José Aranguibel Carrasco: ¿El 28 ganará la razón o la emoción?

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Cercano cada vez más está por llegar el 28 de julio, cinco días nos separan, cuando los venezolanos debemos expresarnos votando y eligiendo un mejor gobierno o seguir el continuismo de 25 años de más “revolución”. Es una decision muy personal, futurista y de vida que nos obliga a hacer el mejor uso entre la razón y la emoción. Equivocarnos o no depende de cada uno de nosotros. No habrá excusa, disculpa, pretexto o evasiva que justifique una nueva decepción electoral.

Es una decisión que nos concierne en lo personal, muy ciudadana, privada, evaluando de aquí hasta el domingo. ¿Cuáles son nuestros deseos? ¿Qué país queremos? ¿Qué rumbo debemos seguir? ¿Qué beneficio o enseñanza ha dejado en 25 años el modelo ideológico chavista? Tener claras esas interrogantes es indispensable, necesario y oportuno. Dispongamos del tiempo suficiente donde la sensatez, prudencia y sabiduría sean los elementos que guíen lo que cada quien hará en el momento de estar frente a la máquina de votación. Pensar en la familia y el país debe prevalecer en nuestra escogencia.

¿Cambiamos o continuamos con la tragedia? ¿Avanzamos o seguimos estancados?. Son interrogantes que seguramente nos hemos hecho. Está en nosotros darle respuesta a lo malo que nos ha sucedido o preferiremos ser cómplices y seguir observando la destrucción de nuestro país. Debemos saber, entender y estar consciente que es una responsabilidad individual. Comprender si del lado equivocado de la historia o terminar con el orígen de la tragedia social. Nadie debe llamarse a engaño.

Tenemos en la herramienta del voto la respuesta a tanto sufrimiento, sacrificio y padecimiento vivido en 25 años durante la gestión de una forma de gobierno político e ideológico cansado, fracasado y agotado. Diría que lo que está a la vista no necesita anteojos. Sabemos lo que ha pasado en esta nación bendecida por Dios. Llena de recursos naturales que son la envidia de innumerables países, pero ¿de qué ha servido tanta riqueza?

La situación de miseria, extrema pobreza y sobrevivencia diaria de millones de venezolanos, ninguna propaganda, coacción o amenaza podrá ocultarla, negar o desaparecer. Esta en cada pueblo, caserío o ciudad. En la calle o en cualquier sector popular o barriada la vemos a diario sin necesidad que alguien nos diga lo que sucede, sino que hemos sido testigos de excepción de la verdad acerca de lo que ha pasado en Venezuela durante este último cuarto de siglo.

Dos son las opciones que están disputándose el triunfo electoral. Nicolás Maduro Moro aspirando a continuar en Miraflores y, Edmundo González Urrutia, candidato opositor, dispuesto a vencer, a derribar 25 años de gestión chavista que ha conducido al país a sitiales y posiciones nada halagadoras en la estadística mundial que mide, por ejemplo, la satisfacción en la calidad de vida en cualquier país. Venezuela en más de dos décadas retrocedió. Lo certifican los millones que han tenido que huir del país.

Los demás aspirantes nada tienen que buscar. Su papel digregador, divisionista y diseminador del voto mayoritario por el cambio, llevará una marca en cada uno de ellos, en su conciencia cuando de lo que se trata es evitar un futuro gris, incierto, para las nuevas generaciones. A que no tengan que vivir en desasosiego, incertidumbre, miseria y extrema pobreza. Cuando la razón es vulnerada por la emoción, ceguera o fanatismo observada en gente que prefiere el continuismo, aún cuando son conscientes de la realidad que les golpea en su cara, podemos concluir que la nación está muy enferma.

No olvidemos quienes han sido los responsables, culpables y causantes del deterioro eléctrico, escasez de agua, colas para surtir gasolina, adquirir gas, deterioro de la salud pública, educación, transporte, servicios públicos, vialidad, seguridad personal y patrimonial, alto costo de la vida, hambre, mala alimentación, separación familiar, pensiones miserables, inseguridad jurídica, expropiaciones, corrupción desbordada, impunidad, desempleo, sueldos y salarios, amenazas a la libertad de expresión y del derecho al trabajo, entre otros.

La Real Academia de la Lengua expresa que el acto de votar “es el mecanismo de participación ciudadana por excelencia, pues, a través de él, los ciudadanos eligen sus candidatos a cargos de elección popular y además sirve como medio para la realización de los otros mecanismos de participación ciudadana instituidos por la Constitución”. Votar, diría, es un arma del ciudadano, un mandato muy poderoso que permite cambiar en paz lo malo por lo bueno.

Es cambiar la oscuridad por la luz, el atraso por el progreso y el engaño y la mentira por la verdad. Esa herramienta la representan en esta elección las tarjetas de los partidos que debemos conocer, identificar y saber ¿cuáles y cuántas son?. En el tarjetón electrónico que el próximo domingo tendremos frente a cada uno de nosotros, veremos que Edmundo González Urrutia aparece en las tarjetas de la Unidad, la de la manito, Movimiento Por Venezuela, MPV y en la de Un Nuevo Tiempo, UNT.

Si la primera de ellas es anulada antes del domingo por decisión del TSJ, –existe una demanda que sólo favorecería al candidato del gobierno– los electores en todo el país tendrán las del MPV y UNT para expresar la voluntad soberana de un cambio en la conducción de Venezuela. De suceder la eliminación de la tarjeta de la manito, nadie deberá sufragar en ella, porque su voto será nulo. Ojalá esté equivocado, pero es una realidad que existe, está en el TSJ. Sin embargo, eso no detendrá, impedirá o evitará el cambio que la mayoría está decidida a expresar con su única arma, el voto. ¡Vota, vota, vota!

¡Amanecerá y Veremos!

 

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