Anunció que pone fin a su candidatura y a una carrera política de cinco décadas, dijo Joe Biden.
El presidente de EE.UU. se retira a sus 82 años de la carrera electoral para dejar paso a un candidato más joven y carismático frente a Trump
Después de semanas de negación, Joe Biden ha sucumbido a la realidad: está demasiado envejecido, a ojos de una abrumadora mayoría de americanos, para servir cuatro años más como presidente de Estados Unidos, hasta los 86. En una publicación en redes sociales, el mandatario ha anunciado que no se presentará a la reelección, asegurando que es “lo mejor para mi partido y para el país es que me retire”.
Biden ha asegurado que se dirigirá a la nación a lo largo de esta semana y a partir de ahora se centrará “únicamente en cumplir con mis obligaciones como presidente”. En diciembre vencerá su mandato y pondrá fin a una dilatada trayectoria política de 54 años, que ha terminado desde el asiento más alto que puede asumir un político estadounidense: la silla del Despacho Oval.
Los tres años y medio al mando del timón de EE.UU. han sido convulsos, marcados por el coronavirus y el reflote de la economía tras la pandemia, una fuerte inversión en economía verde e infraestructuras, la elevada inflación, la retirada de tropas en Afganistán, la gestión de las guerras en Ucrania y Gaza, el aumento de inmigrantes en la frontera sur y el perdón de parte de la deuda estudiantil a millones de estadounidenses.
Biden fue senador durante 36 años, vicepresidente en los dos mandatos de Obama y presidente en los últimos cuatro años
Su aventura institucional comenzó con 28 años, cuando ganó sus primeras elecciones en el consejo del condado de New Castle (Delaware). Allí sirvió hasta 1972, año en el que desafió al republicano Caleb Boggs para un escaño en el Senado, con una arriesgada campaña, dirigida por su hermana Valerie, contra un político de 63 años, que llevaba dos ocupando la silla Delaware en el Senado. Venció por la mínima, por 3.000 votos de un total de 228.000, y puso rumbo al Congreso en Washington, ciudad en la que trabajaría el resto de su vida política.
Biden fue investido como senador en la capilla de un hospital de Wilmington, donde estaban ingresados sus hijos Beau y Hunter después del accidente de coche en el que murió su primera mujer, Neilia, junto a su hija Naomi. Aquél suceso trágico pudo significar el fin de su carrera política, pues hizo que el joven senador electo se planteara renunciar, hasta que fue convencido por algunos colegas demócratas y republicanos.
Durante las casi cuatro décadas en las que fue senador (1973-2009), Biden siguió viviendo en Delaware y mantuvo el contacto con los ciudadanos a los que representaba. Biden siempre tuvo en el punto de mira la presidencia de EE.UU. En 1974, aseguró que “uno es un farsante si dice que no le interesa ser presidente si realmente quiere cambiar las cosas”, aunque reconoció que, por ese entonces, no tenía “la experiencia ni el historial” necesario.
En sus primeros años en el Senado, salió a la luz el escándalo Watergate, que haría caer a Richard Nixon en 1974, y con el que Biden se mostró muy crítico, tanto con él como con su sucesor, Gerald Ford, por indultarlo. En la Cámara Alta, llegó a alcanzar cargos de poder en el Comité Judicial, donde fue presidente o miembro de alto rango durante 17 años y presidió las audiencias de confirmación de cinco jueces, entre ellos el conservador Clarence Thomas, uno de los seis que en el 2022 eliminaron las protecciones federales al aborto.
Propuesto por George H. W. Bush en 1991, su confirmación generó controversia, puesto que Biden no llevó a cabo una investigación completa de las acusaciones de acoso sexual que pesaban sobre Thomas y no permitió más testimonios que el de la víctima Anita Hill, lo que le llevó las críticas por parte de su bancada. En 2019, sus adversarios en las primarias se lo reprocharon, y el reconoció que Hill no había sido “bien tratada”, asumiendo toda responsabilidad.
