José María Aristimuño P.: Derecha. ¿Art decó?

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El espectro político desde siempre ha sido unidimensional: derecha, izquierda, con sus matices. Para la política, estos términos se acuñaron a partir de la Revolución francesa: en la Asamblea Nacional Constituyente de 1789, debido al fragor de la discusión, los contrincantes se ubicaban por afinidad, acercándose entre ellos. Aquellos que estaban de acuerdo con la monarquía, se sentaban a la derecha; los que deseaban el cambio, a la izquierda.

La dicotomía prevalece.

En la religión católica, en el nuevo testamento, Jesús, el hijo de Dios, está sentado a la diestra de Dios padre todopoderoso; es decir, tuvo que ver, para el relato, la significancia. Lo correcto, lo conservador; un honor, la potestad. Aún se conserva en el credo de los apóstoles, dos mil años después, allí, a la izquierda, el vacío.

Finalmente, en el ser humano, por su asimetría, el hemisferio izquierdo controla el lado derecho. Solo el 15 % de las personas son zurdas.

¿Qué significa la derecha art decó?

Hace cien años, en 1920, esta corriente del arte apareció para sustituir al art nouveau, caracterizado por la asimetría de flores e insectos de colores. El art decó se enfocó en la maquinaria industrial y diseños de geometría simple delineados con precisión y colores vivos llamativos. No interesa la funcionalidad, solo la ostentación, el dominio de la elegancia, que lleva al optimismo y al desafío económico.

Aquí nunca va a pasar nada.

Embestir, adelante. El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald (1896-1949); El Corcovado, en Río  de Janeiro, de Paul Landowsky (1875-1961) y el famoso logotipo de Yves Saint Laurent, de Cassandre (1901-1968). Toda esta corriente obedeció al despertar de la posguerra, tras la primera guerra mundial, recordada como la Gran Guerra.

¿Qué sucede cien años después?

Hablar de derecha está asociado al libre mercado, al capitalismo, a la propiedad privada y la riqueza a través de la libre competencia. La izquierda, a la igualdad social, la conciencia de clases. ¿Por qué el resurgimiento de la derecha?

El COVID-19 y la inteligencia artificial

El COVID, en un periodo de cuatro años, hizo desaparecer de la faz de la tierra al menos quince millones de personas. Según las estadísticas, se salvaron más los burgueses.

¿Qué efectos tuvo el confinamiento obligado? Ansiedad, depresión, estrés social. Quedarse en casa, cuando el ser humano es gregario por naturaleza… Cuando abrieron la puerta, el destape: lo reprimido se transformó en desobediencia, manifestaciones de violencia que aún no terminan.

¿Hacia dónde va? El punto de subsistencia lleva a construir mesías, monarcas; sobre todo, de manera inconsciente, el miedo a Dios. Pandemia y marxismo no van de la mano.

¿Cuál es la conclusión? Las personas van a por lo suyo, contrarias a la intervención estatal; lejos de la comunidad. Vale, si acaso, el pequeño núcleo familiar.

El delgado hilo de vida proyecta un individualismo exacerbado: conocerse a sí mismo, pero encerrado. Los conflictos internos o externos se trastocan unos con otros; la experiencia vivida altera  las emociones.

El art decó proyecta sofisticación con los elementos de fabricación en masa. En el segundo cuarto del siglo XXI, proyecta lo mismo, pero la referencia es permitirle a la inteligencia artificial, a través de los medios sociales, los cambios.

Los primeros síntomas de una burbuja especulativa: bienestar y optimismo, euforia y confianza en el sistema capitalista. Y lo encarnan en mesías transformados en monarcas: Donald Trump, Nayib Bukele, Javier Milei y, ahora, Marine Le Pen, en Francia. Todo viene de la opulencia para olvidar y desaparecer del inconsciente colectivo el horror de la guerra.

¿Cuál guerra? La pandemia y la primera guerra mundial, en tiempos distintos, coinciden en el número de fallecidos.

Para alimentar esa tendencia, aparece un catalizador: el fentanilo, un opioide sintético altamente adictivo. Comparado con la cocaína, es cien veces más poderoso. Crea confusión, sedación, te hace invencible. Y es sencillo: una pastilla. El precio, impresionante. Bajo su influencia, la pérdida de control es casi automática. Hoy, está matando más de doscientos americanos por día: una generación zombi, un fenómeno humano de consecuencias impredecibles, un hedonismo decadente atado a un cable de fibra óptica.

¿Cuál es la estupidez humana? Obedecer a un artilugio.

 

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