En artículo anterior señalé que era meridianamente claro que González Urrutia aventajaba a Maduro ampliamente en las preferencias de los venezolanos, tanto los encuestados como los no encuestados. Todas las encuestas efectuadas por las empresas más conocidas y más tenidas como serias, le dan una preferencia a EGU de alrededor del 60 por ciento, unas un poco más, otras un poco menos. Esto significa unos 40 puntos porcentuales sobre Nicolás Maduro. Encuestadoras de menor tamaño e importancia también ofrecen el mismo resultado. Quienes vivimos en Venezuela y tenemos actividad política y relación con todos los sectores de la población, sabemos que estas encuestas no mienten. No así las empresas que dan resultados contrarios, que muy bien pudieran considerarse “contra natura”.
Las movilizaciones del gobierno y de la plataforma unitaria tampoco dejan lugar a dudas, sobre todo cuando se es testigo presencial o se tienen testigos presenciales objetivos de estas actividades y que, además, las documentan con fotos no arregladas y videos no editados. Las movilizaciones del gobierno dejan mucho que desear, a pesar de que dispone de recursos casi ilimitados y de que ejerce una presión indebida sobre los empleados públicos, para obligar a que éstos asistan a sus convocatorias. Esa presión también se da a través de los consejos comunales, que usan perversamente el chantaje con los programas sociales gubernamentales (CLAP, vivienda, salud, vivienda y bonificaciones discrecionales, entre otros).
El inicio de campaña del 4 de julio, nos permitió comparar las dos movilizaciones, además de reafirmarnos en nuestra convicción de que no es una competencia nada equitativa. El gobierno usa los recursos públicos y comete peculado de uso en sus movilizaciones. Además, utilizando los cuerpos de seguridad del Estado, la GNB y la PNB, y adicionalmente las policías de los estados y sus grupos de colectivos violentos, interfiere con el desarrollo de las manifestaciones de EGU, María Corina Machado y la Plataforma Unitaria. Todo el mundo ha sido testigo de las presiones y sanciones ilegales sobre pequeños hoteles, restaurantes y otros prestadores de distintos servicios, el transporte, entre ellos, para entorpecer el libre desempeño de ese sector opositor. Actúan sin recato ninguno, en forma grotesca e indolente.
La movilización opositora sobrepasó la gubernamental, cosa que ha sido así en casi todas las regiones del país con diferencias muchísimo mayores. El gobierno, adicionalmente, dejo de nuevo claro su talante antidemocrático, al restringir a la oposición al este de Caracas, mientras ellos se desplazaban libremente en toda la capital. Sé que hay grupos oficialistas que disfrutan con este tipo de arbitrariedades, pero la inmensa mayoría de los venezolanos, que es gente de bien, rechaza en forma contundente este tipo de prácticas. Me viene a la mente, los recuerdos de cuando en el pasado adeco copeyano nos lo hacían a quienes éramos en ese momento oposición, y eso que la frecuencia e intensidad de las medidas estaban muy por debajo de lo que han llegado a ser con los pseudorrevolucionarios de hoy.
El número de votantes en las presidenciales será entre 11 y 12 millones, luego de descontar del total del REP los emigrantes, unos 5 millones, y calcular una abstención del 30 por ciento de los restantes, unos 4,8 millones de votantes. La opinión de los emigrantes no es evaluada en las encuestas y no influirán en el resultado electoral, pues no podrán votar. Los que se abstienen sí cuentan en las encuestas en relación con sus preferencias y rechazos, pero no contarán para el resultado de la elección, pues no votarán. Esto hace que las diferencias entre EGU y Maduro existente en las encuestas, entre 30 y 40 puntos porcentuales, se estrechen en las cifras electorales reales. A Maduro le dan un techo de 30 por ciento de votos, lo que significa unos 3,5 millones. Pero Maduro en 2018 sacó 6 millones de votos, por lo que no es una locura pensar que en esta ocasión supere ampliamente los 4 millones de votos, y para algunos llegar a los 5 millones.
De obtener una votación de esta magnitud y considerando que los otros candidatos opositores obtendrán alrededor del 15 por ciento de la votación, a la oposición le quedarían alrededor de 6 millones de votos como tope. Así las cosas, el triunfo de EGU no luce tan evidente, ni tan imposible su derrota, dependerá de las cifras de abstención. Si éstas suben, la probabilidad de Maduro de ganar se incrementará; si la abstención se redujera, Maduro con seguridad perdería la elección. De allí que el gobierno siga haciendo lo imposible por hacer que la gente se abstenga y dé declaraciones como las recientes del propio Maduro, en las que afirma que nunca entregará la conducción del país a un oligarca, títeres o traidor, y lo dice sin tapujos y sin ningún rubor después que llamó a firmar y firmó un acuerdo de respeto a los resultados electorales.