Durante su presidencia del Comité Judicial, Biden, abogado de carrera, promovió la aprobación de leyes de mano dura contra la delincuencia, como la denominada por él mismo como Ley Biden contra el Crimen. Aprobada en 1994, endureció las penas, amplió la aplicación de la pena de muerte, puso a más policías en las calles y proporcionó financiación para la construcción de nuevas prisiones. Eran tiempos de la guerra contra las drogas, durante la que se produjo un aumento de la delincuencia asociada a la epidemia de crack y cocaína, pero esas leyes aprobadas terminaron yendo más allá de su objetivo inicial y terminaron por aplicarse desproporcionadamente contra población negra.
Como contrapartida de esa controversia, Biden presentó también una Ley de Violencia contra la Mujer, que aumentaba las penas federales de los delitos cometidos contra las mujeres, después del asesinato en masa de 14 mujeres en Montreal, que conmovió al presidente del comité. Aunque fue inicialmente bloqueada por los republicanos, finalmente se aprobó en 1994 y Biden la ha calificado más recientemente como su “logro legislativo” del que está más “orgulloso”. No fue el único éxito en materia de género del presidente, que en el 2021 eligió por primera vez en la historia a una mujer como vicepresidenta, Kamala Harris, que en estos momentos es la mejor posicionada para sucederla y convertirse así en la primera jefa de estado americana de la historia.
El demócrata, que fue ganando peso progresivamente en el Senado, así como visibilidad ante la opinión pública, formó también parte del Comité de Relaciones Exteriores durante 11 años. Lo hizo en la década de los 1990, en la que el tablero político mundial se estaba reconfigurando tras el fin de la Guerra Fría y la caída del muro de Berlín. Por aquél entonces, comenzó a mantener contactos con un amplio abanico de líderes mundiales: hasta 150 de cerca de 60 países, según la carta de presentación que le hizo Barack Obama en el 2008, cuando se convirtió en su vicepresidente.
Biden suele ser definido por sus adversarios políticos como un belicista. Especialmente por Trump, que rechaza el papel de líder internacional que ha tenido a lo largo del último siglo EE.UU., y rechaza la ayuda a Ucrania para defenderse de la invasión rusa. Aunque trabajó desde el Senado para promover intervenciones militares como la de los Balcanes, en 1991 votó en contra de autorizar a Bush padre una guerra contra Irak, argumentando que gran parte del peso de la coalición recaía en EE.UU.
Años más tarde, tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, finalmente votó a favor de la invasión de Irak, tras escuchar su comité testimonios que afirmaban que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masivas. Estos testimonios, como se conoció después, se basaban en pruebas que resultaron ser falsas. A posteriori, Biden asumió que había cometido un “error”, y se opuso al aumento de tropas en el país en el 2007.
Después de tres décadas en la rama legislativa del poder en Washington, Biden quería más. Y se presentó hasta en dos ocasiones a las elecciones a la presidencia de EE.UU., hasta que en el 2008 Barack Obama lo eligió como su compañero de fórmula. La experiencia de Biden en cuestiones de política exterior, así como en el funcionamiento del Congreso, era el complemento perfecto para Obama, con quien había compartido hemiciclo en el Senado durante tres años. Su historia personal, con la muerte de su mujer y su hija, también estaba llamada a ser un fuerte activo electoral en un país en el que gustan las historias de superación.
El tándem Obama-Biden arrasó frente al republicano moderado John McCain y Biden cogió desde el principio un papel muy influyente en la administración, especialmente en política exterior. Su relación era constante con Obama, de quien se convirtió en su principal asesor y su opinión era respetada en la Casa Blanca. Abogó por la limitación del papel militar de EE.UU. en Afganistán, cuando varios asesores del equipo de Seguridad Nacional aseguraban que lo que se debía hacer era aumentar tropas. Estableció relaciones militares y diplomáticas con Irak, donde realizó numerosos viajes y tuvo reuniones con los líderes del país.
Su relación con Obama fue tan cercana que algunos medios comenzaron a denominarla “bromance” (de “brother” y “romance”, por el vínculo afectivo intenso y no sexual entre dos varones). Esta historia de amor comenzó a desvanecerse en los meses finales de la segunda candidatura de Biden este año, cuando Obama, que inicialmente había hecho campaña con él, comenzó a mover hilos internamente para tratar de convencer a Biden que abandonara su carrera por sus pocas posibilidades frente a Trump.
La Vanguardia de España