Sadia Agsous-Bienstein: La literatura palestina entre estética, exilio, guerra y muerte

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El intelectual palestino Elias Sanbar, en su Dictionnaire amoureux de la Palestine [Diccionario amoroso de Palestina] (Plon, 2010), dedica una entrada especial a su amigo Mahmud Darwish (1941-2008). Estas líneas dedicadas al poeta de Palestina nos ayudan a comprender el recorrido de quien, por su condición de exiliado, no podía dejar de inscribirse tanto en la lengua y la literatura árabes como en la literatura universal: «Poeta de las intersecciones, fue también un clásico moderno en el sentido de que no podía ‘estrangular’ la lengua porque dominaba su clasicismo en grado sumo. Apasionado del gran Mutanabi, resonaba también con la música de muchos grandes poetas llegados de otros horizontes, de otros sonidos, de otros ‘ecos’. Así se constituyó la familia poética que formó con sus hermanos y primos: el español Lorca, el alemán Rilke, el italiano Montale, el griego Ritsos, el chileno Neruda, el francés Char y tantos otros…». Poeta de Jerusalén, del amor, de la alteridad, del compromiso y de la resistencia, Darwish refleja las múltiples identidades, ya sean estéticas o estilísticas, lingüísticas, políticas y sociales, que presenta la literatura palestina moderna.

Pero antes de dedicarme a ello, debo admitir que hoy me resulta difícil escribir, pensar y teorizar sobre la literatura palestina sin mencionar la catastrófica situación de Gaza, donde una parte de la población está muriendo bajo las bombas israelíes. Me siento tan impotente ante la deshumanización de los palestinos, ante el silencio de los países árabes y ante el apoyo de muchos países de Occidente a Israel, que tiendo a pensar que solo el profeta Jeremías podrá soportar esta desgracia. El sufrimiento de este pueblo es semejante al de Adán, el exiliado del paraíso, invocado por Darwish en este verso: «Aquí, Adán recuerda el polvo de su barro» (Estado de sitio, 2002). ¿Podemos decir que la artista palestina Larissa Sansour tenía razón cuando simbolizó en su video A Space Exodus (2008) a los palestinos como un pueblo excluido y exiliado de la tierra y la humanidad?

Gaza está destruida, sus casas convertidas en polvo; sus niños mueren, igual que sus adultos, sus hombres y sus mujeres. Sus hospitales, sus escuelas, sus centros culturales y sus tiendas han quedado destruidos. Gaza ha perdido sus archivos, sus universidades se han borrado, con una puesta en escena digna de un videojuego violento. Gaza también ha perdido a algunos de sus escritores y escritoras, de sus poetisas y poetas, de sus artistas y dramaturgos cuyas obras han contribuido a la creación de lo que se acepta como cultura y literatura palestinas.

«No le pido nada a nadie, excepto poder escribir y a veces llorar porque no he muerto durante la guerra». Estas son las palabras del escritor de Gaza, Mahmoud Jawda, en su relato A veces lloro porque no he muerto en la guerra. Son palabras desgarradoras, palabras de culpa y pesar que no se han escrito hoy, sino en 2014, unos meses después de la mortífera operación militar de Israel, Margen Protector. Mahmud Jawad sigue vivo,

¿hasta cuándo? Nadie lo sabe, porque entre las decenas de miles de muertos de Gaza, a varios escritores y artistas y a sus familias se les ha arrebatado la vida: Heba Abu Nada, poetisa; Abdul Karim Hashash, escritor; Inas al Saqa, dramaturga; Shahadah al Buhbahan, poeta;Nour al Din Hajjaj, poeta y escritor; Mustafa al Sawwaf, escritor; Abdullah al Aqad, escritor; Said al Dahshan, escritor; Saleem al Naffar, poeta; Omar Abu Shaweesh, artista; Lubna Alian, joven violinista; Marwan Tarazi, fotógrafo; Tala Balousha, bailarina de danza tradicional; Mohammed Qaryeqa, Ali Nasman, Tha’er al Taweel, Heba Zaqout, Halima al Kahlout, Nesma Abu Sha’ira, artistas; Mahmoud al Jubairi (Al-Nabtashi), cantante; Yusuf Dawas, artista y escritor; Sham Abu Obeid y Leila Abdel Fattah al Atarsh, que tenían ambas ocho años y eran miembros del grupo Champions de danza tradicional palestina dabke y tantos otros, por no hablar de Refaat Alareer.

