La Copa América —oficialmente, Conmebol Copa América— es el principal torneo internacional oficial de fútbol masculino en América del Sur. Inicialmente denominada Campeonato Sudamericano de Selecciones, Campeonato Sudamericano de Fútbol o simplemente Campeonato Sudamericano (en portugués, Campeonato Sul-Americano de Seleções o Campeonato Sul-Americano de Futebol), adquirió su nombre actual en 1975.
El Campeonato Europeo de la UEFA (en inglés, UEFA European Championship), más conocido como Eurocopa o simplemente EURO, es el torneo internacional de selecciones nacionales de fútbol más importante de Europa, organizado por la UEFA cada cuatro años.
Argentina es otra vez campeona de América
Lionel Messi para Argentina y Argentina para Lionel Messi. Todas las alegrías que el 10 le dio a la Albiceleste esta vez tuvieron su devolución: un equipo con espíritu mosquetero le dio un nuevo título a su 10. Con su capitán lesionado y entre lágrimas en el banco de suplentes en los últimos 25 minutos del segundo tiempo, más todo el tiempo suplementario, la selección campeona del mundo le ganó 1-0 a Colombia una final dramática en Miami y se consagró bicampeona de la Copa América. Argentina es desde ahora la máxima ganadora continental, con 16 estrellas, una más que Uruguay.
Al título continental ganado en Brasil 2021 le siguió este domingo la defensa victoriosa en Estados Unidos 2024, una edición marcada por la polémica de principio a fin, también este domingo en la previa del partido decisivo. Si la Albiceleste había caminado hasta hace tres años por un largo desierto sin títulos, 28 entre 1993 y 2021, ahora las vueltas olímpicas sólo parecen celestes y blancas.
El tanto de Lautaro Martínez, goleador del torneo con cinco tantos, a los seis minutos del segundo tiempo extra, destrabó un duelo muy cerrado y le dio a una histórica selección argentina un triple título sin antecedentes en Sudamérica: dos Copas Américas (2021 y 2024) y un Mundial (Qatar 2022) en el medio. Sólo España, del otro lado del océano, consiguió una gesta similar entre 2008 y 2012, con dos Eurocopas y una Copa del Mundo. El equipo de Lionel Scaloni también ganó en este lapso otro título jugado a un solo partido, la Finalísima 2022 (3-0 a Italia en Wembley), también llamada Copa de Campeones Conmebol-UEFA. Justamente, Argentina y España, flamante
La final tuvo un quiebre, la salida de Messi, lesionado, a los 20 minutos del segundo tiempo: la imagen de su tobillo derecho hinchado como una pelota de tenis hizo recordar a la Diego Maradona en Italia 1990. Tras una Copa América en la que intentó vencer a la biología -37 años-, un estado físico que sintió la falta de competitividad de la MLS y los pésimos campos de juego de Estados Unidos, con el césped emparchado, el 10 se fue entre lágrimas al banco de suplentes, en otra postal conmovedora de la noche.
Así como le pasó a Cristiano Ronaldo en la última Eurocopa, Messi ya había llorado en la otra final de una Copa América en Estados Unidos, en 2016 contra Chile. Para los argentinos, un torneo en Estados Unidos parecía tener un destino trágico: Diego Maradona terminó su Mundial con una de sus frases más icónicas, “me cortaron las piernas”. Pero la última imagen, sin embargo, sería feliz, pletórica, con Messi otra vez levantando la Copa, compartiéndola junto a los también veteranos Ángel Di María y Nicolás Otamendi. Si el 10 había perdido tres finales entre 2014 y 2015, ahora lleva cuatro ganadas de manera consecutiva.
Mientras el partido marcó el final con gloria para la carrera de Di María en la Albiceleste, aún faltan dos años para confirmar si Messi, ya con 39 años, jugará el Mundial 2026, también en Estados Unidos, en el que la FIFA tendrá que revisar gran parte de una Copa América que quedará en la historia por haberse jugado de espaldas a la cultura futbolística. En el medio también tendrá la Finalísima.
Una estupenda Colombia, que a la final de la Copa había llegado acaso como el mejor equipo de la Copa, también estuvo a la altura de la final y tuvo varias chances para ganar, pero Argentina demostró que a los campeones hay que ganarles por nocaut. El equipo de Néstor Lorenzo perdió además un histórico invicto de 28 partidos. El fútbol aún le debe un título fuerte a Colombia, campeón continental sólo en 2001, como local. Como consuelo, el renacido James Rodríguez –a sus 33 años- fue elegido con justicia el mejor jugador de la Copa.
Después de los 83 minutos de demora en la última desorganización entre la Conmebol y el país organizador –esta vez para prevenir el comportamiento de hinchadas sudamericanas-, Colombia comenzó la noche acorde a lo que dictaba la cita: el partido más importante de su historia. Argentina es un equipo inspirado de un cuento de Jorge Luis Borges, compadrito, cuchillero, difícil de amedrentar, pero aún así los muchachos del bonaerense Lorenzo impusieron sus condiciones al comienzo. En el primer tiempo se jugó más como querían los de amarillo que los de celeste y blanco: los colombianos se jugaban el duelo de su vida y los segundos, una final. El resultado: 45 minutos para ver con un Holter cardíaco.
