La crisis de la noción de representación de la democracia contemporánea se emparenta con la representación literaria en el sentido de que representar es hacer presente lo ausente. En política nos planteamos enfrentar esa “mediación” –reducida a restos hoy en día- entre representante y representado. En la literatura los personajes son “representantes” que fijan conexión con lo universal, son medios. Podría alegarse que también lo son en la democracia, pero los caracteriza tal alejamiento y frialdad que se convierten en abstracción. Las prácticas políticas vencidas y agotadas dejan de relatar. La literatura pone a la política en escena. Así, la ficción nos muestra otras aristas de la realidad e, inclusive, se hace ella misma realidad.
La relación entre política y literatura no es invariable, tienen que producirse hechos sociales que lleven al escritor a esa preocupación. Por lo demás, no debe dejarse de lado la mirada sobre la obra literaria recordando el tiempo en que fue escrita. Ninguna es una reconstrucción simple de la realidad, un espejo, simplemente una referencia al contexto. Así, el Quijote debe ser leído también como una referencia a la locura medieval.
En América Latina ha sido constante la vinculación entre cambios sociales y cambios estéticos. No estamos hablando de costumbrismo originario o de realismo social. Lo hacemos de una literatura que experimenta con el lenguaje y la forma. Hay escritores que construyen nación. Tampoco hablamos ya de lo testimonial o del poeta-guerrillero. Lo hacemos del escritor que vislumbra al hombre superadas las grietas de esta transición y logra imaginarlo en un nuevo contexto social. El texto es libre y desde su libertad es que toca a la realidad. Tampoco hablamos de realismo versus imaginación, pues ahora toca a la literatura lo segundo, aunque debamos admitir no cumple con su propósito, diluida como anda en el envoltorio global de la incertidumbre.
En América Latina la relación que describimos ha sido constante, no por lo testimonial, denuncia de dictaduras o proclamas de liberación, sino por su esfuerzo de mostrar las iniquidades del hombre. No en vano muchos señalan su búsqueda de una conciencia. Y como nunca terminamos de preguntarnos quienes somos tendemos a descifrar carencias y expectativas, a mostrar una visión político-histórica social de América. Literatura política propiamente dicha la ha habido, pero no se trata de dedicarse a hacerla. Se trata de un cometimiento mucho más ambicioso que el de hacer panfletos. Se trata de recuperar un sentido filosófico-político de respuestas que bien pueden partir de la simple y compleja condición humana en un mundo globalizado.
@tlopezmelendez