresara públicamente “arrepentimiento por los pecados cometidos”, incluyendo su afición a la santería, y le pidiera perdón a Dios), lo que han conseguido es granjearse la burla y el repudio de la mayoría de los venezolanos, y espantar a un sinnúmero de sus propios partidarios, al punto de que, según los que se las entienden de números y estadísticas en la materia, el rechazo popular a Maduro y a los demás  interfectos ya estaría en el orden del 85%.

Por lo demás, dado que no tienen absolutamente nada que mostrar o que defender en términos de logros gubernamentales de la revolución en un cuarto de siglo de detentación del poder, y agotadas las promesas quiméricas y las ofertas engañosas que ya nadie les compra, han centrado su plan de campaña en la cínica cuanto burda falacia de atribuirle a la oposición, a “los apellidos” y al “imperio” todas las carencias y todas las desgracias que ellos mismos, durante 25 años le han traído al país; en las descalificaciones infundadas, las acusaciones falsas, los insultos y las amenazas, sobremanera contra María Corina, Edmundo y otros líderes demócratas, y en el acoso judicial y el secuestro indiscriminado, sin argumentos jurídicos ni pruebas, a dirigentes y activistas opositores.

En resumen, estamos ganando y ganaremos. El 28 de julio solo será el trámite de confirmación de la histórica y magnífica Victoria de las fuerzas democráticas contra la dictadura castro-chavista y neocomunista. Ganaremos y cobraremos. Y no es solo que lo digan todas las encuestas que se pueden tener por “serias” y merezcan cierta credibilidad, lo mismo que analistas, politólogos y expertos electorales tanto del patio como foráneos: es también, en correspondencia con todo lo antes reseñado, lo que se percibe crecientemente en los medios, sobre todo en las redes sociales, y en las calles y plazas de todas las ciudades, caseríos y demás localidades del país.

Se hace necesario, sin embargo, que a modo de colofón dejemos claro que no es “triunfalismo” en su sentido trivial lo que nos anima a “cantar Victoria”, sino “convicción del triunfo”, que es algo sustantivamente distinto. Mientras que una actitud “triunfalista”  –que no es nuestro caso– se refiere a la propensión al optimismo desbordado y gratuito, y a veces cándido (digamos que como algo místico y semejante a la fe) en combinación con cierta dosis de arrogancia, con base en la creencia de que se puede alcanzar el éxito con solo creer en este y desearlo, pero sin sentido cabal de la realidad, la “convicción del triunfo” involucra una firme certeza respecto al mismo con fundamento en la razón y desde la estricta lógica, mas, sobre todo, en la constatación de los datos que arroja la realidad objetiva, como de hecho, a propósito de la próxima Elección Presidencial, lo estamos haciendo nosotros, los opositores demócratas venezolanos…, si es que se da crédito a todo lo anteriormente expuesto en esta nota.

 

Traducción »