En el último mes de abril, la Cámara Federal de Casación Penal, máximo tribunal penal de Argentina declaró que, el ataque terrorista contra la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), perpetrado el 18 de julio de 1994, constituye un crimen de lesa humanidad y responsabilizó por ello y por el ataque contra la Embajada de Israel ocurrido en 1992, a Irán y a Hezbollah. El fallo sostuvo: “El atentado en Buenos Aires fue organizado, planificado, financiado y ejecutado bajo la dirección de las autoridades del Estado Islámico de Irán, en el marco de la Jihad Islámica, y con la intervención de la organización política y militar Hezbollah”.
Hace pocos días, el 15 de junio, la Corte Interamericana de Derechos Humanos consideró que Argentina es responsable por faltas en la prevención e investigación del atentado contra la AMIA. La sentencia señala: “Argentina es responsable por no haber adoptado medidas razonables para prevenir el atentado y no haber cumplido con su deber de investigar con la debida diligencia y dentro del plazo razonable el atentado y su encubrimiento”.
Pese a que estos dos dictámenes se producen tras una dilatada y vergonzosa demora y que con ellos no se inician los juicios pertinentes, resultan históricos, pues deslindan y precisan responsabilidades en ambos casos que, verdaderamente, configuran crímenes no prescriptibles y que no han tenido resolución ni justicia. Este par de actos terroristas son producto de un brutal odio antisemita y por ese mismo encono, se encubrieron y quedaron incólumes.
Estos dos veredictos ocurren a pocas semanas de cumplirse el 30 aniversario de la explosión del edificio de la AMIA, lo cual significa 30 años de impunidad, 30 años de un permanente y desoído pedido de justicia.
La negativa a esclarecer ambos ataques terroristas implicó el no haber llevado a juicio a los planificadores, a los perpetradores ni a los cómplices. Evidencia el desinterés cuyo clímax fue el memorándum de entendimiento, un claro intento de liarse con los perpetradores, es decir, con la teocracia iraní.
En definitiva, sin justicia no hay democracia y justicia tardía, no es justicia, pero puede ayudar a desenmascarar al país que promueve el terror y genera furibundas campañas internacionales de propaganda antisemita.
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