¿Qué más se le puede pedir a la oposición venezolana?, por Pedro Benítez

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A la siempre cuestionada oposición venezolana (con o sin razones, y pagando justos por pecadores) se le conminó a retomar la ruta electoral. Lo hizo.

La senda abstencionista en la que había caído, consecuencia en parte (vamos a recordarlo aquí) del golpe de Estado por etapas contra la Asamblea Nacional 2015 era, a todas luces, estéril; por lo cual, ha transitado nuevamente, con un éxito más allá de lo inimaginable, el viacrucis de la muy desigual competencia comicial con el Partido/Estado. Allí están las actas emitidas (84% de los centros) por las máquinas escogidas por el CNE y con las firmas de los testigos seleccionados a tal efecto por el citado ente. 

Se le pidió que agotara todos los mecanismos de diálogo y entendimiento con el sector oficialista, en contravía de la venenosa polarización, causa (se ha dicho) de todos los males nacionales, porque, después de todo, Venezuela es de todos. Lo hizo. He allí los Acuerdos de Barbados.

Otra cosa es que el gobierno de Nicolas Maduro no haya honrado su propia palabra, ni la firma de sus representantes; así como ahora no quiere reconocer las actas emitidas por “el mejor sistema electoral del mundo”, del cual tiene el control político total. Pero esa es otra cuestión.

Asimismo, se le exigió que recogiera los vidrios rotos luego del fin Interinato que encabezó el diputado Juan Guaidó y escogiera una candidatura que conectara “con los problemas de la gente”. Se eligió el mecanismo de la consulta primaria abierta a los ciudadanos. No obstante, ello fue cuestionado por más de uno en su viabilidad y, además, señalando que lo prudente sería efectuar la selección vía consenso. Sospechamos aquí que de haberlo hecho así a los partidos y dirigentes involucrados se les hubiera criticado con acritud por haber seleccionado la alternativa democrática en un cenáculo cerrado. Si muero en Madrid que me entierren en Sevilla, si muero en Sevilla … Pues que me entierren en Madrid.

Luego, se recordarán los vaticinios apocalípticos que daban como hecho cierto e inevitable el fracaso de la citada consulta en términos de organización y convocatoria. A estos siguieron, una vez consumada la primaria, aquellos cuestionamientos dirigidos en contra su legitimidad, puesto que no podía ser posible que “esa parte de la oposición” pudiese convocar a 2,5 millones venezolanos; hasta cálculos por un número de electores por mesa y por minuto se difundieron en la red social X a fin de intentar demostrar su imposibilidad matemática.

Paralelamente, hubo cierta campaña en la que se aseguraba que María Corina Machado (MCM) les había hecho fraude a todos los demás partidos juntos de la Plataforma Unitaria (PU) y que la Comisión Nacional de Primaria era su cómplice.

Como todas las acusaciones anteriores se fueron cayendo por su propio se pesó se pasó a argumentar que la candidata ganadora de la primaria solo representaba el 93% del 12% de los que participaron. El resto del país no estaba allí representado, se afirmó. Por lo visto representaba mucho más que eso, puesto que este TSJ la inhabilitó tan rápido como pudo.

A continuación, esas mismas voces le exigieron que declinara. Su aspiración, claramente favorecida por los hoy reivindicados estudios de opinión pública, se consideraba como una provocación al régimen establecido, dadas sus controversiales declaraciones del pasado representativas del ala dura del antichavismo.

Se dijo que la oposición (“ese sector de la oposición”) debía escoger, en cambio, un candidato de centro, que despolarizara; alguien moderado, inclinado al diálogo, de tono no amenazante, que no representara “el conflicto”, que fuera aceptable para el mítico chavismo no madurista (que no conseguía donde expresar su malestar) y para los factores reales de poder.

La oposición tuvo los votos

Pues bien, la ungida por la primaria del 22 de octubre de 2023 declinó su aspiración; no una, sino dos veces. Fue así como apareció ese gran golpe de buena suerte que para la PU resultó ser Edmundo González Urrutia (EGU). Parece más bien un candidato diseñado por la inteligencia artificial a fin de complacer a todos aquellos que han predicado las virtudes de la prudencia, la moderación y el diálogo para las presentes circunstancias.

Pero como nunca se puede complacer a todo el mundo, otra línea de críticas y advertencias apuntaba sobre las supuestas debilidades organizativas de la oposición, que le impedirían contar con todos los testigos de mesa necesarios, ni movilizar a todos sus votantes para el 28 de julio, luego de años de abstención y una supuesta baja intención a votar que favorecería a la implacable maquinaria oficial a la que nunca se le escapa nada.

La oposición tuvo los votos, tuvo los testigos y cuenta con las actas que lo demuestran, superando así todo tipo de obstáculos y una escalada represiva que comenzó antes del 28 de julio. Hizo todo lo que se le pidió y lo ha hecho bien. ¿Qué más se le puede pedir?

Se agotan los argumentos

Pues resulta ser que, cuando se agotan los argumentos, se manufacturan otros nuevos. Por poner un ejemplo, tenemos el caso del ex diputado Enrique Ochoa Antich, uno de los más activos críticos de la PU, quien ahora la señala como responsable de la crisis política en desarrollo por no haber escogido a un candidato que contase con “aquiescencia” del grupo (des) gobernante. En cambio, “postuló a quien más rechazo causaba en el gobierno y ésta “titerizó” a EGU”.

No subestimemos la afirmación. La coartada autoritaria va por ahí. Dejemos de lado la ofensa proferida en contra de un ciudadano decente como EGU quien nunca ha perseguido el ejercicio supremo del poder público; obsérvese que la crítica va en contra de la activa campaña que MCM hizo por todo el país en favor su postulación (caso de desprendimiento personal bastante raro en la política). Podemos apostar que, si ella no hubiese hecho esa campaña, también la criticarían.

Tampoco reside el inconveniente en una posible Presidencia de EGU “titeriza” por el radicalismo, porque tal como está el cuadro institucional él se vería obligado a compartir el poder con el resto de las instituciones controladas por el PSUV. Eso lo saben propios y extraños. Agreguemos a eso, todas las garantías públicas y privadas que se han hecho llegar por todos los canales disponibles posibles a Maduro. Como persona bien informada Ochoa Antich lo sabe.

Maduro no quiere salir de Miraflores

Pasa por alto, además, junto con opinadores adscritos a la misma línea de argumentación, que antes de empezar la pasada campaña electoral fue suprimida la representación ante el CNE de Unión y Progreso, Puente y el MAS (Eduardo Fernández, Hiram Gaviria y Felipe Mujica, respectivamente); es decir, la oposición moderada que nunca respaldó el Interinato, ni solicitó sanciones y siempre mantuvo distancia de la oposición mayoritaria y “polarizadora”. De modo que el problema no es la ausencia de una oposición moderada.

Por cuestiones de espacio no recapitulemos la medicina aplicada al histórico Partido Comunista (PCV), organización a la que no se puede acusar de pretender enterrar al socialismo o servir al imperialismo estadounidense, pero que cuenta con la mayor cantidad dirigentes y candidatos inhabilitados, le fue expropiada su personería jurídica y hasta se le negó la inscripción de su candidatura presidencial por medio de otra organización.  

Maduro no quiere candidatos a su izquierda y tampoco moderados. Lo que no quiere es salir de Miraflores.

Esa es la cuestión y ninguna otra.

@PedroBenitezf

 

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