Julieta Cantos: Ciudades Inteligentes 3 (Y la saga sigue…)

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Y mientras Roberto disertaba… yo pensaba. Pensaba en todos los artículos que he escrito sobre nuestra ciudad, desde el que afirma que no todo lo que se planifica es lo que se ejecuta, y cómo aún, cuando se ejecuta no siempre se compadece con lo planificado… o con el presupuesto. De allí la importancia no solo de planificar sino de gestionar los proyectos con previsión, con asertividad, con visión de realidad. O aquel otro que hablaba sobre la importancia de cuidar nuestras fuentes de agua, siendo que además nuestro territorio es rico en recursos hídricos, recurso este tan importante como el petróleo. En cómo copiarnos de la cultura árabe y su manejo del agua en la ciudad, con fuentes surtidoras, jardines, reciclaje y reutilización de esa agua, convirtiendo espacios urbanos áridos en verdaderos espacios habitables… la propia Alhambra en San Cristóbal. En que la seguridad no solo la da la iluminación de sectores públicos con la presencia de sus habitantes cercanos y foráneos, sino el establecimiento de centros de resguardo policial y vecinal que sirvan como centros de ayuda a emergencias. La conexión comunal es fundamental porque es la que detecta a tiempo los desórdenes que no son habituales en el día a día pudiendo reportarlos a tiempo, a través de grupos de telefonía virtual de esas vecindades vinculados con esos centros de emergencias. O aquel otro en que hablaba sobre la importancia de la interconectividad, basada fundamentalmente en el desarrollo de un sistema de transporte urbano público masivo intermodal,  rápido y eficiente, es decir que no solo conecta los distintos sectores de la ciudad, sino que permite intercambiar sistemas de transporte internos de la ciudad y extraurbanos, a saber: tranvías, autobuses…trenes bala, y otros, con áreas definidas de estacionamiento, racionales, equidistantes, arborizadas y con zonas de recreación y telefonía virtual, en contraposición a las grandes autopistas de 4 canales. La infraestructura vial de Venezuela, y la de San Cristóbal en concreto, es excelente. Cuidémosla, mantengámosla, actualicémosla pero no invirtamos más en este tipo de propuestas. ¿Por qué seguir planteando autopistas para interconectarnos cuando podemos invertir en trenes balas, con tecnología propia o aplicada, basada en nuestra siderúrgica y nuestra condición de país tropical con cantidad permanente de luz solar…? Discurso este que desarrollé en otro de mis artículos hace un par de semanas, en donde escribí sobre la posibilidad de generar nuestras propias soluciones reales, o adaptar otras de forma adecuada a nuestras condiciones.

¿Para quién estamos invirtiendo, cuando hablamos de comunicación, si tenemos problemas de luz permanente producto de un sistema eléctrico dependiente de repuestos foráneos y con sanciones que no nos permiten acceder a ellos? Nuestros recursos hídricos nos facilitan la producción de electricidad. Motivemos entonces la conservación de nuestras fuentes. Yo incentivaría a toda la inteligencia regional concentrada en nuestras universidades, institutos, aldeas, que es mucha, a crear soluciones con tecnología propia; que de hecho ya las han generado para resolver parte de estos problemas mediatos. Si no, tomen de ejemplo muchas de las adaptaciones realizadas para poder habilitar nuestro deteriorado y saboteado sistema eléctrico.

¿Para qué requerimos semáforos con sensores, que nos proveen de una cantidad inmensa de información incluyendo cambiar el color de la luz, dependiendo de los niveles de stress que capte? Pienso que sería muy interesante volver a retomar las preguntas sobre que es una ciudad inteligente, quien la define, quien la habita, según nuestros propios indicadores. ¿Para qué colocar un semáforo que me mida el stress, si lo que debo hacer es evitar que se produzca? Invirtamos en espacios de ocio y recreación, espacios de convivencia, educación y producción facilitando la interconectividad.

Las grandes transformaciones urbanas se han producido mayoritariamente a través de las guerras y las pandemias… ya que son ellas las que evidencian los problemas reales y las limitantes que presentan las ciudades. A veces copiamos lo que no nos favorece. También la mayoría de las veces por sesgos políticos se niegan conceptos per se cuando estos se aplican a nuestros lares, más no cuando se aplican en otras latitudes. Lo que une en una comunidad, son los problemas comunes a todos y la posibilidad cierta de aportar soluciones.

