Comienza en Venezuela la campaña presidencial más incierta y más rara de su historia

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Edmundo González Urrutia y María Corina Machado se abren paso en las calles de Caras, al inicio de la campaña presidencial. El presidente Nicolás Maduro saluda a la multitud, durante el mitin de lanzamiento oficial de campaña presidencial, en Caracas, (Venezuela), el 4 de julio de 2024.

Nicolás Maduro y Edmundo González inician la campaña presidencial con puestas en escena opuestas

La capital se guardó para que la campaña electoral comenzara. Este jueves, previo a un feriado en Venezuela y a apenas 24 días de las elecciones presidenciales del 28 de julio, el día pareció un domingo de poco movimiento y negocios funcionando a media máquina. Los anuncios de una “toma de la ciudad” con 20.000 motorizados por parte del Partido Socialista Unido de Venezuela activaron las precauciones sobre el posible caos que en realidad no fue muy distinto al habitual.

El chavismo se concentró en dos puntos del centro de la ciudad y congestionó el centro con autobuses de instituciones públicas y motocicletas estacionadas en las avenidas principales. La oposición se movilizó por el este de Caracas con una espesa caravana de motos, camiones y gente a pie que esperaron la llegada del candidato Edmundo González, acompañado de su esposa, y de la líder María Corina Machado, demorados por una patrulla policial que los detuvo, pidió documentos del vehículo en el que se movían y los dejaron seguir después de forcejear un rato.

Así comienza una campaña electoral inédita para Venezuela en la que las mediciones de fuerza como las de hoy están demás. El escenario está claro desde las movilizaciones previas —un desborde de gente en torno a los opositores y poca convocatoria alrededor del candidato-presidente— y lo vienen diciendo las encuestas hace meses: el chavismo está en su peor momento y Machado ha capitalizado el descontento ciudadano contra el Gobierno y otros liderazgos de la oposición y lo ha transferido casi totalmente a Edmundo González, su sustituto de último minuto. Pero, lo que ocurra en las presidenciales, un hito crucial en la larga crisis política venezolana a la que todavía le quedan kilómetros por recorrer, no depende tanto de los actos de campaña como sí de las negociaciones que se acaban de retomar con Estados Unidos. El escenario sigue siendo el de la incertidumbre.

José Gregorio Da Silva fue a su primera movilización este jueves. Tiene 19 años, estudia Medicina y el 28 emitirá su primer voto, luego de varios intentos por inscribirse en el registro electoral. Llevaba una bandana en la cabeza que decía “Mano, tengo fe”, el eslogan de apoyo a la selección venezolana de futbol que en estos días de Copa América ha sido prestado a la política. “Estoy aquí porque quiero que el país cambie”, dice, reconociendo que es el único país que ha conocido siendo más joven que la revolución bolivariana. “No quiero vivir más en esta esclavitud, por decirlo de alguna manera. No me gustaría que volviera a ganar el presidente actual, aunque hay una pequeña posibilidad de que eso pase”, dice. La posibilidad de triunfo de Maduro está supeditada, en su opinión, a que haga un fraude para ganar. Y eso desencadenaría otra posibilidad en su caso y en el Nicole García, de 16 años, que no vota todavía, pero que lo acompañaba en la caravana convocada por los sectores opositores. “Si no hay cambio buscaré la manera de irme de Venezuela”, dice la joven, que aún no termina el colegio. “Quiero tener un futuro”, agregó antes de ver pasar sobre un camión al candidato opositor y su esposa vestidos con las camisas de la Vinotinto.

Maduro ha hecho un despliegue de eslóganes. No hay una frase que identifique la campaña. Ni un color. La ciudad se ha llenado de pintadas con la cara del líder en colores, con corazones que dicen “Futuro”, “Maduro es pueblo”, “Vamos, Nico”. El PSUV ha rescatado la imagen del Chávez militar en un intento por “refrescar” el tarjetón. Todos los colores y frases se vieron en los dos puntos donde se concentraron los seguidores de Maduro en Catia, en el oeste de Caracas, y frente a la sede de PDVSA. Todos con franelas, uniformados en campaña.

