Vistas las peculiaridades de nuestra nación desde cuando el régimen chavista, tiránico y ácrata, asumiera el poder (3/1999); ya por casi más de unas dos décadas y media, lapso durante el cual ha ostentado desvaríos, caos y desfasamientos, por sus pretensiones de imponer una doctrina retrógrada de toda evolución en libertad, mediante la inhibición del ejercicio de los derechos civiles y otras formalidades legales de orden público, previstas en la CRBV, que se han manifestado por el acoso inquisitorio de todo disenso, lo que ha constituido un caso sin previos históricos o institucionales, el Estado venezolano se ha convertido en centro de atención regional y hemisférica, a cuyo régimen se le está exigiendo o instando a “unas elecciones en paz”, y a que se honre la soberanía popular o del soberano, expresada a través del voto” puesto que afrontamos un clima o momento político de tensiones extremas. Y, es así como los países miembros de la Alianza del Desarrollo en Democracia (ADD) han hecho un llamamiento a las autoridades venezolanas para cumplir con la Carta Democrática Interamericana y a actuar en línea con los objetivos del acuerdo de Barbados, en busca de una estabilidad democrática, el desarrollo sostenible y la paz social en el país; y, se reitera el llamado a fin de que el 28/7 se avalen en Venezuela unos comicios libres, justos y transparentes con el acompañamiento de organismos internacionales reconocidos y bajo un “clima de paz y de respeto pleno a los derechos de todos los actores públicos”. Por tanto, el resultado de la lección debería ser el reflejo nítido de la voluntad popular expresada libremente, en las urnas de todos los centros de votación, como aserción sublime de la alternabilidad.
