Ante cualquier adversidad.
A lo largo de nuestra historia republicana, los venezolanos hemos soportado diversidad de adversidades, sean por causa de la naturaleza como el terremoto de Caracas de 1967, en donde nuestra ciudad capital sufrió graves daños a sus infraestructuras, y cobro de vidas humanas que, aunque muy doloroso, puso a prueba el espíritu, capacidad y talento de los hombres y mujeres de esa época para reconstruirla y seguir la vida normal de sus habitantes. Otro episodio histórico, aunque mucho más antiguo que el recordado, pero similar al mencionado fue el terremoto acaecido en esa misma ciudad de Caracas, pero en el año de 1812, en donde se produjeron miles de fallecidos, y el elemento religioso inquisidor, fue utilizado como justificación, para explicar su ocurrencia y de paso intentar condenar la lucha por la Independencia, lo que hizo que el Libertador Simón Bolívar, lleno de un espíritu de amor por esa causa, profiriera su inmortal frase, aunque utópica, “si la naturaleza se opone lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.
Hemos querido mencionar únicamente estos dos ejemplos, para poner de relieve el espíritu resiliente de los venezolanos, ante cualquier clase de hecho o de hechos que signifiquen adversidad o tensión, dado que, el Alma venezolana, siembre ha estado impregnada de valores como el trabajo, la solidaridad, la honestidad, la libertad y la justicia. No, nos hemos dejado abatir, por los tiempos difíciles, ni desde la pérdida de la primera República en aquel fatídico año 1812, hasta los tiempos actuales, en donde factores como la economía, el trabajo, la migración y la política, han tenido grave protagonismo, lo que no ha sido óbice para seguir la lucha en cada uno de esos campos, con el propósito de alcanzar los sueños o anhelos a que tienen derecho todos los ciudadanos que vivimos bajo este cielo azul. Nuestro espíritu no se ha dejado absorber por el pesimismo eterno o el abandono de los valores mencionados, a pesar de los intentos que, en tal sentido, realizan sus contradictores, con el propósito de seguir reverdeciendo viejos y caducos estilos de gobernar.
Impulsados por ese espíritu ciudadano de querer participar en los asuntos públicos, fue que el pasado domingo 28 de julio, los ciudadanos venezolanos, por millones, testimoniaron con su presencia en los distintos centros de votación, el apoyo a la Democracia efectiva y cierta, para ello salieron y dejaron su opinión, de querer que los valores democráticos, previstos en nuestra Constitución, esto es, la alternancia y el pluralismo ideológico, se configuraran, para darle al manejo del Poder Ejecutivo nacional, otro estilo de conducción y dirección, hacia un régimen político más abierto y liberal, pues dentro de su espíritu republicano, vive el deseo de que se originen nuevas y mejores políticas públicas, que tengan como actores primordiales a la Sociedad y al mismo individuo, y no tanto al Estado, como ha venido sucediendo; por tanto, ese sentimiento de cambio en positivo era y es legítimo, valedero cada vez que, el orden constitucional marque el final de un período constitucional y el llamado a elecciones, en virtud de que, la evaluación a una gestión resulta normal.
El espíritu ciudadano y republicano, igualmente pasa por vigilar el funcionamiento de las Instituciones de los distintos Poderes Públicos, llámense como se llamen o, tengan el poder que sea, porque en definitiva en cualquier proceso electoral, se ensamblan las distintas soberanías individuales, en una gran soberanía popular, que es conforme a la Constitución venezolana en este caso, la fuente originaria del poder y la autoridad que se entrega a los distintos ciudadanos que aspiran dirigir las riendas del país, los estados o los municipios, y para ello, la representatividad democrática legislativa, dicta normas que alumbran el camino sobre la manera en que se pueden llegar a ocupar esos cargos, sean de elección popular o por nombramiento; esas formas se hallan contenidas en distintos procedimientos electorales o administrativos, que deben ser cumplidos al pie de la letra, para no llegar a desequilibrar los derechos o intereses de las personas que han manifestado el deseo de, llegar a esas posiciones, sin evadir esas responsabilidades y menos aún, sin dañar a sus oponentes.
El espíritu ciudadano de participar en cualquier evento electoral o político, también entrega el valor de la confianza a cualquier institución republicana, competente para guiarlo, lo cual significa que sus actuaciones deberán ser legales, honestas, respetuosas y responsables de la voluntad ciudadana, alejadas de cualquier irregularidad o ilicitud, para que de esta manera haya una satisfacción social en cuanto a lo realizado, y la sociedad perciba que las mismas instituciones republicanas, no sólo respetan sus decisiones, sino que, también promueven la paz, como valor que permite la convivencia pacífica entre los habitantes de la República, caracterizada además por la estabilidad política y gubernativa, tan importante para lograr el desarrollo y crecimiento del país; exigir legalidad de otra parte, da certidumbre a la actividad ciudadana, que siempre espera que ello ocurra, pues se crearía un clima de inestabilidad, contrario al valor de la paz, cuando las actuaciones de las Instituciones republicanas, son arbitrarias y llevan a su desconocimiento por el ciudadano.
En las actuales circunstancias que vive el país, debe prevalecer entonces el recio e imperturbable espíritu ciudadano, el mismo que se sobrepuso a calamidades naturales y políticas; reclamar de manera pacífica y en alta voz, no es un delito, ni menos aún, un desconocimiento a cualquier Institución republicana, cuando ésta rompe cualquier modelo legal, justamente la participación ciudadana se basa en controlar desde la soberanía popular, la legalidad de su Poder Público, que por lo demás, no está exento de obedecer a pasiones o intereses hegemónicos, que los llevan a la perversa tentación de querer perpetuarse de manera eterna en el manejo de poder, sin tomar en cuenta que, cualquier país, incluida Venezuela, tiene el derecho a ser conducida por otros ciudadanos, dado que, sería muy decadente que un solo pensamiento o modelo político, sea el que prevalezca, allanando o intentando allanar a la vez, los ideales de progreso que puedan tener otros ciudadanos, practicantes de otras formas de pensar o promotores de propuestas que tengan la intención de innovar políticas públicas y mejorar sustancialmente el rendimiento de las instituciones.