Un grupo de jóvenes bajó de un autobús que venía de Charallave, en las afueras de la capital. Delegaron las declaraciones a la jefa de cuadrilla, quien los coordina en el trabajo que hacen en la Misión Venezuela Bella, un programa de limpieza y ornato de las ciudades que creó Maduro hace unos años para incentivar el trabajo. María Velero, la jefa, de 46 años, dijo que trajo a 250 muchachos, todos “llenos de alegría y esperanza”. “Vamos a seguir apoyando a la revolución. Ahora nos toca comernos las maduras, ya nos comimos muchas verdes”.

Aunque el Gobierno lanzó un reality de canto para escoger la canción para esta batalla, Maduro cuando llegó a la tarima final de su acto presentó el himno Chávez, corazón del pueblo que sonó en la última campaña del comandante y aprovechó la pequeña llovizna que cayó en Caracas para recordar la última campaña del expresidente fallecido en la que habló bajo un fuerte aguacero. “Si Chávez se mojó, yo también me mojo”, dijo desde la tarima ubicada a unos metros de Miraflores. Luego se dedicó a exaltarse como “gallo pinto” que derrotará al “gallo pataruco”, como el chavismo se mofa de González Urrutia para señalarlo por su edad. “¿Ustedes creen que esos patarucos están preparados para dirigir Venezuela? O quieren un presidente vergatario, un gallo pinto”, dijo ante la multitud, a la que aseguró que está preparado para ganar el 28 de julio. “La profecía se está cumpliendo. Vienen tiempos de milagros, de crecimiento, de paz y de unión. Tengo las riendas de la patria en mi mano, sé lo que digo, sé lo que hay que hacer y nadie podrá hacerle más daño a Venezuela”, dijo el mandatario.

El chavismo organizó 70 movilizaciones en todo el país, por la edad que cumpliría el expresidente Chávez el 28 de julio, la fecha que escogieron para las presidenciales. En la de Caracas la gente se concentró bastante más temprano que la opositora. El punto de la Plaza Sucre Catia no llegó a llenar a tope el lugar. Guillermo González, vendedor informal de lentes, se atrevió a aportar para el análisis sobre la pérdida de seguidores que ha experimentado el chavismo que tenían otros dos vecinos de Catia apoyados en un poste viendo la multitud. “Es que la gente quiere cambio. Lo sé porque yo lo quiero y lo he visto”, comentó y sacó el teléfono con las pruebas: los videos que grabó en Táchira, en la última parada de la gira de Machado, a donde fue a vender sus lentes baratos. Al lado de su mercancía, José vendía postales de fotos viejas de Chávez en actos políticos y con su familia. Alguien se las regaló y decidió ofrecerlas en la plaza a 1 dólar o 40 bolívares cada una. También vende souvenirs opositores en sus marchas, pero no votará por ninguno de ellos sino por el pastor evangélico Javier Bertucci. “Queremos una patria donde podamos trabajo”, dijo y poco después recogió las postales. Se quedó de espectador escuchando al otro vecino que lo acompañaba, a quien presentó como opositor de toda la vida. “Todos los gobiernos son transitorios”, decía el vecino Edgar. “Aquí lo ves, es mucha decepción y cansancio. Y Maduro ya está cansado también”.

El País de España – Florantonia Singer

Comienza en Venezuela la campaña presidencial más incierta

Venezuela comienza la campaña electoral más incierta. El resultado será importante, porque determinará quién recibe el mandato para gobernar el país en los siguientes cinco años, pero lo es aún más lo que puede ocurrir a continuación. El chavismo, de aceptar los resultados del 28 de julio, tendría que abandonar un poder que se ha convertido con el tiempo en absoluto: la llamada revolución bolivariana, ideada por Hugo Chávez a finales de los 90, controla todas las instituciones del Estado. Muchos creen que, a día de hoy, no se dan las condiciones para una transición que recupere los valores democráticos de la República y se acepte el turnismo. Estados Unidos y otros países como Colombia y Brasil negocian a contra reloj con Nicolás Maduro un acuerdo en el que quede por escrito que respetaría los resultados en el caso de que le fueran desfavorables.

