1.– Gasto público. Se suele hablar con carácter definitorio de la América que no quiere ser Europa. Desde que Kagan publicó Of Paradise and Power (Knopf, 2003), esa bifurcación entre EEUU y Europa ha terminado por convertirse en una llamativa convergencia. Un contundente ejemplo es la renovada fe que procesa Washington en las virtudes del gasto público. En los últimos 12 meses, el gobierno federal ha gastado 2 billones de dólares, o el 7,2% del PIB, más de lo que ha recaudado en impuestos. Magnitud no vista fuera de los estímulos para superar una recesión.
2.– Proteccionismo. El proteccionismo, del que tanto se ha acusado a la Europa fortaleza, se ha convertido en la política comercial compartida tanto por republicanos y demócratas. EEUU sigue librando una guerra comercial abierta con China a través de vetos a la exportación, aranceles a la importación y restricciones a la inversión. Mientras, los europeos agonizan ante la Inflation Reduction Act, el plan de la Administración Biden para reactivar su industria manufacturera con subvenciones e incentivos fiscales por valor de 1 billón de dólares.
3.– Multipartidismo. Muchos votantes estadounidenses y europeos están desencantados con los partidos políticos mayoritarios, a los que consideran ineficaces y alejados de la realidad. Con la radicalización en los extremos del Partido Demócrata y del Partido Republicano, y la destrucción del principio de corresponsabilidad en la gobernanza, EEUU a pesar de su tradición bipartidista lleva tiempo funcionando como un sistema multipartidista con grandes dificultades para construir mayorías parlamentarias.
4.– Crisis de la democracia desde dentro. A ambos lados del Atlántico, la confianza popular en las instituciones democráticas no ha hecho más que desplomarse, sobre todo entre las personas con menos formación y recursos. La explosión anti-establishment ha beneficiado a movimientos y candidatos más extremistas, provocando una mayor polarización y desafección por la pérdida de fe en el futuro. Tanto a los ciudadanos europeos como estadounidenses, les resulta cada vez más difícil determinar qué es verdad o qué es mentira.
5.– Identidad. El Atlántico Norte se está convirtiendo en una cultura cada vez más común, incluso cuando deja de ser un proyecto político coherente. La mayoría de EEUU no sólo respalda la asistencia sanitaria universal sino un sistema en el que todos estén cubiertos por un único plan gubernamental. Siete de cada diez millennials estadounidenses dicen ahora que votarían a un “socialista”.
6.– El peso de la historia. Robert Kagan describió un Viejo Continente que favorecía la tecnocracia intergubernamental y un Nuevo Mundo que seguía creyendo en la soberanía a la antigua usanza. Esa brecha se ha estrechado gracias al nacional-populismo americano y el resurgimiento del Estado nación en Europa, desde Gran Bretaña hasta Hungría. La guerra de Rusia contra Ucrania ha servido para cuestionar la confianza europea en la inevitabilidad de la paz y la razón. Al igual que el trumpismo ha servido para cuestionar la inevitabilidad de la democracia.
Director de contenidos en Política Exterior.