Una literatura desterritorializada, una literatura de una nación

La historia de la literatura palestina es un reflejo de la historia de su pueblo. Es la historia de toda una nación en el exilio: refugiados, desplazamiento forzado, desarraigo, fragmentación, apatridia, pérdida, trauma, tragedia, ruina y silencio». Refqa Abu Remaileh.

Es imprescindible señalar que 76 años después de la destrucción de la Palestina histórica, la literatura palestina es una producción rica y polifacética que ofrece todos los géneros literarios que cualquier literatura territorial nacional podría sugerir. Es accesible en todos los rincones del mundo, porque se ha traducido para incorporase a la globalización literaria. Esta literatura, aunque desterritorializada, debe asociarse a sus momentos fundacionales antes de la Nakba (la catástrofe) de 1948. De hecho, los palestinos participaron por medio de la producción intelectual, literaria y política en el movimiento por la modernización de la lengua y la cultura árabes, un momento definido como Nahda (renacimiento). Los palestinos han sido grandes traductores de la literatura mundial, especialmente de la literatura rusa. La vida literaria fue promovida por escritores y poetas de talento como Khalil Baydas (1874-1949), fundador de la novela palestina árabe moderna en 1920, Ishaq Musa al Husayni (1904-1990), Iskandar al-Khūrī al BeitJālī (1889-1973), Abd al Massih Haddad (18881963), Émile Touma (1919-1985), Najati Sidqi, Yohana Khalīl Thikrat o Khalaf Sabbagh, sin olvidar a Najwa Kawar Farah (1923-2015). En 1948, la mayoría de los centros culturales de Jerusalén, Haifa o Jafa fueron destruidos con la destrucción de sus periódicos, editoriales, escuelas y teatros. Sus intelectuales y escritores fueron expulsados y sus archivos, confiscados por Israel, se trasladaron al sótano de la Biblioteca Nacional de Jerusalén.

A partir de esta catástrofe, los palestinos, dispersos entre sus tierras y el mundo, trabajarán para (re)construir su literatura que dará sentido a un pueblo sin Estado y sin tierra. Los palestinos, que han logrado construir una literatura en ausencia de un Estado territorial centralizado, muestran que las literaturas no se configuran exclusivamente en el marco de la construcción del Estado nacional clásico.

La investigadora palestina Refqa-Abu-Remaileh propone centrar la literatura palestina en la figura del refugiado y del exilio, en una época definida por Edward Said (2000) como la de los refugiados (Age of the Refugees). En su artículo «The Country of Words : Palestinian Literature in the Digital Age of the Refugee» (2021), Abu Remaileh explica que «es importante reflexionar seriamente sobre la literatura palestina no solo como una literatura nacional, sino como la literatura de una nación que, durante la mayor parte de su historia, ha estado sometida a una forma de nacionalismo del exilio no territorial. Sin rechazar de plano el modelo literario nacional, la figura del refugiado que encontramos en la literatura palestina nos anima a pensar juntos sobre las literaturas nacionales y del exilio».

La literatura palestina está escrita en árabe y en otros idiomas y adopta diferentes formas según las épocas y las generaciones. Por último, el tema de Palestina también ocupa a otros escritores, ya sean árabes o de otros países. Sencillamente, la cuestión de Palestina se articula en la literatura en torno a un acontecimiento fundamental, la Nakba, y su historia y su memoria. Narrar el lugar y el tiempo de Palestina por medio de la ficción es un elemento central que se asemeja al Tjukurrpa, el tiempo de los sueños, el Dreamtime propio de los pueblos indígenas de Australia. Es a través de la narración funcional, es decir, narrando su vida en tiempos de guerra, como Refaat Alareer ha elegido introducir a los jóvenes escritores en Gaza. En Gaza no se calla, Gaza responde (2014) escribe: «Los relatos nos ayudan a dar un sentido a nuestro pasado y a conectarlo con nuestro presente; pueden ser el hilo conductor que nos une a nuestro pasado; y pueden adoptar la forma de un sueño que aún no se ha cumplido. Los palestinos, en particular, han aprendido a apreciar y buscar historias».