Definitivamente la tecnología IoT vino para quedarse. Depende de nosotros, líderes y habitantes, jerarquizar nuestros problemas y decidir las inversiones a hacer para resolverlos. A mí en lo particular me encantaría un sistema digitalizado que permitiera agilizar los trámites institucionales –eso, por ejemplo, bajaría el nivel de estrés- desde mi casa o trabajo: cédulas, pasaportes, licencias, inscripciones… desarrollado este sistema por los alumnos y docentes de nuestras universidades. Esos mismos alumnos que son buscados por empresas extranjeras para contratarlos antes de que se gradúen. Y si, los siguen buscando. Aprendamos de la pandemia, de las guarimbas, de la migración, de los que nos quedamos y estamos comprometidos con un proyecto de país más allá de lo particular. Generemos soluciones, seamos productivos, en paz, armonía, en convivencia y tolerancia. Reforcemos el concepto de nación como aquello que nos nuclea y une. Bienvenida la tecnología pero escojamos la que queremos, como la vamos aplicar, en cual vamos a invertir, y aprendamos a ser nosotros quienes la generemos para no ser dependientes. Transformemos nuestros activos primarios en valor agregado para esta maravilla de Paraíso que es Venezuela, gracias a sus recursos, a su gente, a nuestra idiosincrasia, a nuestra manera de decirle no a la violencia, a la capacidad de análisis.

Nuestra ciudad, afortunadamente, todavía tiene una escala manejable, humana, que con una tecnología aplicada racionalmente a nuestro servicio, puede mejorarla aún mucho más.

Si la ciudad inteligente es aquella -que según la definición de otros- aplica la tecnología para controlar los recursos en función de mejorar la eficiencia, en todas las áreas, utilizando esa tecnología para ofrecer más y mejores servicios a los ciudadanos, incluyendo iniciativas que mejoran la sostenibilidad y el uso de más alternativas de energías renovables, debemos, entonces, tener claro que para poder controlar el despilfarro del agua, el cambio climático, la basura, el estado y calidad de nuestros sistemas de transporte, la vigilancia que genere seguridad, la iluminación, etc., etc., debemos enfocarnos primero y principalmente en la educación. Educar desde la consciencia, desde lo individual como aporte a lo colectivo. Desde la familia, el colegio, las instituciones, el trabajo…desde nuestras comunidades. Para tener agua hay que cuidar el origen de las fuentes, para controlar el cambio climático y la basura debemos aplicar las 3R: reducir, reutilizar, reciclar, y fomentar el cuido y siembra de árboles adaptados a los espacios, así como la protección de las quebradas, y esto solo se logra desde la construcción de la consciencia. La modernidad, la tecnología, la inteligencia artificial no puede significar la desvinculación del ser humano con la naturaleza.

Para mí, en lo personal, significa la concreción de lo que vengo escribiendo en muchos de mis artículos desde el 2017, sobre la necesidad de repensar nuestra ciudad, para convertirla en un espacio de todos, cuyo ordenamiento sirva para vivir bien, en el sentido más amplio. Vivir dentro de un ámbito que nos permita abastecernos, para lo cual debemos producir, y tener espacios para el expendio de lo que producimos. Un espacio en donde podamos aprender, socializar, apoyarnos, defendernos, disfrutar; para ello requerimos industrias, comercios, mercados, iglesias, parques, plazas, canchas, viviendas, instalaciones de salud, de educación…entre muchas otras. Eso se supone son las ciudades.

¿Qué es entonces, lo que se propone diferente? Pues que haya calidad espacial, que sean funcionales y que exista “una condición de igualdad” para y entre todas y todos los que la utilizan, o como otro amigo arquitecto lo denomina “la distribución de derechos”, que no es otra cosa que la asunción de derechos y deberes urbanos, para todos y por todos. Qué viviendas, escuelas, fábricas, comercios, sean ventilados y tengan luz natural. Qué estén interconectados por patios interiores. Que la movilidad, es decir, el desplazamiento sea fácil y cercano, ya sea peatonal, en bicicletas y/o tranvías, minimizando la contaminación, implementando las eco-tecnologías, incorporándolas a nuestras vidas de manera gradual, natural y permanente, rompiendo la dependencia de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón) y sustituyéndolos por energía solar e hidroeléctrica. Qué los nuevos proyectos y construcciones sean con base en las necesidades reales de los ciudadanos, combinando producción y consumo, deberes y derechos, de manera racional y eficiente.

Que se conviertan en espacios no solo de tránsito sino de socialización. La inteligencia comunal versus la inteligencia artificial, siendo la primera quien la defiende y rescata. Lo interesante es que esas denominadas “ciudades inteligentes” cada vez más voltean a mirar a las pequeñas ciudades para entender el cómo de su equilibrio. Y es que resulta que las ciudades inteligentes no se decretan, son inteligentes porque sus ciudadanos son inteligentes y saben cómo aplicar la tecnología necesaria de la manera correcta. Es racionalizar las inversiones, en momentos en que no solo a nivel nacional sino global, los recursos financieros son limitados.

Para evitar el estrés debemos tener una vida armónica, equilibrada para con nosotros y para con los demás. Esto último solo nosotros lo podemos lograr, mirando hacia nosotros, internamente y actuando de manera cónsona con un plan de vida sustentable, (1) de manera que podamos ser en lugar de ciudades inteligentes ciudades con gente inteligente.

(1) Sustentabilidad es la habilidad de lograr una prosperidad económica sostenida en el tiempo protegiendo a la vez los sistemas naturales del planeta y proveyendo una alta calidad de vida para las personas.

 

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