Por ahora, según las encuestas más fiables, lo son. Edmundo González, el candidato de consenso de la oposición, lidera prácticamente todos los sondeos, en algunos con una diferencia importante. Maduro, después de un mes recorriendo el país, ha recuperado popularidad, que ha pasado del 19% al 25%. De acuerdo a fuentes cercanas al chavismo, el presidente también ha recibido en su despacho números alarmantes para sus intereses, pero todavía cree que puede darles la vuelta. El oficialismo tiene una red de simpatizantes importante conseguida a través del manejo de las ayudas sociales, como las cajas de comida CLAP. Además, la oposición no aparece en los medios locales, es probable que no tenga testigos en todos los colegios electorales y está dispersa en otros dos o tres nombres que le quitarán votos a Edmundo.

Que algo no va bien para el chavismo lo demuestra que hace dos días Maduro anunciara que retoma las conversaciones con la Casa Blanca. Esto ha dado pie a todo tipo de especulaciones. Hay quien cree que el oficialismo trata de ganar tiempo e incluso de posponer las elecciones. Otros, que busca una salida negociada y una especie de amnistía para sus jerarcas. Jorge Rodríguez, el operador político de Maduro, se reunió el miércoles por videollamada con representantes del Gobierno de Joe Biden y al acabar hizo una declaración en la que no dio muchos detalles concretos de lo hablado. Si las conversaciones son tan preliminares, resulta muy difícil pensar que estas puedan tener alguna incidencia el día de la votación. En paralelo, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, trata de hacer firmar a las partes un documento en el que se comprometan a reconocer los resultados y a no perseguir a los vencidos. Encajar todas estas fichas es un verdadero reto diplomático para todos los implicados. El destino de una nación está en juego.

En un hipotético caso de que el chavismo estuviera dispuesto a compartir el poder con otro actor más se abriría un periodo de incógnitas. Los más pesimistas -o realistas- creen que esto no va a ocurrir bajo ninguna circunstancia. ¿Por qué el oficialismo iba a marcharse, qué ganaría? Sería una forma de pacificar el país, que vive en permanente tensión desde hace 25 años: las partes están enfrentadas y sostienen posturas irreconciliables. Por el camino, el país ha sufrido una crisis económica brutal, lo que ha llevado a emigrar a siete millones de personas. Hablamos del mayor éxodo de la historia de América Latina. El chavismo ha mermado a la oposición con la detención de dirigentes, la inhabilitación de sus figuras más populares -como la de María Corina Machado, que mueve masas, pero que ha tenido que cederle su candidatura a Edmundo-, por lo que ha reducido al mínimo su margen de acción, más propio de un entorno autoritario. A esto se suman las grandes equivocaciones de los opositores, que han pasado años desunidos.

Llegado el caso de un cambio en el Palacio de Miraflores, la base de operaciones de los presidentes venezolanos, Edmundo González tendría por delante una misión gigantesca. De julio a enero seguiría presidiendo el país Maduro: en ese lapso podría pasar cualquier cosa. La Asamblea, donde el chavismo tiene una mayoría abrumadora, tendría un año más de mandato. Y le tocaría navegar entre unas instituciones cooptadas por el chavismo, la más importante de ellas el Ejército, donde impera una mentalidad revolucionaria, algo realmente sorprendente si se tiene en cuenta la historia castrense de la región. Petro intenta hacerle ver a Maduro, según fuentes consultadas, que salir por un tiempo del poder podría servirle al chavismo para reestructurarse en la oposición y regresar más tarde a Miraflores en un contexto de normalidad política similar a la de otros países del entorno. Venezuela abandonaría la condición de paria entre la comunidad internacional.

Los venezolanos, si se atienda a los sondeos, llegan agotados a estas elecciones. El proyecto revolucionario de Chávez vivió picos de prosperidad con el boom del petróleo a principios del 2000, pero después cayó en picado y los problemas se agudizaron después de su muerte, que dio paso a la era de Maduro. La carestía diaria es una losa que hace que el chavismo haya perdido muchos adeptos. Los expertos calculan que representan el 20% de la población, gracias a los cientos de miles de empleados públicos ahí colocados por su militancia y sectores populares todavía muy ideologizados. María Corina Machado y Edmundo, que hasta ayer era un desconocido, han recogido el descontento y son una verdadera amenaza electoral para Maduro. Queda el interrogante de si el presidente saldría por la puerta de Miraflores en caso de una derrota. Faltan 24 días para la votación, pero la respuesta a esa pregunta ronda la cabeza de todo el mundo desde este preciso instante.

El País de España – Juan Diego Quesada

 

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