César Guillén: La necesaria desintoxicación ideológica

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La nueva estrategia de la izquierda es llamarse ahora globalista, ecologista y progresista. Utiliza tácticas como el ataque al capitalismo desarrollado con el apoyo de factores atípicos de la sociedad tales como el radicalismo religioso, los inmigrantes sin control, la comunidad LGBT, el narco lavado, y la desestabilización política. Promueven la libertad del género y del aborto, factores que debilitan al núcleo familiar, soporte esencial de los valores democráticos y morales de toda sociedad.

Ahora resulta que Putin no es comunista, sino Fascista…cómoda estrategia para desligarse de ese émulo de Stalin y del típico actuar comunista. Xi Jinping, es un gran líder, porque China invierte en los países con regímenes socialistas, lo que aprovechan para imponer sus onerosas condiciones económicas y laborales, vulgar colonialismo primitivo. Este globalismo de izquierda logró absorber los restos del comunismo en decadencia y a sectores cómplices de los socialdemócratas, esto último especialmente en Latinoamérica.

Recientemente, se confirma la proverbial actitud de la izquierda decrepita europea. Italia luego de años de gobiernos de izquierdas ineficaces y del mafioso y degenerado de Berlusconi, paso de ser la tercera economía de la Unión Europea al séptimo puesto. La primera ministra Meloni, acusada de “Fascista” ha tenido todo tipo de trabas para poder reimpulsar la economía italiana, infectada por la inmigración ilegal apoyada por los comunistas y sus aliados “Humanistas” que buscan solo ganarse el apoyo de esos grupos.

Los trágicos franceses, al virar a la izquierda con los radicales incluidos, es una muestra de pánico a desprenderse de las dadivas sociales que cada vez pesan más sobre la nación, ahora con la carga adicional de los emigrantes africanos y musulmanes.  Un país atrapado en sus reminiscencias socialistas, pero solo en la teoría, ya que su famosa revolución fue la tercera, después de la inglesa y de la norteamericana.

Campeones en la producción de intelectuales de izquierda, cuyas hazañas no pasan más allá de la torre Eiffel, impulsan la anarquía, el descontento y la protesta por todo, pero sin ninguna propuesta concreta. Toda esta artillería socialista se dispara desde los cómodos cafés parisinos, llenos de bohemios de todo el mundo, donde con las mismas teorías de siempre, de poesías, de la sexualidad irreverente, mediante escritos y novelas, denuncian las injusticias del capitalismo, pero sin atreverse a prescindir ni salir de él.

La Francia “Insumisa” ha sido derrotada consecuentemente desde 1815, 1870, 1916, 1940 y por sus ex-colonias en Vietnam, Madagascar y Argelia. Suena contradictorio, porque hasta la década del 1970, explotaban a una gran cantidad de países africanos por ellos colonizados, en abierta oposición a “La igualdad, la fraternidad y la libertad” que tanto pregonan teóricamente. Jamás se ha visto a algún intelectual parisino denunciar en el propio terreno, lo que cómodamente hacen desde la ¡Ciudad Luz!

Después de la segunda guerra mundial y recién liberados por los aliados, se opusieron a la creación de la Unión Europea y de la OTAN. Exigían que debían ser ellos quienes lideraran a la Europa de la posguerra. Desatinada y arrogante actitud, pues el sangriento esfuerzo bélico recayó en el resto de los países aliados, especialmente USA. Todavía está fresca la matanza por los musulmanes de franceses en parís, y prefieren el silencio cómplice, antes de asumir con coraje la realidad que los agobia. Huyen a la izquierda de nuevo.

En Latinoamérica, hay que insistir en que es la sociedad del trabajo la única clave del desarrollo, se sigue pagando un precio muy alto por la ignorancia y la miseria. Hay que deslastrar nuestros prejuicios de pueblos sometidos por imperios foráneos, en la región persisten dos mitos: Norteamérica es reaccionaria y Latinoamérica es revolucionaria. La primera es mala y egoísta y la otra es noble y buena. Argumentos muy propios del populismo, todo ello siempre alimentado por los novelistas de izquierda, que siempre escriben y viven con sus familias, casualmente desde la comodidad europea.

Mientras el capitalismo crea naciones a la vanguardia del conocimiento, aumenta el empleo y mejora la calidad de vida, el socialismo genera caos y miseria. Es el foro de Sao Paulo un reducto de ese pensamiento de “izquierda” que encubre mucho más de lo que aparenta y que intenta al estilo cubano y con el apoyo de la alianza droga-socialismo, mantener el atraso en la región. El común de la gente asume que una revolución popular le resolverán los problemas, como esto nunca pasa, la gente se desengaña y surge la frustración. Esa es la verdadera y recurrente “historia patria” de Latinoamérica.

Por el contrario, cuando el sistema se basa en el trabajo productivo suben las cifras de la producción y del consumo, y es lógico que se obtengan beneficios y en consecuencia los salarios se constituyen en una segura asignación del ciudadano, dinamizando la economía. Es lo único que ha funcionado con cierto grado de estabilidad y justicia a través de la historia contemporánea, y aun con sus imperfecciones este proceso de economía productiva hace que la sociedad avance en pos de objetivos más dinámicos y justos.

No se puede repartir lo que no se produce y la tendencia liberal actual es la de una política económica que intente alejarse por igual del populismo estatal que de la tecnocracia deshumanizada. Si en Latinoamérica potenciamos una verdadera unión económica, reduciremos la excesiva dependencia extranjera de cualquier símbolo. Una integración sin ideologías ni nacionalismos idiotas, sumando nuestras fortalezas para insertarnos en la globalización, competir con eficiencia y disminuir la miseria de nuestra región.

Los ideales políticos nunca intentan mejorar la condición humana sino la sociedad humana: no lo que los hombres son, sino de las instituciones de la comunidad en que viven. En política, son los medios los que justifican el fin… (A. Camus).

 

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