La campaña electoral presidencial, cuyas brevedad y desigualdad son subproductos del ventajismo, se acerca a su final, con resultado previsible y la consecuente moraleja de que por mucho que se gaste en marketing, la realidad le gana a la propaganda.
¿Quién no ha visto la omnipresente propaganda oficial? Inunda redes, vallas, cuñas, afiches, murales, cadenas. Usa los recursos públicos privatizados para beneficio partidista. Abrumadora y costosa, a juzgar por su diseño profesional y su volumen es la marejada que disfraza del multicolor al rojo. La eficacia de tan gigantesca inversión es bajísima, pues apenas parece alcanzarle para llegar al techo del residuo de la herencia del difunto líder que ha dilapidado. También se escuchan y ven piezas e intervenciones de aspirantes a pescar en el mercado mayoritario que quiere cambio. Algunos claramente cooptados a cambio de colores y símbolos ajenos, otros fabricados a ver si dividen ese voto y uno o dos genuinamente independientes. Ninguno pasa de un dígito y la mayoría está en décimas de punto porcentual.
Se aprecia un contraste con la discreción y sobriedad de la campaña de Edmundo González, cuyo camino está minado de restricciones abiertas o veladas, acosos, hostigamiento, insultos y calumnias, fake news, acciones muchas de éstas que trasgreden lo habitual de la lucha política e incluso en sus excesos, golpes bajos, hasta las que son abiertamente ilícitas amparadas en la impunidad. Sin embargo, en un fenómeno digno de estudio por politólogos y comunicólogos, es ésta candidatura la que aparece mejor posicionada en cuanta encuesta reconocida se realiza en el país. La clave está en que la realidad es irrebatible.
La realidad es la vida que vivimos los venezolanos en la que las desigualdades se ahondan. El sueldo o el ingreso que no alcanza. La crisis de servicios vitales como el agua, la luz o la salud. La regresión en la educación pública. El espectáculo indignante del enriquecimiento inexplicable de un grupito. Las leyes de plastilina que se moldean al gusto del poderoso.
La realidad es que Edmundo es el candidato que representa el cambio. Todo el mundo lo reconoce incluido el grupo en el poder, porque mientras a él reserva los ataques, a los demás “ni con el pétalo de una rosa”. Además de ser el candidato de la Unidad, la coalición plural que organizó las primarias y tiene años proponiendo la alternativa, ha contado con el respaldo, de gran valor popular y emocional, de María Corina Machado, con un valioso significado adicional: endosa a un hombre con personalidad propia y visión de los problemas y sus soluciones en un contraste con sus modos que no contradice, complementa.
Recuérdese la frase atribuida a Lincoln, Puedes engañar a todos por un tiempo, puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar a todos, todo el tiempo.