Luis Fuenmayor Toro: La incertidumbre y el triunfalismo

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La mayoría de las encuestas serias, si es que esta categoría existe, señalan como ganador de la elección presidencial a Edmundo González Urrutia, el candidato impuesto por María Corina Machado a la PUD (Plataforma Unitaria Democrática). Le dan una ventaja entre 30 y 40 puntos porcentuales, la cual luce imbatible prácticamente en cualquier escenario. Existen, empero, análisis distintos de los resultados de estas encuestas, que generan dudas sobre las conclusiones que se derivan de los mismos. Si se encuesta, por ejemplo, a un elector que ha decidido no votar, su opinión será válida para el resultado de la encuesta, pero no para predecir el comportamiento que tendrán los votantes, pues no es uno de ellos.

Un elemento que complica la interpretación de los datos es el relativo al impacto de la emigración en el número total de votantes del Registro Electoral Permanente. No se sabe cuántos emigrantes están inscritos en el REP, lo que dificulta el cálculo de las cifras absolutas de abstención. Esta situación hace imposible saber, con absoluta certeza, el número real de posibles votantes, más allá de aproximaciones muy gruesas. Además, recientemente se han presentado evidencias estadísticas de la existencia de un sesgo histórico, a favor de la oposición hoy mayoritaria, de las encuestas realizadas en el país, sesgo que aún estaría presente.

Adicionalmente, es meridianamente claro, por lo menos para quienes no estamos polarizados entre el PSUV y la PUD, que existe una campaña propagandística muy intensa, destinada a establecer una sólida matriz de opinión de que la derrota de Nicolás Maduro es un hecho, por lo que no existe ninguna posibilidad de una victoria gubernamental. La intención de esta campaña puede tener sólo fines electorales; siempre los participantes en una elección se presentan como ganadores, pues presentarse como perdedores no genera votos. Sin embargo, esa matriz de opinión creada también puede servir para generar un movimiento que desconozca los resultados electorales, si el candidato de la PUD-María Corina pierde, posibilidad que existe, aunque no tenga una probabilidad elevada.

Si el candidato escogido por la PUD hubiera sido Manuel Rosales o Enrique Márquez, la derrota de Maduro estaría más que cantada, pues son figuras que no le generan incertidumbre a nadie en relación con su gestión, sobre todo a aquella parte de la población que no está polarizada ni quiere estarlo. Son políticos conocidos, presentes en el escenario todos estos años, que han opinado y actuado en distintos momentos y ante distintas situaciones, y cuyos comportamientos, buenos y malos, se conocen. No habría sorpresas desagradables con ellos. No es el caso de González Urrutia, hombre desconocido al que recientemente nos presentan y que, para colmo de males, tiene a su lado a una lideresa sectaria muy conocida por su soberbia, autoritarismo y propuestas contrarias al interés nacional.

González Urrutia genera incertidumbres en ese sector de los electores, que podrían llegar a votar por él, si las mismas fueren disipadas por el candidato. Esto debería haber ocurrido a lo largo de la campaña electoral, pero contrariamente, las incertidumbres se han profundizado, pues lejos de ocurrir un deslinde con las posiciones extremistas de María Corina Machado, pareciera que las ha ido asumiendo cada vez más. Lo ocurrido en la UCV es una prueba de ello. Se entiende que el candidato no puede enfrentar las posiciones de quien le ha dado la posibilidad de ser Presidente, pero eso no significa que no pueda tener posiciones menos radicales, que lo hagan más aceptable para aquellos votantes de centro, que desean salir de Maduro, pero que rechazan el ambiente de pugna permanente de todos estos años.

Otro elemento que conspira contra el triunfo de González Urrutia es el triunfalismo, cierto o simulado, que tienen los proponentes de esa candidatura y que transmiten a sus seguidores. Es un triunfalismo sectario, en el cual no sólo hay alegría por el supuesto triunfo venidero, sino la agresividad de quien se las va a cobrar a los derrotados. Ambas cosas son mal vistas por el electorado que venimos señalando. La primera, porque descuida aspectos de las votaciones que son importantes para la victoria, y la segunda porque denota que el sectarismo y la soberbia siguen presentes, por lo que la adopción de la vía electoral pareciera no ser sincera.

En una semana sabremos qué ocurrió y deseo que sea lo mejor para la nación venezolana.

 

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