La poesía de Darwish, Hussein, Hana abu Hana, Samih al Qassim y Tawfik Zayad ha sido el medio por el que los palestinos han mantenido sus bases culturales en Israel.

Los palestinos que permanecieron en su tierra (los llamados palestinos de 1948), que se había convertido en el Estado de Israel, tuvieron la oportunidad de poner en marcha el proceso de reconstrucción cultural y literaria árabe, a pesar de la segregación y el confinamiento militar que este pequeño grupo sufrió en Israel. En 1954, Émile Habibi (1922-1996), el innovador de la literatura árabe, comenzó su carrera literaria con

Bawābat Mandlebāūm [La puerta de Mandelbaum]. Se trata de un relato que se desarrolla en la Tierra de Nadie que separaba la ciudad de Jerusalén entre sus partes occidental y oriental y entre los propios palestinos. Sin embargo, Habibi optó por Galilea y la ciudad de Haifa como escenario para sus personajes palestinos, especialmente Said al mutašā’il (el pesoptimista) en Los extraordinarios hechos que rodearon la desaparición de Said, padre de calamidades, el pesoptimista (1974). En 1963, Rashid Hussein (1936-1973), nativo de Musmus, publicó su himno trágico Al hub wālgītū [El amor y el gueto], 1963. El poeta lamenta la pérdida de Jafa, una ciudad devastada y vaciada de su población en 1948 después de haber sido un modelo de la modernidad palestina a principios del siglo XX. En 1964, un joven comunista llamado Mahmud Darwish (1941-2008) publicó su poemario Aaūrāq al-zaytūn [Hojas de olivo] con su poema Sagil anā arabī [«Escribe que soy árabe»] que lo impulsó a la escena literaria árabe para convertirse, unos años más tarde, en el poeta nacional de Palestina. Ghassan Kanafani (1936-1972), desde su exilio en Líbano, describió la literatura de estos escritores y poetas galileos como Adab al-Muqāūama (literatura de resistencia, 1966). Esta literatura de resistencia se forja en un movimiento de revuelta contra las desastrosas condiciones del período posterior a la Nakba. La poesía de Darwish, Hussein, Hana abu Hana, Samih al Qassim y Tawfik Zayad ha sido el medio por el que los palestinos han mantenido sus bases culturales en Israel. Kanafani consideraba la existencia de esta cultura de resistencia, ubicada en territorio israelí, como el fundamento de una nueva literatura nacional palestina destinada a convertirse en el punto de convergencia de una entidad palestina geográficamente fragmentada.

El mismo Ghassane Kanafani fue un escritor exiliado en Beirut. Centró su literatura en la Nakba y las condiciones de los refugiados palestinos en los países árabes (Hombres al sol, 1963). En 1970, Kanafani publicó Retorno a Haifa para plantear una cuestión esencial: el derecho de los refugiados a regresar a su tierra. Este relato está escrito en un tiempo posterior a 1967 y a la ocupación israelí de 1967 que los palestinos llaman al-Naksa (la derrota). La lista de escritores, poetas y dramaturgos palestinos en el exilio, en los territorios o en Israel que se centrarán en Palestina y su Nakba es rica: Abū Selma (1909-1980); Fadwa Tuqan (19172003) «la poetisa de Palestina»; Taha Muhamed Ali (1931-2011); Murid al Barghuti (1944-2021); Faycal Hurani, Sahar Khalifeh, François abu Salem (19512011), Yusuf abu Warda, Makram Khoury o Hussein Barghouti. Para la nueva generación, este tema sigue siendo tan importante como siempre, con una mirada más centrada de la sociedad palestina. Se presenta en diversas formas literarias (ciencia ficción, realismo o distopía) de las plumas de Majd Kayyal, Adania Shibli, Ibtisam Azem, Abad Yahya, Huzama Habayib, Gharib Asqalani, Bashar Murkus, Tasmin Abutabikh o Dareen Tatour.

