Alonso Moleiro, Fabiola Ferrero y Juan Quesada.
Se celebrarán elecciones presidenciales en Venezuela el domingo 28 de julio de 2024, con el fin de elegir al presidente para un mandato de seis años.
El actual presidente, Nicolás Maduro, apoyado por el Gran Polo Patriótico, aspira para un tercer mandato consecutivo. La oposición, representado en la Plataforma Unitaria, postuló a Edmundo González Urrutia, a raíz de que las principales figuras de la oposición han sido inhabilitados para participar en las elecciones durante la campaña o en elecciones anteriores, entre los cuales, se encuentra María Corina Machado.
Le presentamos tres visones sobre las elecciones presidenciales el 28 de julio de 2024
Dentro de la campaña de María Corina y Edmundo: restricciones policiales, ríos de gente y euforia por el cambio, por Alonso Moleiro
Sin promociones en los medios, sin una hora muy clara, sin un solo afiche en la calle, la oposición venezolana, de la mano de la dupla María Corina Machado-Edmundo González Urrutia, decidió este sábado calibrar fuerzas en los centros urbanos grandes y convocó a la población a manifestarse en Valencia, la tercera ciudad del país, en este comienzo de campaña electoral.
El asedio policial y las decisiones administrativas para entorpecer la concentración en Valencia fueron, desde temprano, muy evidentes. Todos los accesos a la ciudad por vías expresas fueron bloqueados. En el recorrido desde Caracas por la autopista regional del centro, el tráfico fue detenido de forma unilateral en tres ocasiones, por más de media hora cada vez, por efectivos de la Policía Nacional Bolivariana. Prolongándose la espera, Machado bajó de un automóvil e increpó a los policías por crear aquel descomunal atasco. Esto no puede seguir continuando, señores funcionarios, y ustedes lo saben. Este esfuerzo lo estamos haciendo por ustedes, tienen que tener claro lo que pasa en este país. Tenemos 15 días para acabar con esta tragedia.
Mientras los pasajeros de otros vehículos la saludaban, Machado continuó su camino a pie, y posteriormente tomó una moto, ofrecida por un voluntario de su partido, para asistir el compromiso. Cuatro horas tardó en llegar a Valencia desde Caracas, en un trayecto que habitualmente se toma dos. En mitad de la autopista, una señora persiguió a Machado para llorar sobre su hombro y presentarle a su hijo, un niño de nueve años con parálisis en las piernas. Más tarde, Jesús Molina, que se gana la vida trabajando en una línea de mototaxistas, la esperaba en una avenida principal: Este es el último chance que tenemos en Venezuela. Uno no puede estar trabajando nada más para que los de arriba engorden. Yo estoy cuadrado con María Corina, aquí uno tiene que poder vivir de su trabajo. Si ella no puede, de aquí hay que irse, no se puede perder toda su vida productiva con esta gente (los chavistas).
Antiguo epicentro industrial del país, con protagonismo en su dinámica interna, Valencia es una desigual ciudad, hoy descuidada en su aspecto, con un clima tórrido y un entorno vegetal vistoso y muy intenso. Es la capital del estado Carabobo, importante plaza electoral en la cual el chavismo y la oposición han mantenido durante estos años una cierta paridad de fuerzas, con leve ventaja para los segundos.
Este sábado, los militantes, motorizados, simpatizantes y curiosos se apostaron temprano, dispersos y ruidosos, en los confines de la avenida Bolívar, esperando indicaciones y procurando informarse sobre la llegada de la líder y el candidato. Aquel plantón duró casi tres horas. El oficialismo hizo todo lo posible para paralizar movilización: la ciudad estaba tomada por la policía estatal; el metro estaba cerrado; no había autobuses en las calles; y no se pudo montar una tarima para que los oradores hablaran, ni usar micrófonos para dirigirse a los asistentes. La gente no tenía muy claro dónde iba a aparecer la candidata.
Estoy aquí porque quiero ver a mis dos hijos regresar a Venezuela, que podamos normalizar nuestras vidas, que se acabe el conflicto, ha sido muy duro verlos marchar tan jovenes de un país que quedó destruido, dijo Elena Alcántara, que trabaja una peluquería. Los impedimentos inventariados obligaron a los organizadores a hacer una caravana. El objetivo final era llegar a la avenida Cedeño, amplia y en bajada, para apostarse en la zona con buenos espacios para fotografiar.
Machado, la líder de la oposición, y González Urrutia, el candidato que se presenta en su nombre al haber sido ella inhabilitada, hicieron su aparición sobre el mediodía, empotrados en la parte alta de una camioneta Jeep, acompañados de la esposa y la hija del diplomático de 74 años que se enfrenta a Maduro en las elecciones presidenciales del próximo 28 de julio. Su carro, acompañado de dos más, uno de los cuales era de periodistas en cobertura, eran los únicos integrantes de aquella caravana, que, en cambio, cruzó un río humano desbordado, frenético, sediento y desesperado.
