La reacción del pueblo venezolano, que sin ningún llamado se lanzó espontáneamente a las calles a protestar el despropósito de Nicolás Maduro Moros de alzarse con una victoria siendo el perdedor indiscutible de las elecciones del 28J, fue lo determinante, no solo para que el mundo volteara sus reflectores hacia el fraude cometido en Venezuela, sino para lo que todavía falta por suceder.
Sin embargo, creo que se le ha dado un sesgo, una narrativa equivocada a este mega problema creado por un fraude de proporciones bíblicas cometido por el régimen y su CNE. ¿Y por qué? Porque pocos han reseñado que ese accionar del régimen, a mi juicio determinado por la imbecilidad y ansias de poder de quienes lo detentan, lo obligaron a dar un golpe de Estado, en la modalidad de un autogolpe, que se materializó con ese fraude imposible de esconder.
De acuerdo a la definición de Miguel Ángel Martín, expresidente del TSJ legítimo en el exilio, un autogolpe “ocurre cuando el propio gobierno de un país actúa contra el Estado que administra, para alterar las reglas a su favor y generalmente perpetuarse en el poder de manera ilegal. Estos golpes implican acciones directas del gobierno para restringir derechos, suprimir oposición y controlar los procesos políticos y judiciales” (ver Diario Las Américas, 23-06-2024, Miguel Ángel Martín, “No es un fraude electoral, es un golpe de Estado”). Y eso es exactamente lo que está ocurriendo hoy en Venezuela.
Un régimen herido de muerte está desatado, ejerciendo violencia en contra de la población indefensa, al verse descubierto en sus intenciones de perpetuarse en el poder, pasándole por encima a la voluntad popular. Pero, la diferencia hoy en comparación con lo que ya venía ocurriendo en su ilegitimidad, el fraude electoral se hizo público, notorio y comunicacional. Las herramientas de esa tecnología que se ufanaba de tener, se han vuelto en su contra para preservar la verdad a favor de la población.
Las advertencias que por años hemos plasmado en este modesto rincón de la red, y las denuncias que han realizado calificados técnicos y expertos en sistemas electorales, finalmente calaron en una población harta de manipulaciones. Hoy existe el convencimiento de que el sistema electoral es un fraude y se requiere con urgencia su cambio, así como amerita un cambio la nación y sus instituciones.
Si nos preocupaba que no existieran testigos opositores en las mesas electorales para obtener las actas del proceso, esos testigos salieron de todas partes en los centros que de manera venezolana proporcionaron las pruebas necesarias para demostrar que Venezuela ganó para sacudirse al régimen de Nicolás Maduro Moros. De múltiples lugares salieron de los centros al cerrarse el proceso para informar a las comunidades los resultados de la elección en vivo y en directo, y todo quedo plasmado en videos que contemplará la historia.
Al régimen darse un autogolpe por la vía electoral, ya la narrativa no puede seguir siendo que tenemos las actas y podemos probar el fraude, porque toda la institucionalidad ha sido pervertida. ¿Ante quién llevamos esas pruebas? ¿Ante la institucionalidad golpista del régimen? ¿Cómo se materializa la trasferencia de poder pacífica y ciudadana si un tirano resolvió ponerle encima la bota militar a la voluntad de un pueblo? Esto entonces hay que comenzar a mirarlo desde otra perspectiva, porque el hecho cierto es que el problema dejo de ser electoral para convertirse en político.
Es por eso que el régimen se adelanta a decir que fue la oposición la que hizo el fraude, instando a su Fiscalía servil a perseguir y encarcelar al ya Presidente Electo LEGÍTIMO, Edmundo González Urrutia (EGU) y a la líder opositora, María Corina Machado (MCM).
Ya el papel electoral de MCM concluyó al lograr aglutinar a las mayorías populares alrededor de EGU en las elecciones, obtener las pruebas del proceso (actas) para poder demostrar que efectivamente se obtuvo la victoria. Pero en Venezuela eso todavía NO ES SUFICIENTE. El pueblo necesita coronarla y eso no lo vamos a lograr utilizando la misma metodología del pasado de poner a un pueblo desarmado al frente de los pelotones de fusilamiento de la tiranía. Habrá que ser mucho mejores que eso porque ahora existe una gran diferencia: el régimen rompió el hilo constitucional abiertamente y tenemos un Presidente Electo con los votos del pueblo, cosa que NO TENÍAMOS EN EL PASADO.
Volviendo a las definiciones, “Originalmente se entendía, en sentido estricto, como la ruptura del llamado “hilo constitucional”, es decir, la continuidad legítima en el titular del poder ejecutivo, y atendía al concepto clásico de golpe de Estado donde una facción militar asumía este poder sustituyendo a uno democráticamente electo. Sin embargo, en la actualidad, se entiende como todo hecho que implique una usurpación de la soberanía popular, de los poderes constituidos legítimamente o la violación de los principios democráticos con el fin de mantenerse en el poder o asumir poderes más allá de lo permitido en la Constitución” (ver Acceso a la Justicia, Ruptura del Orden Constitucional) (resaltado nuestro).
Pues bien, claramente se demostró el 29J que Nicolás Maduro Moros, realizando un fraude comprobado (el “todo hecho” arriba mencionado) con ayuda de las cabezas del resto de los Poderes Públicos, ha usurpado –de nuevo y de forma pública, notoria y comunicacional- la soberanía popular, rompiendo el hilo constitucional establecido. Y tal como indica el Artículo 333 Constitucional: “…En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia”. Y yo agregaría, civiles y militares…
Entendiendo que esto dejo de ser un problema de Actas que deben ser la prueba para la correcta investidura del Embajador Edmundo González Urrutia como Presidente de la República de Venezuela, para convertirse en un golpe de Estado que debe ser atendido y abordado como tal, el comando opositor electoral deberá transformarse en otra cosa completamente diferente, y comenzar a ejecutar inmediatamente las acciones internas y externas necesarias, no solo para resguardar la seguridad del Presidente Electo y la líder opositora, sino la de los millones de ciudadanos que votamos por un cambio, planteando una lucha muy distinta a la del pasado reciente, con la menor cantidad de sangre posible, que nos lleve a la brevedad a ese final prometido que no es otro que alcanzar la democracia y la libertad de Venezuela.