Con Messi –al límite en lo físico en toda la Copa- rodeado, el partido comenzó a jugarse más cerca del arco de Emiliano Dibu Martínez que del de Camilo Vargas. Arrancó bien James, incisivo con habilitaciones a ese rayo llamado Luis Díaz, pero en un duelo de bravos fue el primer tiempo ideal para se destacara un cacique como Richard Ríos, el volante del Palmeiras de Brasil que hasta los 18 años fue únicamente jugador de futsal. También sacó patente de guapo Jefferson Lerma, su compañero en el círculo central, que hizo revolcar al arquero del Aston Villa con remates desde media distancia.
En ese lapso, nada fue más peligroso que el cabezazo de Jhon Córdoba al palo, mientras Argentina boxeaba el partido más de lo que jugaba, siempre en guardia, pero también con la astucia del campeón que espera su momento: fue así que Messi disparó a lo que parecía gol y la pelota pegó en el propio Julián Álvarez. Todo el dramatismo que había tenido la previa se repitió cuando Messi sufrió un golpe –propio del juego, sin mala intención- de Santiago Arias y quedó tendido largos segundos tomándose el tobillo derecho: el 10 no es de simular dolor y durante un momento se temió por su continuidad en el juego, al punto que Lionel Scaloni mandó a moverse a Lautaro Martínez –el héroe inesperado- como eventual sustituto.
Sin embargo, Messi prefirió esperar al entretiempo más largo del mundo, de 25 minutos, cuando la Conmebol –en una Copa América inolvidable, y no por lo buena- terminó de convertir al fútbol en fútbol americano durante su paso por Estados Unidos: el recital de Shakira fue un show al estilo del Super Bowl, otra intromisión local en un deporte que no necesita este tipo de espectáculos. No había ocurrido en el Mundial de 1994 ni tampoco en la Copa América de 2016.
Cuando volvió el partido había que recordar que seguía 0 a 0, pero entonces toda la tensión llegó a las áreas: Colombia y Argentina tuvieron en los primeros 20 minutos al menos un par de situaciones para convertir, incluso una mano de Davinson Sánchez en el área que ni el árbitro brasileño Raphael Claus ni el VAR consideraron penal. También se lució Vargas ante un intento de Di María, en su último partido en la selección argentina, pero el partido encontró su quiebre en la lesión, ahora sí definitiva, de Messi.
El cuerpo del 10, a sus 37 años y luego de una temporada en una liga atlética pero lejana al alto rendimiento deportivo como la MLS, se desplomó cuando perseguía a Luis Díaz: Messi pidió de inmediato el cambio y se tomó el muslo izquierdo, aunque en el banco de suplentes se lo vio con hielo en el tobillo derecho deformado. Tal vez los pésimos campos de juego incidieron en las dos lesiones que Messi sufrió en el torneo, primero ante Chile y luego ante Colombia. El 10, que jugó su quinta final de Copa América -2007, 2015, 2016 y 2021- y en ninguna convirtió goles, lloró largos minutos en el banco.
Contra lo esperado, Nicolás González ingresó muy bien por Messi y Argentina pasó a mostrar lo mejor de la noche, como si sus compañeros se juramentaran ganar por su capitán ausente. Todo lo que Messi había hecho por sus compañeros, esta vez los compañeros lo hicieron por Messi: Argentina recitó a los 11 mosqueteros. Incluso pareció que Colombia sintió el impacto de la salida del 10 argentino y pasó a mostrar un respeto como hasta entonces no había tenido. Argentina terminó los 90 queriendo más contra un rival desgastado que, ya en el final, se conformaba con el tiempo extra.
Con un enorme Rodrigo de Paul en el mediocampo, los últimos tres cambios de Scaloni, todos en el primer tiempo del suplementario, terminarían siendo decisivos: una jugada construida entre una gran recuperación de Leandro Paredes, una mejor habilitación de Giovani Lo Celso y una definición certera de Lautaro Martínez marcó el 1-0, cuando parecía que el partido se dirigía a los penales. Si Colombia había tenido un mejor comienzo, Argentina mostró su esencia de campeón y un final mucho más entero.
Messi, entonces ya sin lágrimas, mostró su primera sonrisa de la noche y levantó otra Copa. Argentina es bicampeón y multicampeón. Messi tiene quien lo defienda.
España Campeona de la Euro 2024
El gol de Marcelino en el Bernabéu en 1964, el de Torres en Viena en 2008, el de Iniesta en Sudáfrica en 2010, el desparrame coral contra Italia en Kiev en 2012, el divertimento letal de Nico Williams con Lamine y el tanto de Oyarzabal en 2024. Incluso la salvada de Olmo sobre la línea en los últimos instantes. España añadió en el Olímpico de Berlín otro capítulo de gloria a la historia con la cuarta Eurocopa, más que nadie, al llevarse por delante a una desconsolada Inglaterra que acumuló su segunda derrota seguida en una final después de los penaltis en Wembley contra Italia.
