Paulina Gamus: Estertores

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Este año 2024 con elecciones en distintos países nos lleva a creer que la campaña electoral que se lleva a cabo en Venezuela, –de la que hablaremos en detalle después de comentar algunas rarezas como las de USA el otrora gran imperio y de Francia, la tierra de la libertad, igualdad y fraternidad– que las nuestras son casi normales.

Lo que sucede en EEUU me recuerda uno de los momentos más tristes en mi vida política: la defenestración de Luis Alfaro Ucero por su propio partido, por los mismos que le hicimos candidato presidencial de Acción Democrática en 1998. Nunca olvidaré su figura disminuida y solitaria, teniendo como única acompañante a su hija, para ser testigo presencial de la patada que le daba ese Partido al que dedicó toda su vida.

Con las distancias del caso vemos a Joe Biden, presidente de ese gran país que genera admiración y odio, convertido en un fardo para el partido Demócrata al que dedicó toda su carrera. Se niega a dejar paso a una candidatura sustituta a sabiendas de que colabora con la caída de su país hacia el abismo.

En Francia, una de esas jugadas de oportunismo denominada «cordón sanitario» cerró el paso al ultra derechismo de Marine Le Pen y de su joven candidato a la presidencia Jordán Bardella. Pero abrió él de una aberración llamada «Izquierda Insumisa» encabezada por un injerto de Hitler, Stalin, Putin, Orban y Kim Jong-Un, llamado Jean-Luc Melenchon. En criollo, los electores franceses evitaron que los agarrara el chingo pero los agarró el sin nariz .

Venimos a nuestra subdesarrollada Venezuela y por fin después de un cuarto de siglo, estamos ante la certeza de que si las elecciones del 28 de julio próximo son más o menos transparentes, si el régimen no intenta una jugarreta de última hora para sostenerse en esa silla de una sola pata que es hoy el poder para ellos, Edmundo para todo el mundo hará realidad su voluntad de ser ¡para todo el mundo!. Es decir, para todos quienes han salido en multitud a las calles de todo el país para manifestarle su apoyo aunado al de María Corina Machado y que masivamente votarán por el cambio impostergable.

Mis recuerdos viajan hacia el 21 de enero de 1958. Cursaba 4º año de derecho en la UCV cerrada desde el mes de noviembre por la huelga universitaria. Estudiantes marchistas fueron arrestados en masa, pero como cosa extraña para una dictadura implacable, el temido y odiado jefe de la Seguridad Nacional, Pedro Estrada, los visitó para oír sus quejas y requerimientos. Ese 21 de enero a las 12 del día, hora en que sonaron las sirenas que llamaban a la huelga general, me ubiqué en el balcón de mi apartamento en la Avenida Victoria, de Caracas, y vi una pequeña manifestación, no más de 30 personas, con pancartas y banderas. A los pocos minutos fueron rodeados por tres camionetas de la policía política y detenidos.

Cuarenta y ocho horas después esos policías ya no eran policías y debían estar escondidos quién sabe en qué rincón y esos presos abrazaban con inmensa alegría su libertad y la de todos quienes estaban tras las rejas y bajo tortura por amar la democracia.

La persecución a los seguidores de María Corina Machado y el encarcelamiento de miembros de su equipo de campaña se complementa con acciones oficialistas que harían las delicias de cualquier cultor del realismo mágico: humildes areperas cerradas por venderle unas empanadas a la máxima líder que tiene el país en estos momentos; gandolas y árboles talados y atravesados ambos para impedir el paso de su caravana, negativa a venderle gasolina, cortes de electricidad más frecuentes que los normales, clausura de hoteles y posadas que le han permitido alojarse.

La tapa del frasco: el envío de un destacamento policial en Barinas, la tierra del «comandante eterno», para detener a un caballo que fue utilizado en una de las manifestaciones de María Corina. La escena de la policía procurando llevarse al equino indiciado, de su propietario insultando a esos policías sin miedo alguno, incluso a uno de ellos que filmaba la escena con su celular, me recordó tanto aquella detención de unos pocos manifestantes el 21 de enero de 1958 por la aterradora Seguridad Nacional.

Perder el miedo es el primer paso hacia la reconquista de la libertad.

Abogada, parlamentaria de la democracia –  @Paugamus

 

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