Cesar Guillen: Venezuela y sus retos venideros.

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La globalización estandariza sus redes y permite que pequeños y medianos productores vendan sus productos al mundo. En las comunicaciones, una revolución tecnológica une a la humanidad de una manera sorprendente. Mientras, Latinoamérica es demasiado individualista y sigue anclada a su historia, sus naciones viven del pasado y al permanecer aisladas estarán condenadas a la decadencia.

En Venezuela, el que se haya destruido el aparato productivo privado y desmantelado a la industria estratégica nacional para sustituirla por importadores, es una enorme irresponsabilidad. Después de la amarga humillación sufrida por los que emigraron a otros países, al pensar que seríamos bien recibidos tal como nosotros lo hicimos cuando ellos así lo necesitaron, sin exigirles profesión, ni dinero, ni antecedentes, nos debe llevar a una profunda reflexión como pueblo y sociedad. Con las excepciones a que haya lugar, debemos cambiar eso del “país abierto para todo el mundo” por tan solo justos intercambios comerciales.

Apoyar un liderazgo moderno sin prejuicios, ni atados a esas ridículas tradiciones partidistas y económicas. Esos líderes demostraron no tener el coraje para tiempos verdaderamente difíciles, la mayoría se plegó a la revolución directa e indirectamente, aun cuando ahora por la ocasión, salgan a maldecirla.  Churchill, De Gualle y Adenauer enfrentaron sus crisis y las resolvieron, esas es la diferencia con los badulaques farsantes   de nuestra cuestionada historia democrática. El liderazgo fresco y actual de María Corina, así lo demostró.

En las redes siguen apareciendo nostálgicas comparaciones con épocas pasadas, eso es ejercicio vano, la historia no enseña sino es por analogía. Se puede sacar el país adelante, pero debemos erradicar nuestros “vicios” disfrazados de “idiosincrasia”. Hay muchos planes concretos y ciudadanos capaces de llevarlas a cabo en un plazo razonable, solo debe prevalecer la voluntad y el compromiso de ayudar a llevarlos a cabos, aun cuando no sean “las personalidades conocidas de la fauna económica y política tradicional”.

Es inevitable la descentralización, ese esquema perverso del estado centralizado hizo que los grupos de la llamada 4ta república, antiguos mercaderes de la capital escondidos en apellidos y en las relaciones políticas, sobrevivan actualmente a través de cohonestar al gobierno y la de una nueva generación en los negocios con el estado (Bolichicos). La verdadera transición deberá poner orden en esta jungla llena de cinismo y corrupción, no puede tolerarse que siga ese esquema. Ya basta de las ataduras a esos grupúsculos ambiciosos, sino, reeditaríamos peligrosamente lo acontecido en Brasil y Chile, que involucionaron.

Los nuevos conductores del país tienen que imponerse sobre la dirigencia ineficaz de estos últimos años y de su perverso manejo de la política, y esto incluye a algunos de las nuevas generaciones, moralmente peores porque se aprovecharon de la confianza y de la esperanza del ciudadano común. La mayoría de ellos han quedado al descubierto. El discurso del centralismo organizador en manos de ilustres demagogos y el de la defensa de la patria, deben tomarse un merecido descanso.

Hay que garantizar que todo venezolano tenga el derecho al trabajo con las mismas oportunidades en todo el territorio nacional, explotando las ventajas de cada región y desconcentrando los cinturones marginales de las ciudades centrales. El trabajo es el único remedio y además el medio de realización del ser humano, es la expresión de su libertad creadora. Afianzar el desarrollo para una sociedad más justa, democrática y productiva con base a la capacitación y la meritocracia.

Basta ya del populismo y del bienestar sin esfuerzo, es la hora del industrial y comerciante generador de empleo y de riquezas con el apoyo de una fuerza laboral técnicamente capacitada bien paga y compensada por la seguridad social, y el de un estado promotor, no protagonista. Si no logramos reducir el tamaño del estado y su burocracia, en el país no habrá desarrollo posible. Los políticos profesionales y sus mercaderes, deberán aprender lo que es el valor de una dura jornada de trabajo.

Emprender una reorientación de la conducción política, orden y disciplina, rigor en las leyes democráticas, evitar la etnocracia, el socialismo y la burocracia. La libre iniciativa debe ser el eje de la acción económica para impulsar una industria vigorosa, productiva y sin fronteras, con verdaderos capitanes de empresas y no de testaferros ambiciosos, agazapados en las organizaciones empresariales. Abrirse sin miedo a la globalización, pero controlando las inversiones del crimen organizado y de los países radicales.

Industrializar al país y minimizar esa importación masiva en manos de grupos afines a la revolución y que, a través de los sectores militares y políticos, han convertido a nuestro país en una gigantesca quincalla. Así mismo los “quincalleros tradicionales” venezolanos, deberán dar prioridad y colocar en sus estantes la producción nacional, única vía para el desarrollo y el empleo de alto valor agregado.

Más poder y espacios para los trabajadores organizados, dignos representantes del pueblo venezolano que aun cuando han sido encarcelados y perseguidos, acumulan el liderazgo en el 80% de las valientes protestas sociales de los últimos 20 años. Garantizar las modernas relaciones capital-trabajo y defender la economía privada nacional e internacional. Debemos recordar ahora más que nunca que las sociedades pueden dar traspiés, pero nunca retroceden.

Los prejuicios, sean de la clase social que sea…son la razón de los pendejos… Voltaire.

 

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