Jesús Puerta: ¿Cómo hacer predicciones?

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Elon Musk y yo no nos parecemos en casi nada. Por supuesto, la principal diferencia es la fuerza financiera. Pero, al parecer, tenemos los mismos gustos literarios, en lo que se refiere a la ciencia ficción. Los dos admiramos a Isaac Asimov, aquel célebre escritor de ciencia ficción, que ostentaba unos mil libros publicados cuando murió. Asimov ha dejado una huella inmensa, no solo en el campo de la ficción científica, sino en el de la innovación tecnológica actual. Sobre todo, en el campo de la robótica y la Inteligencia Artificial. Es muy famoso por sus leyes de la robótica, que todavía hoy se discuten, sobre todo cuando ya varios países se apresuran a ponerle límites regulativos a la Inteligencia Artificial, y otros tantos tienen jueces robots (China, Estonia, incluso Argentina) y te pueden meter preso o cobrarte una sustanciosa multa. Pero el Asimov que ahora me interesa, es el de la saga de las novelas de la “Fundación”. En ellas, se narran las aventuras de varios personajes, algunos políticos, que actúan durante siglos, durante la desintegración del Imperio Galáctico, que dominaba millones de mundos habitados en cientos de galaxias. El proceso de derrumbe del Imperio Galáctico tomó varios siglos, pero fue predicho mucho antes por un sabio, gracias a una ciencia llamada “psicohistoria”.

La psicohistoria es una disciplina estadística que hace predicciones históricas. Su creador fue el personaje Hari Seldom, cuyo nombre inspiró el del personaje principal de la serie cómica “Big Bang Theory”. Los pronósticos de la psicohistoria tenían mayor grado de acierto, mientras mayor cantidad de población estaba involucrada. Esto corresponde a la ley de los grandes números, fundamento de la estadística y las probabilidades, que justifica utilizar muestras para estudiar las tendencias de comportamiento de grandes poblaciones. Cualquier acontecimiento posible se hace más probable mientras más amplio sea el número de eventos considerados. Dicho con el lenguaje críptico de los matemáticos: el promedio de una sucesión de variables aleatorias converge con el promedio de las esperanzas de las variables aleatorias involucradas. Eso explica por qué una muestra (por ejemplo, de una encuesta), que es solo una parte de la población total, sirve para medir lo que ocurre en la totalidad. La razón es que cada uno de los miembros de esa población tiene la misma probabilidad de ser encuestado.

Pero lo más sorprendente del asunto, es que ya existe este Hari Seldom, el científico de los pronósticos históricos. Se llama Peter Turchin. Tampoco la psicohistoria se llama ahora así. Sería el colmo. Su denominación actual y real es “cliodinámica” (por Clío, la musa de la historia) y utiliza una masa inmensa de datos, manejables hoy día gracias a la Inteligencia Artificial y el minado del Big Data de la Internet, para, mediante modelos matemáticos complejos, prever el futuro. Pues bien, Turchin, este Hari Seldom contemporáneo, ya ha pegado varias predicciones. La más desconcertante fue la que hizo en 2010: en Estados Unidos habría una crisis política en unas elecciones. Para aquel entonces, no se vislumbraba la figura política de Donald Trump. Cuando mucho, era un millonario un poco extravagante, que tenía un programa de concursos en la TV. Mucho menos podía ni soñarse con el incidente del asalto al Palacio Parlamentario norteamericano y las denuncias de fraude electoral. Ahora, Turchin-Seldom acaba de pronosticar una guerra civil en los Estados Unidos, cuyo desenlace sería la secesión de varios estados y el derrumbe del poderío nortamericano.

Claro, Turchin es un científico serio. Afirma que su metodología solo identifica y proyecta tendencias actuales, que surgen de los patrones de millones de eventos registrados y organizados por la Inteligencia Artificial. Los hechos que pronostica no son inevitables. Al contrario, él se ve a sí mismo como un vigía histórico que alerta para tomar medidas preventivas. Solo se queja que los actores sociales, lejos de escucharlo, intensifican las actitudes que llevarán al desastre norteamericano, cada vez con mayor seguridad. El análisis de Turchin, gracias a la IA y el Big Data, estructura en patrones los millones de hechos que registra, como hemos dicho. Por eso infiere las tendencias principales de procesos históricos de larga duración.