Aunque el idioma principal de la literatura palestina sigue siendo el árabe, también se escribe en otras lenguas. Anton Shammas publicó Arabescos en hebreo en 1988. Susan Abulhawa escribe sobre su Palestina en inglés dando voz a las mujeres. Otros escritores narran Palestina en inglés (Sami el Youssef, Selma Dabbagh, Saleem Haddad), en francés (Elias Sanbar, Karim Kattan) o en italiano (Rula Jebreal). Maurice Ebilini dedicó su libro Being There, Being Here, Palestinian Writings in the World (2022) a esta literatura palestina escrita en el mundo por generaciones de palestinos para las que el árabe ya no es la lengua materna y explica: «Hoy en día, podemos pensar que las producciones literarias palestinas han superado su posición circunscrita al contexto árabe. La actual diversificación cultural en el seno de las comunidades palestinas en los diversos contextos ‘dentro’ y en varios lugares ‘fuera’ de Israel/Palestina, que abarca tres generaciones desde su desarraigo histórico en 1948 (la Nakba), se ha hecho claramente visible en la literatura a través de la creciente producción de escritos palestinos en idiomas distintos del árabe».

Por último, Palestina reflexiona más allá de su espacio y de los palestinos para impregnar la literatura árabe y no árabe. El ejemplo más destacado es el del escritor libanés Elias Khoury (1948), que dedicó varias de sus novelas a Palestina con el fin de establecer el vínculo entre literatura, historia y memoria. En 1998 publicó La cueva del sol que fue adaptada al cine en 2004 por el director egipcio Yusri Nasrāllah. En 2016, Khoury publicó su novela Aūlād al-ġītūismī adam [Hijos del gueto: Mi nombre es Adán, 2016], dedicada a los palestinos de 1948 contando la trágica historia de la destruida ciudad de Al Lidd, en la que los israelíes erigieron un gueto para encarcelar a los palestinos que sobrevivieron a las masacres. A esta saga le sigue La estrella de mar: hijos del gueto, cuya traducción del árabe de Rania Samara fue publicada en Francia en 2023 por Actes Sud.

La literatura palestina en la era digital

Refqa Abu Remaileh sitúa la literatura palestina en esta época de refugiados, pero también precisa su contexto, la era de la digitalización. De hecho, moviliza las humanidades digitales, utilizando la recopilación de datos para «seguir los pasos, movimientos, desarrollos, redes y trayectorias de la literatura palestina y sus figuras literarias a través del mundo árabe, Europa, Estados Unidos, América Latina y el Caribe». Alareer, por su parte, ofrece un significado más pragmático de lo digital, un espacio que reúne y permite la comunicación entre palestinos: los amurallados en Gaza, los asediados en Cisjordania, los que sufren en Israel un régimen de apartheid y los de la diáspora cuyo regreso a su patria es imposible. Dice: «Internet es el lugar donde los escritores, con la ayuda de redes sociales y sitios web propalestinos como Electronic Intifada y Mondoweiss y muchos otros, han logrado conocer e interactuar con los palestinos de la diáspora, Cisjordania, Jerusalén y los territorios ocupados en 1948. Juntos, escritores y activistas palestinos están reconstruyendo los fragmentos territoriales de Palestina para construir una entidad poderosa que Israel, respaldado por las potencias occidentales, sigue tratando de fragmentar y borrar. Los colaboradores, rechazando la idea común de que Gaza es una entidad separada, escriben sobre cosas que nunca han experimentado directamente, como el muro, los puestos de control y los asentamientos. Gaza no se calla¸Gaza responde trata de crear un lugar y forjar con los palestinos los lazos que no podemos encontrar bajo las condiciones del apartheid y la colonización».

