Julieta Cantos: Gobierno, gobernanza y sociedad civil 2

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Dany Robert Dufour habla sobre el hecho de que la gobernanza corporativa ha llegado a los asuntos políticos reduciendo al gobierno a su mínima expresión. Y para ilustrarlo se refiere a lo ocurrido en Francia en 1999 en donde “la sociedad Michelin, al mismo tiempo que anunciaba un alza del 20 % en los beneficios semestrales suprimía 7.500 empleos, y en lugar de reaccionar, el Gobierno no encontró nada mejor para hacer que no hacer nada… El Gobierno renunciaba a actuar, es decir el propio desvanecimiento político. Y la explicación era que quienes toman el riesgo son los accionistas, siendo ésta la base de la teoría neoliberal. “El capital aportado por los accionistas tiene un costo”. Este anuncio significó que la cotización de la acción en la bolsa aumentara en un 12 %. “Las teorías liberales tienen el potencial de poder valorizar todo –es decir, de comprar y de vender prácticamente todo– en su valor exacto en el mercado, independientemente de toda consideración moral en el sentido kantiano del término –lo que permite recordar que para Kant, todo no es vendible-. Encontrarán en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785), casi contemporáneo del tratado sobre la Riqueza de las Naciones de Adam Smith, lo siguiente: “Todo tiene o un precio o una dignidad. Uno puede remplazar lo que tiene un precio por su equivalente; en cambio lo que no tiene un precio y por tanto no tiene un equivalente es aquello que posee una dignidad” Kant, (1785). He aquí una bella oposición: de un lado el inventor de la teoría liberal, Adam Smith, para quien todo tiene un precio y, Kant del otro, eminente representante del trascendentalismo, para quien la dignidad no puede ser reemplazada porque “no tiene precio” y “tampoco equivalente” ella descansa solamente en la autonomía de la voluntad.”

Continúa Dufour: De hecho, si los accionistas de Michelin se retiran, entreviendo mejores beneficios en otro lado, la empresa se viene abajo. Hay que ver entonces la gobernanza corporativa como un universo prosaico donde todo se vende y se compra, ejerciendo los accionistas una nueva presión sobre los jefes de las empresas. Ya que este universo es “justo” a su manera, cada uno debe jugar defendiendo a muerte sus intereses (incluso mintiendo o exagerando, piensen por ejemplo en el caso de las falsificaciones de las cuentas de Enron o de otros: corridas inmobiliarias, quiebre de los bancos… O Parmalat, el escándalo contable más grave en Europa… La compañía se salvó por la intervención del Estado pero los pequeños inversionistas comunes y corrientes perdieron los ahorros de toda su vida… Igual que en el caso de las inmobiliarias y bancos… y luego Lactalis la compra a precios “accesibles” así como a sus filiales en otros países –en Venezuela el Estado vende en 2011 manteniendo una participación minoritaria-. Mi conclusión es, que si se puede intervenir para salvar, se debe intervenir para controlar, cambiando además las proporciones de participación.

“En breve, de un capitalismo de empresarios que deben encontrar compromisos sociales con los asalariados, hemos pasado a un capitalismo financiero caracterizado por el apetito de los accionistas que exigen tasas de rentabilidad a corto plazo y de dos cifras (cerca del 15 %). Hemos entrado así en un mundo eminentemente tenso y estresante, de una ferocidad extrema, en donde los actores (es el término consagrado) se obligan uno al otro en una búsqueda de riesgo permanente, la cual es de otra parte altamente valorizada en el discurso (si de un lado uno calcula el “Pricing del riesgo”, del otro se celebra “la cultura del riesgo”). Para tener una idea de esta valorización basta con leer a Antony Giddens, el economista teórico de la tercera vía blairista. En instituciones sociales reestructuradas más comprobadamente (por la gobernanza, por supuesto) se quiere a menudo animar a las personas a tomar riesgos antes que a evitarlos. El riesgo es el fundamento de la innovación, la innovación es el fundamento de una actitud emprendedora”. Una socialización así reestructurada se parece entonces a la que prevalece en una partida mentirosa de póker en donde cada actor es obligado a pensar en su supervivencia permanente –los que viven en la escasez así como aquellos que viven en la sobreabundancia-. No es casual que dos tercios de los premios llamados “Nobel de Economía” (distinción que no existe, pues se trata solamente del “premio de la Banca de Suecia en ciencias económicas”) han sido entregados desde 1969 a los economistas estadounidenses de la Escuela de Chicago, cuyos modelos matemáticos sirven esencialmente, como el de William Sharpe, para especular muy bien en el campo de las finanzas.

“Aquellos que se encontraron excluidos del juego, son los asalariados del común, principales productores de riqueza y, como tal, anteriormente aliados y adversarios del patrón de la empresa: se encontraron marginados, afectados por todos los fenómenos contiguos: invención de un salario ‘Kleenex’, disminución de la representación sindical, desmoralización, imprevisibilidad de las reacciones, viviendo en una inseguridad organizada, que implica sacrificar toda continuidad no sólo profesional pero también y sobre todo personal”.

En verdad intenté cerrar hoy pero es demasiado complejo, así que intentaré concluir, si es posible, esta misma semana.

Comentarios bienvenidos a julietasinlimite28@gmail.com

 

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