Hoy tuve ante mis ojos, todo el esplendor, del amplio, azul y vibrante horizonte de las sabanas del río Raya,
Una sublime mirada desde lo alto del cerro La Estrella, “allá en mi Mene Grande, allá donde vivía”, donde di mis primeros pasos de niño, y travieso zagaletón de volantines, perinolas, yoyos, trompos, metras, caucheras, y cotizas, bastó para atraer ese brillo,
Hermosa evocación de infancia que me regresó a mi casa No 14 de la segunda calle de campo Rancho Grande, mi terruño original, otrora pujante campo petrolero de la Royal Ducth Shell, cuna del celebrado pozo petrolero Zumaque No 1, y del arranque formal de la comercialización petrolera en Venezuela.
Un cerro glorioso, que con su fulgurante estrella, el Zumaque uno, y su codiciado crudo, alumbró y encausó la explotación comercial de la industria petrolera venezolana, iniciada a partir del 31 de julio de 1914, en tiempos del benemérito Juan Vicente Gómez.
Pero más allá del manantial de mene, de donde se afirma, surgió el nombre Mene Grande, el cerro La Estrella, también cobró fama por ser el asiento de la urbanización de los “gringos” de la Shell y Caribbeam Petróleum, y el lugar donde 1 de enero de 1976, se estampó la firma para la nacionalización de nuestra y otrora, primerísima industria petrolera nacional e internacional, hoy venida a menos.
A un lado del balancín, que aún sube y baja, para extraer entre15 o 18 barriles de crudo diarios, después de producir por años, hasta 2.500 barriles, está la placa conmemorativa del hallazgo del yacimiento y de la fecha del decreto 1.373, que oficializó la nacionalización de la industria petrolera, y declaró a Mene Grande, sede del Ejecutivo Nacional, por un día.
Fue la gloriosa época de la creación de Petróleos de Venezuela (PDVSA) y sus filiales, Maraven, Lagoven, Meneven, LLanoven, Pequiven, en los albores democráticos, del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, y de tantas obras útiles y edificantes.
De la breve historia de Mene Grande sabemos, que antes del descubrimiento de petróleo de 18 grados API, al pié de La Estrella, cerca de allí existía un pequeño caserío de labriegos, llamado San Felipe, que cobró vida con el levantamiento de las instalaciones para la compañía Caribbean Petroleum, encargada de iniciar la explotación del codiciado “oro negro”.
De lo poco que recordamos, sabemos que muy cerca de La Estrella, se instaló un centro estratégico conocido como El Patio, de donde salieron las instrucciones para contratar personal a granel, y dar inicio, a lo que sería con los años, la próspera industria petrolera nacional.
Sabemos que al pequeño San Felipe, llegaron hombres y mujeres de todas las regiones del país, e incluso, de islas vecinas, como Aruba, Curazao, Trinidad, Tobago, atraídos por el rumor del “boom petrolero” que se avecinaba. Fueron tiempos precarios que abrieron los caminos al fulgor de una próspera industria y por ende, al desarrollo nacional.
También se sabe, que con el levantamiento y cercado del terreno para urbanizar el campo, San Felipe quedó aislado como “Pueblo Aparte”. Fue el nombre que conocimos de niño y que con los años, sus residentes bautizaron Niquitao, orgulloso distintivo que hoy con entusiasmo regionalista conserva. Solo el viejo cine del pueblo, mantuvo el viejo nombre de San Felipe.
En la realidad, Mene Grande, emergió como el más prominente campo petrolero del estado Zulia y de toda Venezuela, de los años 50 del siglo pasado, dotado de todos los servicios, de agua, luz, gas, dispensario, hospital, escuela, un comisariato “mollejúo”, (Típico léxico maracucho), calles asfaltadas, y aceras, bien iluminadas, además de un amplio y versátil polideportivo, algo nunca visto hasta entonces en Venezuela.
Allí convergía armoniosamente una enorgullecida población de trabajadores, distribuida en pequeños campos, con nombres como Alegría, Las Flores, Los Andes, Buenos, Aires, Carorita, Delicias y el tan venerado Rancho Grande.
Al norte, quedaron campo La Estrella, Hollywood, Club Hill, las residencias de la plana mayor de la compañía, con su exclusivo club recreacional, un sector rodeado de una frondosa vegetación y árboles frutales, donde tantas veces nos “maravillamos” trepando sus cercas para recoger mangos, mereyes, o mamones, y salir “volando”, para no ser atrapados por los guachimanes de turno.
El cercado del campo, no evitó que Niquitao y su gente, cohabitara activamente como el barrio mayor de Mene Grande. El entusiasmo de sus habitantes, se hacía notar en los eventos sociales, religiosos, deportivos y actividades festivas, como Semana Santa, el carnaval y por supuesto, la feria de la Chinita, que era una pequeña réplica festiva de su madre marabina.
Todo un arsenal de recuerdos, desdibujados por el feroz trabajo del tiempo, pero que encierran una graciosa melancolía, que se confunde con una hermosa tristeza, y con el fulgor de La Estrella, que iluminara, la siembra del Zumaque No1, que aún titila, “Allá en mi Rancho Grande”.
Por alguna razón, a los nativos de los entonces prósperos campos petroleros, como llegó a ser Mene Grande, nos ganamos el simpático estigma, de “haber nacido en cuna de oro”
Y como exslta el poeta, “en todo ambiguo y lejano recuerdo de la niñez y adolescencia, se anida un deseo de grandeza y una luz que lo eleva. Y el caminante va con él, en su feroz trabajo del tiempo”.
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