Yo estoy cansada de los chavistas. Es la misma gente, los mismos ministros, diciendo lo mismo todos los años. Se nos va la vida en excusas. Ya basta, Venezuela ha despertado. No podemos pasarnos toda la vida así, afirmó María Eugenia Domínguez, que trabaja como dependiente en una tienda de ropa. La concentración se fue expandiendo de forma exponencial, engordada por transeúntes y vecinos. Abundaron las lágrimas y las banderas. Se respiraba una euforia electrizante. Se entonaron varias melodías relativas al amor a Venezuela y la esperanza nacional. El llamado a votar era por Edmundo, pero las muestras de devoción pública corrían por la cuenta de Machado.
Los presentes coreaban la consigna libertad. Algunos se atrevían con el cántico este Gobierno va a caer, frecuente en las concentraciones opositoras de estos años. Había personas de todas las clases sociales, todas las edades y todos los fenotipos. Los vecinos de los edificios presentes salían de sus balcones a saludar. Trabajadores de tiendas, de panaderías, de bodegas, taxistas, motorizados, padres con hijos en los hombros, parejas de recién casados -que algún día se divorciarán-, personas en silla de ruedas, familias, señoras, ancianos, deportistas. Todos esperaban su turno para saludarla, para lanzarle un beso, para pedirle una foto, para tocarle la mano.
Abundaron los rosarios, las bendiciones, los pedidos en forma de ruego, las quejas por los problemas familiares, por la ruina personal, por el hambre, por la falta de trabajo, por la marcha de los hijos. Sobre las cuatro de la tarde, con el calor cediendo espacios y bajo amenaza de lluvia, la concentración se empezó a disolver. No había micrófono y María Corina no pudo dirigirse a la multitud. Dio igual. Se fueron contentos de haberla visto.
La líder de la oposición y el candidato convocaron a miles de personas en una de las ciudades más grandes del país, por Fabiola Ferrero
La euforia por María Corina y Edmundo en Valencia (Venezuela), en Imágenes.
.
El asedio policial y las decisiones administrativas para entorpecer la concentración en Valencia fueron, desde temprano, muy evidentes.
María Corina Machado saluda a sus partidarios en Carabobo.
Edmundo González y María Corina recorren Carabobo, el 13 de julio.
La concentración se fue expandiendo de forma exponencial, engrosada por transeúntes y vecinos.
Los seguidores de María Corina buscaron la mejor posición para verla junto con Edmundo González, en Carabobo, el 13 de julio.
Los presentes coreaban la consigna “libertad”. Algunos se atrevían con el cántico “este Gobierno va a caer”.
Edmundo González y María Corina Machado se toman de la mano durante el acto de campaña.
La ciudad de Valencia, capital del estado Carabobo, es una importante plaza electoral en la cual el chavismo y la oposición han mantenido durante estos años una cierta paridad de fuerzas.
Desde puentes y techos, los simpatizantes no perdieron la oportunidad de ver a María Corina y Edmundo.
Se entonaron varias melodías relativas al amor a Venezuela y la esperanza nacional.
Machado, la líder de la oposición, y González Urrutia, el candidato que se presenta en su nombre al haber sido ella inhabilitada, hicieron su aparición sobre el mediodía.
Trabajadores de tiendas, de panaderías, de bodegas, taxistas, motorizados, padres con hijos en los hombros, personas en silla de ruedas, familias, esperaron su turno para saludar a María Corina.
Venezuela vive días de ebullición ante la perspectiva de un posible cambio, por Juan Diego Quesada
En Venezuela, por primera vez en 25 años, se ha abierto la posibilidad de un cambio real. El chavismo, en el poder desde finales de los años noventa, llega muy desgastado a las elecciones presidenciales de este 28 de julio y, según los sondeos más fiables, la oposición tiene serias posibilidades de ganar. Llegados a este punto, todo el mundo se pregunta qué ocurriría al día siguiente de un escenario como este. La comunidad internacional trata de conseguir, en estas dos semanas que quedan por delante, que las dos partes se sienten delante de un documento y firmen el compromiso de respetar el resultado, sea cual sea.
Detrás de ese acuerdo se encuentran, principalmente, los presidentes de Colombia y Brasil, Gustavo Petro y Lula Da Silva. Hace dos meses, en una reunión en Bogotá, pactaron elaborar ese texto que debe servir de garantía para una posible transición en Venezuela. Las partes se comprometen a no alentar el fantasma del fraude y a no perseguir a sus rivales políticos desde el Gobierno. Para unos, se trata de una manera de enseñarle una salida al chavismo, que desde hace una década gobierna un país arruinado económicamente y que ha vivido el mayor exilio de la historia de Latinoamérica, con más de siete millones de migrantes.
Para otros, este acuerdo permite que el autoritarismo del chavismo, que controla todas las instituciones del Estado, no se agudice y Venezuela llegue a una situación similar a la de Nicaragua o Cuba, donde no existe ningún atisbo de voluntad democrática. En el caso venezolano, Gobierno y oposición han negociado durante años un acuerdo político en México que se refrendó en Barbados en octubre del año pasado. En la isla caribeña se firmó celebrar elecciones presidenciales en el segundo semestre del año, lo que está por ocurrir, y que el oficialismo permitiera la inscripción de los principales líderes de la oposición.