De hecho, este fenómeno es importante hoy en Gaza, con el uso de las redes sociales por parte de sus habitantes para narrar la destrucción de sus vidas al aire libre. El sitio web en árabe, Hakaya Gaza, reúne una colección de textos literarios escritos bajo la amenaza de las bombas. En la página dedicada a la literatura, se lee: «La literatura de guerra es una de las artes más sagradas que ha consagrado la historia de la lucha y ha transferido el sufrimiento humano de la guerra a poemas, canciones y obras de ficción y lo ha documentado. A lo largo de la historia, la literatura ha sido testigo de la injusticia de la autoridad del colonizador hasta su desaparición».

En este sentido, Gaza y sus escritoras y escritores se inscriben a la vez en esta época de exiliados, pero también en su digitalización, y ofrecen así un medio de reunificación de las diferentes partes que componen este pueblo y un contacto con otros lectores del mundo. No sé qué será de Gaza, pero lo que es seguro es que su literatura del exilio, la guerra y la tecnología digital ofrecerá a los amantes y estudiosos de la literatura otra forma de aprehender y entender la literatura. Así mismo será útil a los historiadores para escribir sobre este período.

Conclusión

La literatura palestina en cuanto literatura de los refugiados, los exiliados y los condenados de esta tierra, traerá sin duda una nueva forma de escribir en condiciones de guerra. La experiencia actual, que denuncian como genocidio, muestra cómo los seres humanos pueden apelar a la belleza y la estética para transmitir su condición. El uso de las redes sociales para escribir esta literatura de guerra nos exige que consideremos cómo, en el futuro, seremos capaces de leerla y de encontrarla. Gaza, a pesar del horror, revolucionó la escritura de la literatura y su difusión. También desempeña el papel de testigo, testimonio y archivo de un período que ningún ser humano desearía rememorar. Recuerdo la obra de teatro de Gilad Evron, Ulises en Gaza (2010), cuando trabajaba sobre los traductores palestinos de literatura rusa. Ulises es israelí, judío, que dice ser profesor de literatura y que se está desmoronando en una prisión militar israelí. Capturado en medio del mar, en una balsa hecha de botellas de plástico vacías, había intentado desafiar el bloqueo israelí de la Franja de Gaza para llegar allí a enseñar literatura rusa. Para Ulises, «un millón y medio de personas encerradas en esta estrecha franja de tierra necesitan espacio, extensiones infinitas. Solo la literatura rusa podía ofrecer eso a los gazatíes». Propongo darle la vuelta a la pregunta para decir que necesitamos leer literatura palestina, porque solo el millón y medio de personas encerradas y masacradas pueden y podrían enseñarnos sobre la literatura y la vida.

Si está escrito que debo morir

Entonces tú deberás vivir

Para contar mi historia

Para vender mis cosas

Y comprar una tela y cuerdas

Asegúrate de que sea bonita y blanca

Con una cola larga

Para que un niño en algún lugar de Gaza

Mirando a los ojos del paraíso

Esperando a su padre

Desaparecido de repente

Sin decir adiós

A nadie

Ni siquiera a su carne

Ni siquiera a su alma

Para que un niño en algún lugar de Gaza

Pueda ver esa cometa

Mi propia cometa

Que tú hiciste

Que volará hasta allí arriba

Muy alto

Y que el niño pueda pensar por un instante

Que se trata de un ángel

Que ha vuelto a traerle amor

Si estuviera escrito que debo morir

Si mi muerte trae esperanza

Deja que mi muerte se convierta en un relato.

Refaat Alareer. Poeta y académico, murió mientras dormía la noche del 6 al 7 de diciembre de 2023. Era profesor de literatura inglesa en la Universidad Islámica de Gaza. En 2014 editó Gaza no se calla, Gaza responde, una colección de escritos de jóvenes gazatíes sobre la vida en Gaza durante y después de la operación israelí «Plomo Fundido» de 2008-2009, en la que murieron más de 1.400 palestinos.

Ivestigadora, Maison de Sciences Humaines, Université Libre de Bruxelles.

 

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