En Barquisimeto se han documentado en un año 175 casos de trabajo infantil

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Mejorar las condiciones económicas de la familia evitaría el impacto del trabajo infantil en niños y adolescentes que sobreviven exponiéndose al peligro en las calles, por la necesidad de buscar alimentos o dinero para contribuir al sustento en el hogar.

Trabajo infantil en Barquisimeto supera los 175 casos.

Expertos indican que es urgente empezar por la recuperación del poder adquisitivo, rescatar el sector educativo público y reforzar la capacidad de respuesta del Estado con programas de protección y seguimiento a estos menores, quienes están en riesgo de un agotamiento a temprana edad y de desarrollar un perfil violento.

Un reflejo apreciado con un niño que no pasa de los 12 años de edad, pero parece un perchero ambulante por el centro de Barquisimeto, se guinda un caucho de bicicleta y una variedad de accesorios para vehículos. Él es esquivo y al darse cuenta de la intención de tomarle fotografías mientras trabaja acelera el paso para evadir al equipo de La Prensa.

A las afueras del mercado Las Catacumbas, en la Zona Industrial I, también se aprecian a dos adolescentes, de 14 y 16 años de edad, que muestran un dominio en la práctica al pelar, picar y embolsar trozos de piñas. Señalan que ellos no han abandonado sus estudios de secundaria y durante las vacaciones dedican más tiempo al comercio. Edicson Rodríguez es padre del menor, de 14 años, y confiesa que desde sus 10 años empezó a acompañarlo a trabajar porque tenía más noción de las operaciones básicas de matemáticas que le ayudaban al momento de realizar una venta, así como para dar vuelto. Pero siempre sin interferir con sus clases. Lo asumen como parte de disciplina para defenderse en la vida y una manera de empezar a colaborar en el hogar.

Estos casos son apenas una parte de la estadística registrada por el Consejo de Protección al Niño, Niña y Adolescente de Iribarren (Cpnnai), superando los 175 casos de trabajo infantil desde 2023 hasta junio de 2024, según confirmación de su titular Ana Rosa Sánchez, quien precisó que hay más incidencia en menores de 9 a 17 años de edad. Los casos son canalizados con planes de la Alcaldía de Iribarren en programas sociales, ayudas económicas, becas, alimentación, suministro de medicinas, formación en emprendimientos y en actividades culturales o deportivas.

Fernando Pereira, director fundador de Cecodap, recalca la urgencia de empezar por mejorar las condiciones de la familia con ajuste de salario a la realidad con recuperación del poder adquisitivo y así evitar el impacto en los niños y adolescentes que —muchas veces— abandonan la educación, terminando en sobrevivencia por el acceso a alimentos o dinero para contribuir con los gastos en el hogar.

Cuestiona que a principio del 2000 empezó a debilitarse el sistema, incluso la Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente (Lopnna) quedó sin la fortaleza de organismos para garantizar los derechos, considera que faltan programas especializados para el verdadero tratamiento y seguimiento a las víctimas de abuso sexual, prostitución, adicción, entre otros que pueden dejar profundas huellas durante la infancia o en el período de desarrollo de la adolescencia. Reforzar los programas de abrigo, más protección del entorno abusivo que suele empezar por violencia intrafamiliar y la capacitación de funcionarios sensibilizados, incluso receptivos a las denuncias.

El sociólogo, Dioni Salas, se preocupa por las consecuencias de la descomposición familiar y las secuelas en niños por explotación infantil con esta esclavitud moderna. Son menores con agotamiento físico, caídas anímicas y sujetos a un perfil violento, bien sea como mecanismo de defensa en la calle para sobrevivir a las agresiones del día a día.

Recuerda al Estado como fuente coherente que vele por la familia, al proveer de oportunidades para la producción, adecuación del sector educativo y resguardo de la integridad de la infancia, sin necesidad que los niños migren del salón de clases a lo impredecible de la urbe.

Los padres también tienen su cuota de responsabilidad, para no dejar la carga de los problemas familiares a sus hijos. Los niños tienen derecho a una infancia con sus dosis de ternura, estudio y juegos.

Guiomar López – La Prensa de Lara

 

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