Lo segundo no se ha llegado a cumplir del todo. El chavismo utilizó la maquinaria burocrática para inhabilitar a María Corina Machado, la líder indiscutible de la oposición. Machado había arrasado meses antes en unas primarias opositoras, en las que cosechó más del 90% de los votos. En Venezuela no se contemplaba un fenómeno electoral semejante desde la irrupción de Hugo Chávez en 1998. En encuestas, Machado vencía claramente a Nicolás Maduro, el presidente-candidato oficialista. Separada María Corina de la carrera, ella, que en el pasado abogaba por no participar en elecciones anteriores para no validar al chavismo, está decidida a continuar por la vía electoral y le ha cedido todo su capital político a Edmundo González Urrutia, un diplomático de 74 años que hasta ahora se había movido entre los bastidores del poder.
Maduro, su operador político Jorge Rodríguez y el vicepresidente del partido, Diosdado Cabello, pensaban que, sacada de la ecuación María Corina, el chavismo tendría allanado el camino. No ha sido así. En muy pocas semanas, el desconocido Edmundo González puntea en los sondeos. Sus actos, en los que va acompañado por Machado, mueven a multitudes. Él reconoce con total naturalidad que el liderazgo le pertenece a ella y que él solo es un instrumento de cambio para un bien mayor. Creen seriamente que pueden ganar, notan las ganas de cambio de la gente allá por donde van, cuenta una fuente próxima al candidato. Pero existe la duda de si el chavismo va a querer soltar el poder, así como así. Queda muy poco tiempo y ese acuerdo de garantías no termina de concretarse, añade.
A las intentonas de Petro y Lula, se ha unido la negociación paralela del Gobierno con la Casa Blanca, reanudada a expensas de Maduro. El presidente venezolano descolocó a todo el mundo al anunciar la semana pasada que aceptaba sentarse a discutir con la administración de Joe Biden. Justo en este momento de máxima incertidumbre. Los funcionarios estadounidenses, después de tiras y aflojas durante años con el chavismo, no son muy optimistas y tienden a creer que se trata de una forma de ganar tiempo. Aunque el chavismo detenta el poder absoluto y deja muy pocos espacios a los opositores, su narrativa durante toda la campaña se ha basado en que los antichavistas cuentan con el apoyo de Estados Unidos (somos David contra Goliat, ha repetido Maduro), y que las sanciones internacionales, que no les permiten vender petróleo ni oro en el mercado internacional oficial, les hacen partir con desventaja.
Para mí, a día de hoy, no están garantizadas las elecciones, señala una fuente del más alto nivel al tanto de las negociaciones. Maduro puede decir que no se dan las condiciones para unas elecciones justas y que es mejor aplazarlas. Las encuestas que ellos mismos manejan son catastróficas para sus intereses. Pueden ver que el final está cerca, pero no sé qué tanto están listos para reconocerlo. La suspensión de los comicios podría ocurrir y es algo de lo que se habla abiertamente en Venezuela, pese a que ya está todo preparado. Pero existen otras formas de desnivelar la contienda. En estos escasos días, por algún motivo —en realidad no se necesita ninguno— las autoridades podrían inhabilitar a Edmundo González y dejar solo a Maduro frente a otros opositores de muy poco peso, que puntúan por debajo del 3% en las encuestas.
Ni siquiera haría falta llegar tan lejos. Con solo quitar la candidatura de González de la alianza de partidos con la que se presenta se abonaría la confusión y los votantes que señalaran esa casilla perderían su voto. Edmundo González aparece tres veces en esa tarjeta, Maduro un total de 13. Quitarle una al opositor podría ser demoledor. En cualquier caso, todos los escenarios son posibles. Hay quien desconfía de que lo que pretenden Petro y Lula sea efectivo. Los acuerdos anteriores, como el de Barbados, no se han respetado. ¿Por qué ahora sí?
Venezuela ha entrado en territorio desconocido. Historiadores, politólogos, analistas y la gente de la calle se encuentran igual de perdidos. Pronosticar conlleva un riesgo. El verdadero reto, piensan muchos, comienza después del 28 de julio. Si las urnas arrojaran una victoria de Maduro, el país seguiría en la parálisis. Estados Unidos ha revertido el levantamiento de sanciones y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca complicaría aún más las cosas. El presidente, no obstante, ha sido muy duro contra la gestión de su Gobierno en campaña —a veces con más dureza que la propia oposición— y ha prometido acabar con la corrupción y la desidia. Si fuese derrotado y el chavismo lo reconociera, su lugar lo ocuparía Edmundo González a partir del 10 de enero de 2025, quien ha prometido una transición ordenada, calmada, sin traumas ni ánimo vengativo. Gobernaría desde el Palacio de Miraflores, la sede del Gobierno, un país controlado casi de forma absoluta por el chavismo, desde el sistema judicial hasta el Ejército. Algunos visualizan esa escena; otros la ven casi imposible y creen que nada va a cambiar, aunque tampoco pueden asegurarlo. Venezuela vive horas de incertidumbre.
El País de España