A la familia León Mármol
Un hombre es carne y huesos, mas también cierto número de años. Es materia y proceso. Lo mismo la fruta y el ave y la piedra. La materia es espacio y tiempo; éstos existen como formas de aquella. Las piedras mágicas (1945). Carlos Augusto León (1914-1997).
No sería justo despedir a un compañero de luchas por la libertad y la democracia como lo fue Vladimir Enrique León Bencomo sin mostrarle al mundo las dos facetas más resaltantes de su vida: la de científico a carta cabal y la de luchador social por las libertades, que de tanto amor por su país, se atrevía a debatir con la mayor destreza y profundidad, que ya quisiéramos tener muchos de nosotros, asuntos sociales, electorales, políticos y constitucionales, al punto que su compañera de vida y esposa, la Dra. Blanca Rosa Mármol de León, Magistrada Emérita del TSJ, le otorgara el “título” familiar de Físico Litigante, que a mi juicio llevó con mucho más orgullo que el mismísimo PhD en Física que le concediera la Universidad de Yale. Así sería la estatura moral e intelectual de este venezolano que ayer le entregara la vida al Creador.
No me cansaré de repetir que las vidas más valiosas se han quedado en este camino tan difícil y sinuoso para la restitución de nuestras libertades. A pesar de su edad y su terrible enfermedad, Vladimir tuvo una lucidez envidiable para el análisis de los problemas políticos, siendo factor fundamental para la redacción de unas Bases Comiciales justas, equilibradas y proporcionales, que propone la Alianza Nacional Constituyente Originaria, ANCO, al país para la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente.
Es muy difícil ver en estos tiempos a un científico del nivel del Vladimir León con tan alto sentido de sensibilidad social, y tal vez fueron precisamente esas las características que hicieron que vibrara en la misma frecuencia y dirección del proyecto para Venezuela que le presentamos a la Nación ya hace muchos años. Como buen investigador lo diseccionó en sus partes fundamentales y lo contrastó con la realidad, llegando a la misma conclusión nuestra de la necesidad de un cambio de proporciones para Venezuela. Todavía puedo recordar el sentido impacto emocional que le causó al conocer por primera vez el proyecto, y su compromiso posterior más allá de lo común. Luego entendí que era así como se tomaba personalmente las causas en las que verdaderamente creía.
Pero mi coincidencia personal con este venezolano de excepción no fue solo porque compartiéramos un proyecto común para este país, sino una visión de lo técnico y científico frente a lo político y lo social. Hace muchos años, antes de conocer a la familia León Mármol, escribí una nota en este blog que titule:La responsabilidad social de los que saben.
Esa nota pareciera haberla escrito para que Dios me mostrara después que sí existían personas con el perfil que describí allí, presentándome a Vladimir León y a su esposa, cuando escribía en el año 2011 lo siguiente: Cuando decimos, dejen a los que saben manejar las cosas no es porque eso esté descontextualizado. Una cosa es saber pegar bien un clavo en una pared y otra muy diferente es saber donde pegarlo. El que sabe pega el clavo, el político determina donde hacerlo. Y no solo determina en qué parte de la pared, sino cuando, si esa debe ser la pared o si se debe o no pegar el clavo. ¡Tan importante es la política como el saber técnico y no la hemos estudiado y ejercido como se debe! No se le ha dado a los que saben tampoco la oportunidad de pegar el clavo, que es la técnica, y se ha perdido la orientación de donde pegarlo, que es la política. Ambas destrezas son indispensables para que esto marche. Pero si quienes sabemos cómo se pega el clavo no queremos hacerlo, porque eso es problema de otro, o porque eso es meterse en política, todos estaremos fregados. Y si aquellos a quienes les corresponde, no entienden que los clavos los pegan quienes saben hacerlo y tampoco conocen donde se deben pegar, allí no solo estaremos fregados, sino crucificados. Y así, aun saliendo de este gobierno, este país no se podrá reconstruir.
Y si alguien tenía claro este concepto desde mucho antes de conocerlo, ese era el Dr. en Física, Vladimir León, quien partiendo de una formación eminentemente técnica como la suya, ilumino para nosotros el camino de la destreza política fundamental, compartiendo una visión del cómo aplicar nuestros conceptos para un país político que todavía no comprende nuestra propuesta a cabalidad, aunque la fuerza de los hechos le obligue posteriormente a hacerlo. Vladimir asumió ese compromiso del conocimiento desde el primer momento que conoció el proyecto, demostrando que tenía esa responsabilidad social de los que saben, dando un paso al frente y asumiendo que este no es un problema de otro, sino nuestro, de él y de todos nosotros, comprometiéndose hasta el final de su vida en esa cruzada, con una lucidez que no disminuyó con el tiempo.
Muchos que le conocieron mejor que yo dirán que esa impronta y esa manera de ver la vida de Vladimir fue heredada de su padre, el insigne poeta venezolano Carlos Augusto León (1914-1997), así como su inclinación ideológica. Al decir de los conocedores de su obra, el poeta Carlos Augusto León fue “uno de los poetas más representativos de la poesía comprometida en su país, siempre a favor de las causas populares y en defensa de los grupos desfavorecidos”, ver: Carlos Augusto León, poeta del pueblo venezolano.
Pero creo que eso no es así. Puedo dar fe de la admiración por Vladimir de todos quienes le conocimos, mucho antes de saber de su importante ascendencia. Es posible que haya heredado, como todo el mundo, rasgos importantes de sus padres. Pero a pesar del peso específico que siempre representa una figura paternal de tanta importancia para cualquier persona, Vladimir supo trascender en su propio mundo, brillando con luz propia en actividades científicas reconocidas de carácter mundial, en el IDEA, el IVIC y el INTEVEP, demostrando en los hechos su propia capacidad y esencia al mundo, pero a la vez haciéndose custodio de la maravillosa herencia que significó y sigue significando la obra de su padre para Venezuela. Eso en sí ya es motivo de inspiración y respeto para todos quienes le conocimos y apreciamos.
Pero su vida y obra no podrían entenderse mejor en su esencia ética y moral, sin su inseparable compañera de vida, Blanca Rosa, así como tampoco puede entenderse la existencia del ejemplo de vida intachable que ella representa para todos los venezolanos, sin Vladimir. Esa mutua referencia ética y moral es precisamente la que nos dejan ambos, de toda una vida ejemplar y de servicio para las nuevas generaciones, y que requerimos desesperadamente para la nueva Venezuela que necesariamente tendrá que nacer después de la tragedia.
Como físico, supongo que Vladimir apreció mejor que nadie la primera frase de su padre que encabeza esta nota: “Un hombre es carne y huesos, mas también cierto número de años. Es materia y proceso…”. Pero también un hombre es más que eso. Es espíritu, es inspiración, es dolor, es alegría, es pasión. Todo eso también en proceso. Creo que Vladimir le demostró a su papá con el ejemplo de su vida, que no todo es la fría e inexpugnable física, y que es preciso litigar también para vivirla en toda su extensión… Gracias por enseñarnos también eso, mi querido amigo. Dios no tendrá mejor ayuda que la tuya para que todos los que dejaste atrás podamos vivir pronto en libertad…