Las situaciones de crisis, que resultan en desenlaces violentos (y revoluciones), tienen ciertas constantes. Una, es lo que caracteriza como “sobreproducción de élites”, es decir, la proliferación de posibles dirigentes que se disputan las posiciones de poder, como las sillas en el famoso juego donde los participantes bailan y deben sentarse en un numero determinado de asientos cuando cesa la música. El problema que crea el conflicto, no es que cada vez haya menos sillas, sino que hay cada vez más bailadores disputándose los asientos. Esto es posible porque se ha activado lo que llama “la bomba de la miseria” que son aquellos mecanismos y relaciones que van empobreciendo a la población, distanciándola de la clase que acumula las riquezas. Pero no se trata de que la riqueza produce rabia; no. Lo que produce actitudes de rebeldía y explosiones violentas en las sociedades, es la percepción de un empeoramiento de las condiciones de vida, la apreciación de que se trata de una injusticia y la rabia (u odio) que esa situación provoca.

A simple vista, varias de las predicciones de Turchin se están cumpliendo, y desde los ochenta varios científicos sociales han anunciado que en pocas décadas el imperio norteamericano se derrumbará, como ya lo hizo el imperio soviético. La polarización política extrema, la exaltación de los mensajes de odio político, las divisiones en el seno de las élites dominantes, las necedades (como esa de mantener la candidatura de un senil como Biden), y, claro, la violencia que estalló como una bala en la oreja de Trump, parecen darle la razón a Turchin. Lo mismo si vemos hacia la cada vez menor capacidad de EEUU de determinar decisiones en el mundo y el fortalecimiento económico, tecnológico y militar de los rivales y enemigos, que fortalecen sus alianzas.

Pues bien, para Venezuela, que se aproxima a la fecha decisiva del 28 de julio, no dispongo de la masa de datos a procesar mediante una IA prodigiosa y pronosticar lo que sucederá el día de las elecciones, los resultados y sus consecuencias en los meses y años subsiguientes. Ya hay muchos pronósticos por ahí, basados en la consideración de la distancia entre los competidores electorales en las encuestas, en los cálculos basados en los “sesgos” (entendidos como diferencias sistemáticas entre las encuestas y los resultados electorales efectivos), en el devenir de las negociaciones (que según Magdaleno son a cuatro canales), tomando en cuenta los intereses de los principales actores, los mensajes violentos (incluyendo esa condecoración al odio que le hizo la Legislatura de Aragua a los que hostigaron a EGU y MCM en un restaurant) y los dilemas del prisionero iterativos que se producirán (si decido A, puedo tener una recompensa X, si y solo si el otro coopera; pero si no coopero puedo llevarme X+1, con la condición de que el otro coopere; pero si yo coopero y el otro no, mis pérdidas serán menores; coño: ¿qué hago?). También Habría que tomar en cuenta declaraciones como las de Padrino (¿aceptará otro Comandante en Jefe?), Maduro (¿entregará a cambio de levantamiento de la recompensa, diputación gratis y otras prebendas, como propone Álvarez) y Freddy Bernal (se supone que de acuerdo con Diosdado, lo que da paso a otras especulaciones: ¿estarán dejando afuera de las negociaciones a Diosdado?).

A propósito del período chavista, hace unos cuantos años, Manuel Caballero previó la destrucción de las instituciones democrático-representativas y una guerra civil en Venezuela. Utilizaba el historiador el concepto de crisis históricas. El chavismo era una crisis histórica en sí misma. La crisis es multidimensional. Los que gobiernan ya no pueden hacerlo, pero los que los sustituyen todavía no pueden. Popper señalaba que, si se logra dar con la explicación de un proceso, se es capaz de hacer pronósticos acertados. O sea, la clave de las predicciones, es dar con el mecanismo explicativo, el por qué se dan tales o cuales fenómenos. Una explicación es el de los incentivos (línea Víctor Álvarez). Otra, los intereses de clase (marxismo tipo trotskista). Otra, los posibles rasgos de personalidad de los protagonistas de esta pugna política (que si una es loca; que si el otro es bruto; que si el otro es psicópata, etc.). Otra, las fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas correlativas.

Me faltan datos y no tengo el equipaje de Turchin. Tampoco empresas encuestadoras que ya han salido lavándose las manos acerca del cierto de sus pronósticos. Por eso, como dije hace poco, ante la incertidumbre, mejor es atreverse a apostar, como Pascal. Hay que ir a votar por la opción que más posibilidades dé a la recuperación de la Constitución y que se abra el camino al futuro democrático.

 

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