La Roja ha reencontrado el hilo de aquel juego que la condujo a los años dorados. Y no solo eso: después de reencontrar la hebra ha seguido construyendo sobre aquello, con el mismo talento exquisito, con un derroche de energía y entrega y con una fe formidable que resiste cualquier momento de duda o de contrariedad. Funciona, resiste y mata incluso si pierde a su faro, Rodri, el jugador del torneo, que se retiró lesionado después de solo 45 minutos. Y todo eso lo corona el vértigo descubierto en Lamine Yamal y Nico Williams, engarzado sin fricción en la vieja maquinaria del control.
Así llegó el primer fogonazo para el recuerdo. De un exterior de primeras de Carvajal a la carrera de Lamine, de las maniobras de distracción de Morata y Olmo, de la carrera por el otro lado de su socio, su amigo, a veces su hermano, a veces un poco su padre. El catalán encontró a Nico, y Nico encontró la red. El partido lo descorchó la pareja convertida en símbolo de manera instantánea, el dúo que cualquiera habría apostado a que lo haría. Esas son las amenazas peores, las inevitables incluso cuando se ven venir.
También lo sabía Southgate, claro, de nuevo desconsolado con esa Inglaterra suya que no levanta copa desde 1966. Aunque para la final había recuperado la pieza más ansiada, la que decía que había hecho cojear todo el conjunto. El seleccionador inglés atravesó el torneo con un equipo contrahecho, colocando como lateral izquierdo a Trippier, un diestro, a la espera de que Luke Shaw se recuperara. Y así avanzó, siempre sobre el alambre, mientras el futbolista del Manchester United iba regresando poco a poco. Hasta que contra España, el último día, fue titular por primera vez después de 147 días de penalidades. Era la noche que tenía cita con Lamine, al que recibió con un primer encontronazo a los dos minutos. El torneo ha supuesto una sucesión de trampas para el barcelonista, que dos días antes había dejado de tener ya 16 años. Ninguna lo apresó lo suficiente.
Al otro lado Walker se presentó a Nico Williams, que le iba sondeando, pero cuando le burlaba se cruzaba por allí con Stones, al que tiró una bicicleta virguera. Lo dejó atrás brevemente, pero el instante que necesitó el español para armar el tiro le bastó al del City para recuperar el paso y bloquearlo. No había un solo tipo dormido sobre el campo. Mucha lija en cada encontronazo. Tampoco se escondía nadie en una refriega de pie tenso. Las primeras tarjetas las vieron dos atacantes, Kane y Olmo.
España volvió a sacar el manual que la había llevado de vuelta a Berlín: un poco de control, un poco de pinchar arriba. Con las bandas cegadas al comienzo, empezaron a aparecer Morata y Olmo por el centro para tratar de agitar desde ahí y desatar el desorden. Se empezaron a encontrar Rodri y Fabián y se despejaba la niebla.
Inglaterra mantenía las precauciones. Había visto ya a demasiadas selecciones irse a la lona cuando se les desataba un poco el entusiasmo. Buscaba encontrar a Saka a solas en la derecha con Cucurella, que aguantó las oleadas y otra noche que empezó con pitos cuando tocaba la pelota. Los asaltos del extremo del Arsenal no prosperaban porque España se exprimió en otra noche de entrega y persecución. Carvajal ató a su compañero Bellingham como si no le conociera de nada. O porque le conocía demasiado bien. Ninguna concesión en una noche así, de las mejores del lateral del Real Madrid.
Bellingham se desgastaba en esos duelos, en sus propias persecuciones en busca de un robo, en algunas carreras que no encontraban espacio ni pasador. El despliegue gremial de la Roja no les permitía ni a él ni a Foden ligar en el medio y buscar luego a Kane, por ejemplo, que solo estuvo una hora sobre el campo, un tanto a la deriva.
Antes incluso había tenido que irse Rodri, lesionado, que dejó su lugar a Zubimendi. De la Fuente se quedó sin su piedra angular, pero su equipo, en lugar de resentirse, comenzó a castigar en serio a Inglaterra. Empezando por el gol de Nico, obra a medias con Lamine.
El equipo de Southgate, que despertaba siempre al verse por detrás, no encontraba el modo con España. La Roja volvió a percutir de la misma manera: avance por la derecha que liberó a Nico al otro lado. El extremo del Athletic encontró entonces en el área a Olmo, que tiró demasiado cruzado. Luego Lamine conectó con la carrera de Morata, a quien también se le escapó el disparo. La carga olía a definitiva. Inglaterra había dejado de hacer pie. Se le abrían grietas por todas partes. Era incapaz de achicar el agua. Lamine se vio en el área cara a cara con Pickford y el portero desactivó el que podía haber sido el zarpazo definitivo.
Entonces, los ingleses encontraron a Saka en la derecha, que ganó tiempo para que apareciera Bellingham y se estirara para ceder a Palmer, que encontró una esquina por la que alcanzar la red de Unai Simón.
Pero esta España sobrevive a todo. Cucurella, que soportó otra noche de pitos inexplicable sacó el centro definitivo a Oyarzabal, que acabó con la rebelión inglesa y sumó la cuarta Eurocopa, que anuncia otra era para soñar.
El País de España